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Mostrando entradas de julio, 2013

Ser viejo en el laberinto burocrático

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Las colas siempre fueron patrimonio de las ventanillas y las consultas. La espera siempre fue el peaje a pagar por cualquiera de las gestiones o atenciones que se reciben o se realizan en las administraciones. Recuerdo de mis años de universidad la cola del paro que subía y bajaba una escalera de la oficina del INEM en la calle Jesús de Valencia. Mi padre camina arrastrando las piernas. La lentitud es parte consustancial a sus ochenta y cinco años y hace ya tiempo que tiene dificultades en levantarse desde el suelo o traspasar un obstáculo importante. Así con su andar cansino lo dejé hace unas semanas a la puerta del ambulatorio para encontrarme con él a la puerta de la consulta. El hospital de Gandía se ha quedado en un limbo extraño. Es un edificio a punto de jubilar pero en un estado de hibernación latente mientras el nuevo espera financiación para tomar el relevo. Por las paredes los carteles aparecen descoloridos y con sabor a fotografía de los años ochenta. Sentados

La maleza

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Verano en el patio trasero. Sentado junto a la mesa del jardín veo las nubes estratosféricas y el cielo claro que trae el poniente. Hace ocho años que nos mudamos a esta casa y las paredes ya reclaman una mano de pintura. Algunos de los robustos maceteros que con tanta ilusión compramos han sido reventados por las raíces de unas plantas ahogadas en su propio espacio. Hay que ahorrar para devolver su aspecto a las cosas. Al otro lado del muro veo unos árboles que apenas eran unas varas con hojas cuando llegamos. El tiempo y el abandono del huerto de naranjos que una vez fue les ha permitido crecer hasta sobrepasar con creces la altura de un tercer piso. Más allá, pasados los pinos ya de camino a Gandía, empiezan los campos abandonados a su suerte que han sido desbrozados en un intento del ayuntamiento de restablecer el orden frente a la tupida selva en que se habían convertido. En un país donde la crisis hace mella vuelve a reinar la tendencia universal a la máxima entropía.

Barras y estrellas

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De día se los ve cruzando el cielo por el oeste o sobrevolando el mar. Sus estelas dejan finas líneas que lucen como tubos de neón a contraluz o dibujan trazos de tiza en una pizarra celeste si tienen el sol de frente. Ver un avión provocaba en mi niñez esa ilusión inmediata y misteriosa de un objeto lleno de viajeros que desafía todas las leyes de la gravedad. El nuevo siglo y sus dispositivos nos ha traído esa inmediatez de la información y basta abrir un icono en el teléfono y se dispone de un mapa lleno de pequeños aviones sobrevolando nuestras tierras. Basta con pulsar y ver el indicativo para poder contestar esa pregunta tantas veces hecha en la infancia. ¿De donde vendrá? ¿A dónde irá? ¿Quien ira dentro? Una tarde de verano vi uno mucho más alto que los que acaban de despegar de Alicante. Origen Malabo, destino Madrid. Historias de selvas húmedas, África salvaje, países de aventura...Van quedando lejos los tiempos en que volaba con tanta frecuencia que ni siquiera me

El primer día

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En el estudio de Tele5 reinaba, como otras veces, una actividad que se podría adjetivar como caos controlado. Los invitados se criticaban unos a otros y salían a fumar con cara tan agria que parecían necesitar del laxante de fuca que iba a ser promocionado al final del programa. Entre la algarabía una muchacha de veintidos años acompañaba a una veterana encargada de producto de la cadena. Esta última daba consejos e instrucciones de cómo hacer las cosas. La vi y no pude evitar en pensar en que mi mujer iba a ser despedida ese mismo día tras veintidos años de servicio en la banca. Allá en su oficina acababa recibir un centro con flores con el mi hija y yo deseábamos darle fuerzas en la distancia. Casualidades de la vida la becaria debió nacer poco más o menos cerca de aquel marzo de hace tanto tiempo en que mi esposa entró a trabajar con tanto nervio e ilusión como ella. Supongo que se sentiría adulta y ansiosa de dar la talla como todos hicimos en nuestro primer día de tra