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Mostrando las entradas etiquetadas como niñez

Cinema paradiso

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A Majo Vila, gran fotógrafa i antigua alumna A finales de la década de los años 60 la imagen proyectada, en movimiento y en color era exclusiva de la gran pantalla. Sí, el cine todavía era esa ceremonia de comunión y conjuros que congregaba multitudes al misterio de la penumbra. He olvidado cual fue mi primera película. ¿Tal vez “Blancanieves y los siete enanitos de Disney”?. ¿Tal vez en un cine llamado "Fantasio? El recuerdo se pierde en algún lugar de la memoria hace unos 45 años entre brumas de sombras de colores rodeadas de un negro aterciopelado como el mismo vientre materno. Una prima de mi madre tenía un piso frente al cine terraza "Palacio de los Deportes" A pesar del conjunto de árboles que crecían siguiendo el contorno de la tapia, desde su balcón se veía claramente la pantalla y podían ver los estrenos sin tener que pasar por taquilla. ¡Qué envidia! Me imaginaba poder llegar a tener esa suerte en mi casa. En nuestro caso nos teníamos que conformar co...

La banda de Marchante

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Cuando teníamos diez o once años el colegio solía llevarnos a ver algún partido del Club de Fútbol Gandía que se celebraba entre semana. Supongo que sería parte de un acuerdo entre colegio y club para potenciar la afición entre los más pequeños. En fila india, con nuestro delantal a rayas de puños y cuello azul cobalto llegábamos al estadio y nos sentábamos en las gradas a animar al club local. La verdad era que a esa edad poco durábamos en el mismo sitio ya que al poco rato nos desperdigábamos por los alrededores y acabábamos en el cercano río tirando cantos rodados que intentábamos hacer rebotar en el agua. Mi niñez, nuestra niñez, tuvo lugar en un espacio de libertad y aventuras que hoy los niños van perdiendo. Gandía era un núcleo todavía relativamente compacto y separado claramente del resto de pueblos por el laberinto de caminos y acequias que conformaban la huerta de la Safor. La bicicleta era el vehículo del explorador por excelencia con la que nos arriesgábamos a recor...

Ya no hay luciérnagas en las noches de verano

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Al final de la calle San Ramón había un maizal que, en las noches de verano, aparecía lleno de mazorcas y luciérnagas. Rodeándolo y, junto a una amplia acequia, una senda giraba en ángulo recto y salía hasta la vía del ferrocarril de Alcoy. Como en un sueño recuerdo la máquina de vapor: Atronadora como un animal mitológico. Expulsando humo y vapor. Tras ella algún pequeño vagón traqueteando. Como todos los niños saludábamos ilusionados a los desconocidos viajeros y al espectáculo de una máquina tan magnífica y aterradora a la vez. Era cruzar la vía y llegar al pequeño huerto del tío Antonio. No era extraño verlo concentrado en sus tareas. Siempre un saludo cordial y muchas veces un pequeño regalo de unos tomates o alguna hortaliza para traer a casa. Tras seguir unos metros más la vía se accedía a uno de los únicos puentes ferroviarios de estructura metálica que todavía cruza el río Serpis. Hay una edad, aproximadamente hacia los doce años, en que los niños, especialmente los ...