Yo no soy tonto


Los vecinos charlan en las aceras alrededor de las mesas de una terraza mientras refrescan el calor de la mañana. En Gandía no es difícil encontrar a conocidos y charlar brevemente de cualquier tema actual. En un pequeño tramo de calle una óptica, una bazar chino, un bar, una frutería, un banco y una tienda de electrodomésticos. Es ésta última, precisamente, la que regenta un pariente lejano de mi esposa. Hace ya tiempo que nos hace los arreglos eléctricos y las instalaciones de alarmas, televisión y electrodomésticos. Hace unas semanas le dije que quería cambiar de nevera y me dijo que me esperara y que él pasaría a darle un vistazo. Efectivamente todo era un termostato que tras ser cambiado no requirió la reposición de toda la nevera. Es precisamente esta confianza la que nos lleva a seguir comprando en su tienda los electrodomésticos a pesar de saber que en algún comercio más grande son algo más barato.

Hace una semana, precisamente pagando la reparación del frigorífico, charlé un rato con su esposa y me confesó que venden muy poco y por ello cierran en las tardes de verano. De hecho el stock en tienda es limitado y la mayoría de aparatos se compran tras pedirle consejo y con el catálogo general de la cadena que representa. La cruel crisis se está llevando las reservas de la família acumuladas a lo largo de los años y, como todos, van capeando el temporal de la mejor forma posible. Una de sus hijas, licenciada en farmacia está aceptando trabajos en condiciones paupérrimas por no empezar en el limbo de los parados.

Poco a poco vemos la cascada de tiendas del pequeño comercio local que van sucumbiendo frente a las grandes cadenas, la mayoría multinacionales de capital extranjero. Efectivamente tiendas como Mediamarkt o Leroy Merlín dan trabajo pero poco a poco hunden en la miseria el comercio local. No es un fenómeno nuevo. En los Estados Unidos ya hace tiempo que cadenas como Wal Mart destrozan sueldos, salarios y la sutil red de tejido social que se articula alrededor de las pequeñas tiendas.

Fuimos tan tontos que nos decidimos ya hace años a comprar productos fabricados en cualquier otro país y finalmente socavamos la capacidad de fabricar algo en España. Pan para hoy hambre para mañana. Acabamos comprando productos de ultramar en las webs internacionales y ahogamos la capacidad de nuestra sociedad de regenerarse, ser creativa y ofrecer puestos de trabajo. Hemos vendido nuestras almas al diablo y, mucho me temo, no vamos a cambiar por mucho que nos intenten convencer.

Si fueramos una sociedad inteligente empezaríamos a intentar comprar productos que tuvieran el sello y el marchamo de "fabricado en España". Alguien debería decirlo y todos deberíamos hacerlo, no por trasnochados nacionalismos sino por nuestra propia supervivencia. Cuando compramos algo en Mediamarkt deberíamos de pensar "Nosotros sí somos tontos".

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