Marzo es azul



Dedicado a Blanca la persona que me inspiró este artículo




El cielo, libre de nubes, se alzaba como un telón de azul delicado tras los tejados morunos del pueblo bajo un sol que bañaba de tonos cálidos los muros y paredes asomados sobre los frescos cañaverales. En la mañana el azahar todavía perfumaba las sendas entre huertos y bancales. Tanto abandono no ha conseguido acabar con todos esos bosques artificiales mimados por la mano del labrador que son los naranjales. Espacios libres de maleza y ahora mismo engalanados como para una fiesta . El azahar de los ramos de novia es el mismo que portan ceremoniosos los centinelas de verde profundo. Millones de abejas, embriagadas con la llegada de la primavera, visitan esos jardines diminutos llenos de atrayentes golosinas. Serias y responsables trabajan concienzudamente en llevar alimento a su prole. Los animales despiertan al celo con furiosos cantos de vida.

Con un sol en vuelo raso sobre el tapiz de hierba rociada con miles de gotitas de agua, el cauce parecía puro oro al llegar al río. Una calzada de huevos de dinosaurio, desgastados en su lento peregrinar hacia el mar, me ha llevado en volandas hasta la corriente de agua que canturreaba su tranquila letanía cuesta abajo. El perro, feliz de salir tan pronto y explorar el territorio del clan, ha corrido al ver una pareja de patos. Éstos han escapado aleteando pesada y majestuosamente. Frente a la supuesta inteligencia del cánido las aves han ido iniciando una serie corta de vuelos probablemente para alejar al depredador de sus nidos. Feliz, por otro lado, Troy ha corrido sin descanso chapoteando en las charcas y la corriente del río. El lobo que lleva dentro ha asomado por unos instantes en una escena de sabor arcaico.

Pasear en estas noches con luna es sumergirse en un océano de azules platas y negros. La temperatura invita, paulatinamente a perderse en la soledad del campo. En ese momento de recogimiento se levanta la vista a la cúpula estrellada y se puede sentir ese pálpito universal, esa geometría de la que sólo somos una diminuta pieza. Nuestra propia pequeñez ante el infinito alivia nuestros problemas, que parecen, por un momento, lejanos. 

Da gusto salir a pasear al alba o en el atardecer estos días de primavera. El invierno ha sido duro en muchos aspectos y oleadas de primavera parecen ofrecer un alivio a tanta melancolía. El mundo es bello y su belleza, afortunadamente, es gratuita. Tal vez el error de hace unos años fue pensar que la vida era necesariamente mejor si teníamos mejores casas, coches más potentes,  viajábamos a lugares exóticos y todo ello al alcance del dinero a crédito. Es cierto que sólo trabajábamos y que aspirábamos a la promesa de una vida mejor. No hemos perdido por ello el derecho a renegar de aquellos que nos niegan los sueños, pero la liberación personal sólo llegará cuando reconozcamos que nos dejamos tentar por la promesa de una vida fácil. Esa actitud personal de vivir de prestado que nos arruinó, es la misma que ejercemos contra el planeta y que tantos cambios está provocando en todos los ecosistemas.

Debería ser tiempo de cambio. Tiempo de lucha por el futuro pero de modestia y sobriedad en la vida personal. Será hermoso volver a disfrutar de un paseo, de una charla con amigo o de ver a los niños felices en su inocencia. Hay mucha vida por vivir si abrimos ese tercer ojo de la sabiduría y aprendemos a apreciar los tesoros más cercanos.

Una amiga me dijo que escogiera un color como símbolo de futuro. Tal vez sería hermoso escoger azul. Quería compartir con vosotros un poco de esperanza, un poco de ese azul de marzo.



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