Vampiros



Mientras desayunaba han pasado en las noticias de la mañana un vídeo que informaba de la realización en Madrid de una exposición sobre la escultora Camille Claudel. Hablo así, de la escultora, para evitar esa coletilla de amante de Rodin que cayó sobre ella como una lápida y arruinó para siempre su vida. Si la relación como artista fue un lujo para la joven que debió llegar ilusionada a París a completar su vocación, la segunda vertiente de amante absorbió su existencia e incluso muerta sigue adherida a la biografía de un hombre que la amó, pero que tras diez años de relación tormentosa decidió abandonarla. La soledad y la incomprensión de la sociedad patriarcal y machista de aquella época acabó con tantas ilusiones y con su vida. Su familia decidió que fuera confinada en un manicomio.


Parece que las personas a veces nos cegamos y nos dejamos manejar por los instintos, las debilidades o el entorno y dejamos que aquellos a los que amamos y que probablemente nos aman nos vampiricen. Al final nuestra vida y nuestro trabajo son absorbidos por oportunistas que acaban llevándose las medallas en cuanto damos la espalda. Puede ser un jefe, puede un amigo o conocido mucho más intrepido para vender méritos. Son vampiros que acaban absorbiéndonos. Pienso que los más efectivos son aquellos a quien más amamos. Tal vez sea un vampirismo mutuo un juego de sorber los jugos hasta secar el alma. Una competición donde al final uno pierde y otro gana. Padres e hijos, esposos y esposas, amantes, profesor alumno y alumno profesor. Este mundo es así. Somos una sociedad tribal programada para vivir de las relaciones y por eso no podemos vivir sin amar ni ser amados, necesitamos dar nuestra vida, nuestros méritos y nuestro talento porque esperamos la aceptación de la manada. Pero como Camille este es un juego peligroso y en ese toma y daca podemos triunfar y ser Rodin o quedarnos sólo con el toma, sin vida; y como ella confinados e incomprendidos. Solos.



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