El factor D


Mi hija acaba de finalizar con resultados excelentes su primer curso en la universidad. Era un reto ver cómo respondería en la nueva etapa después de dos años estudiando en mi instituto. No fueron ni uno ni dos los que preguntaron con extrañeza porqué la llevaba a Villalonga y no a un centro privado o concertado de Gandía. Había un cierto retintín y conmiseración por nuestra decisión. Tengo que agradecer a los profesores que tuvo porque, a la vista está, ha podido superar el reto sin problemas.

Hace años, trabajando en el Instituto de Pego, asistí a los últimos años del sistema escolar que empezaba con la EGB, seguía con el BUP y finalizaba con el COU. Los alumnos podían decidirse, una vez cumplían los catorce en ir a la FP o seguir la vía universitaria. Año tras año la queja entre los profesores, era que los alumnos llegaban con menor nivel. Al parecer fue inspección la que impuso un tanto por ciento de aprobados o, en otro caso, empezaría a entrometerse en el aula del profesor que suspendía más allá del porcentaje tolerado. Una vez aprobados y dada la falta de expectativas de la FP todo el mundo entraba automáticamente al BUP. El nivel fue a menos y llegó la reforma. Poco más o menos. Hay muchos más matices en los que no voy a entrar.

Ya se empezaba a hablar en aquella época del fracaso del estudiante y se imponía una estadística favorable al ministerios o la consellería más que ir a la raíz del problema. En la famosa novela de 1984 la estadística siempre formó parte de la manipulación sistemática de la percepción de la realidad. Cuando no se llegaba al número deseado de producción de alimentos se cambiaba la estadística y se eliminaba toda referencia a una realidad diferente. Así el sistema parecía estar sano. La estadística era la realidad, pero a la vez cambiaba la realidad, creaba dinámicas sociales.

Hace un par de días recibimos con alegría el posicionamiento de nuestro centro el IES VALL DE LA SAFOR como el número 75 en resultados de la selectividad en una estadística publicada en la prensa. Por delante los resultados del Gregori Maians y por detrás, a diferentes distancias, los otros centros de la Safor. Creo que desde esta posición se puede criticar mejor el fenómeno ya que no es una rabieta por haber salido malparados del trance.

La estadística, tanto como otras que va facilitando la Consellería de tanto en tanto, se publican con bombo y platillo en los diarios digitales de referencia en Valencia, a saber, Levante y Las Provincias. Casi siempre los centros privados de elite se llevan los comentarios favorables a su calidad. Nadie habla de la diferencia de medios, de las dificultades que se dan en centros de la periferia de las grandes ciudades o de la falta de interés de una sociedad de metas rurales o procedente de obreros de la industria. Las clases medias con formación universitaria tiene clara la meta. Yo diría que el mismo hecho de llevar voluntariamente a tu hijo a un centro donde debes pagar por algo que puedes tener gratis ya distorsiona porque tu actitud ya es proactiva y eso lo ven tus hijos.

El análisis de los datos puede cambiar la percepción de la estadística con facilidad. No es lo mismo un colegio que presenta una docena de alumnos que otro que presenta más de un centenar. Hay, por otro lado, diferencias numéricas escandalosas, como, por ejemplo, la que va de la nota promedio del bachillerato en un centro de la que sacan los mismos alumnos en los exámenes de las pruebas de acceso a la universidad a pelo. Tal vez la nota pura y dura de la selectividad es más realista, si es que nos queremos comparar y aún así podemos tener un centro con una asignatura mal preparada, o con un tema no tratado y que baje la estadística u otro donde por efectos del azar ese año tengan dos talentos y aparezca el mejor de la lista. Si la estadística pura de la selectividad, descontando las notas del bachillerato, se acumulara durante años hablaría más del nivel del centro que de la nota puntual de un año. En cualquier caso no me gusta esta interpretación cicatera de las notas.

No es una cuestión baladí. De unas décimas dependen los sueños y esperanzas de muchos alumnos tanto como la economía de sus familias. Es bien sabido, porque en este mundillo nos conocemos todos, que hay centros que sistemáticamente hinchan las notas durante el bachillerato, pasando así de una décima por encima de una nota hasta la siguiente. Puede darse que a un alumno se le pase de 8,1 a 9 y a final de curso con la media de nueves de 9,1 a 10 por arte de birlibirloque. No hay que ser hipócritas, todos hacemos por ayudar todo lo que se puede a nuestros alumnos en la nota pero hay un margen razonable dentro de la lógica de las notas y hay estaciones de bombeo automáticas que pueden introducir desigualdades escandalosas.

La nueva ley Wert va a trasladar la evaluación al interior de los centros, evitando así un examen que, no por cruel y estresante, al menos era igual en sus justicias e injusticias.

La administración nos está empujando a procesos de competitividad entre centros que están llevando a extremos demenciales. 

Tengo el mayor respeto por los docentes de todos los centros, privados, concertados y públicos. Creo que hay magníficos profesionales en muchos de ellos y que unos nos podemos dar lecciones de gestión y profesionalidad a otros. Lo que entiendo es que ellos y sus centros viven de la imagen y el marketing. Sé en primera persona que la presión de los resultados frente a los padres les obliga conseguir que la estadística cuadre. Siempre hay un responsable del centro, llámese director, propietario o la hermana María que con mayor o menor discreción obliga a seguir la política de notas del centro. Este fenómeno hace que lo mejor de la primaria y de la ESO de los colegios concertados de Gandía se esté yendo mayoritariamente a un centro de pago y ello resta a muchos buenos alumnos de clase media y familias con interés en el estudio a los centros públicos antes indiscutibles. También sabemos que otros centros se especializan en recoger alumnos imposibles y sacarles a flote amarrados a una boya aunque no sepan nadar.

Con horror vemos que si nos descuidamos la profecía se cumple ya que se incrementa la proporción de malos alumnos respecto a buenos en nuestras aulas y se ponen en peligro líneas por falta de masa crítica para hacer un grupo. Ante el peligro la reacción, la competición y el "y yo más".

Toda esta absurda carrera sin control esta introduciendo un factor D, de de distorsión de la estadística. Nos vemos evaluados por rankings y listados y establecemos una competición perversa o nos vemos abocados a la mala fama. Por si fuera poco los presupuestos de los centros públicos están sometidos a recortes mientras quien puede pagar invierte un buen número de euros al mes para garantizar la calidad aunque, en el fondo y de buena fe, estén comprando resultados. Además el que paga ya se encarga de difundir todo lo que puede lo inteligente de su inversión, cosa que no hace el que tiene un servicio gratuito.

Si a todo esto sumamos la proliferación de universidades públicas y titulaciones a la carta, siempre que se tenga la billetera repleta, llegamos a una Distorsión del sistema educativo y su valor como germen de un futuro y garante de la igualdad de oportunidades.

Creo que es insana esta obsesión por la imagen y los listados. Los números tienen lecturas mucho más complicadas que la simplicidad de las medias y cualquier lectura sesgada introduce la distorsión y conlleva cambios en la evaluación del proceso formativo. Los únicos que puede poner las cosas en su sitio es el Gobierno Central tanto como el autonómico, pero visto lo visto no creo que tengan el menor interés. En el fondo siempre han creído en un sistema a la carta para el que paga y un sistema de beneficencia para el resto.


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