En la intimidad de casa

Esta mañana hemos salido a pasear cruzando las calles del pueblo. En casa de uno de nuestros vecinos, Luís un anciano y su esposa que padece demencia, una latinoamericana barría en la sala de acceso. Abierta de par en par a la calle dejaba ver el estilo sencillo de una casa de pueblo sin pretensiones ni formalidades de dos personas en el ocaso de sus vidas.

Un poco más adelante, se veía una imagen de la Virgen de los Desamparados en cerámica colgada en una cocina. Por delante un comedor con muebles de corte barroco y fotos familiares. Continuando calle arriba una vecina limpiaba con esmero su trozo de acera. Tras la puerta abierta otro atisbo de intimidad con plantas e imágenes de días de fiesta en familia. Desde el río se adivinan jardines y patios traseros donde disfrutar del sol o de la noche sin ser visto.

Pocas veces nos detenemos a pensar lo maravilloso que es disponer de un espacio propio donde construir un mundo a nuestra medida y, por eso mismo, la sensación de desamparo que debe suponer perderlo súbitamente.

Estos días están siendo especialmente terribles para Palestina. Un ejército moderno, con toda la tecnología y el poder está atacando los guetos palestinos con toda crudeza. Éstos responden pero con mucho menor éxito. En este mismo momento las víctimas ya son 167 de ellas 30 niños. Oí en las noticias que se lanza un ataque previo y en apenas un minuto se lanza un segundo que pulveriza la zona. Los israelíes, incluso, instan a abandonar las viviendas con un mensaje amenazador que se recibe en los teléfonos móviles de la zona norte de la Franja de Gaza.

No quiero entrar en el fondo de la cuestión ya que el conflicto, en su fase actual, vino precedido por asesinatos crueles de adolescentes por uno y otro lado y hace tiempo que la locura, la violencia y el fanatismo llevan a los dos bandos a cometer atrocidades, eso sí, David contra Goliat. La potencia de las fuerzas israelíes es desmesurada contra la capacidad ofensiva palestina que no llega más que a arañar la férrea seguridad del estado judío.

El que me conmueve es la tragedia humana que se oculta detrás de cada bombardeo en zonas con civiles. Me imagino lo mismo aquí, en mi pueblo. Pienso en la pareja de ancianos con suerte vivos pero sin techo, en esa señora que limpia su acera y con su casa llena de recuerdos familiares. Me pongo en la piel de un padre retirando escombros para sacar de el cuerpo de un hijo muerto. No creo que entendamos la tragedia de Palestina o Siria si no la personalizamos poniéndole cara y cuerpo de las personas que conocemos y queremos e imaginamos qué sentiríamos sabiéndolos muertos, heridos o huérfanos de su casa.

Vivimos tan rápidamente, tan centrados en nuestras polémicas locales que hemos creado una cuero que nos encierra en nuestro pequeño paraíso estable en un mundo terriblemente injusto que, llegado el caso, nos podría golpear en la intimidad de nuestra casa.


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