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Mostrando entradas de diciembre, 2009

La familia, ese peligroso cóctel

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Hace más de un año, tras aparcar mi coche en el parking de Gandía fui testigo de una discusión que me recordaba al dramatismo de sainete de las películas italianas. Era una discusión tan descarnada como histriónica. Visto desde fuera resultaba hasta cómica, desde dentro la imagino como la punta de un iceberg de desesperación. La hija, una adolescente crecidita, negándose a subir al coche e insultando con lengua viperina. La madre gritando y el padre desesperado sollozando mientras miraba al cielo preguntándose por su destino y clamando por su desgracia. Parece deducirse por los resultados de las encuestas del CIS que la familia es un valor importante para nuestra sociedad. Creo que en parte el éxito de los anuncios de IKEA está precisamente en que ofrece el ideal de lo que nos gustaría que ésta fuera y se produce la identificación inmediata. Un mundo de pisos no muy grandes pero llenos de vida, niños saltando en los sillones, padres amables, abuelos sonrientes, cenas y comidas familiar

Animaladas

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Recuerdo hace años en el instituto cómo el profesor de filosofía se esforzaba en mostrar las diferencias entre seres humanos y animales y cómo a cualquier intento de interpretar con clave humana las conductas animales venía la inevitable respuesta: Es simplemente una proyección una falsa lectura adaptada a nuestra percepción humana. Parecía que los animales eran simplemente robots estúpidos con escasa capacidad de tener sentimientos y percepciones humanas más allá de la imitación interesada. Pasados los años y tras muchos experimentos sobre conducta animal ya no parece que aquella idea sobre los sentimientos y la inteligencia animal fuera tan descabellada. Una tras otra las barreras que los científicos ponían a los animales caían y sorprendentemente las definiciones que intentaban ubicar al ser humano al centro del universo y separarlo del resto de animales resultaban igualmente aptas para muchos animales inteligentes. Los chimpancés han resultado, tras estudios de muchos años, una esp

Políticamente correcto y la tradicional amistad

Cuando alguien me dice que no le gusta la política o que pasa de ella tiendo a desconfiar. Política es todo, desde opinar del estado de limpieza de la calle a la charla de canfé donde se habla de la situación en España o la economía. No creo que sea sincero nadie que diga que pasa de la política. Ni podemos ni realmente lo hacemos. Otra cosa es hablar de la política, conforme se desarrolla en España o en el mundo y de la clase política y ahí probablemente podríamos estar más de acuerdo. En la mayoría de países democráticos tenemos una nomenklatura tolerada por un electorado de barriga llena, sordo y casi mudo. Con los años de democracia hemos ido desarrollando una clase política mezquina y miope. Está claro que generalizar siempre es equivocarse y que seguramente deben existir todavía políticos honrados con ganas de cambiar el mundo y llegar a hacerlo mejor. Se me ocurre que los activistas de muchas organizaciones no gubernamentales que luchan contra el cambio climático, los derechos d