Domingo de otoño

El gris matizado del próximo noviembre se mezcla con la viscosa humedad de un octubre lluvioso. Hojas podridas e insectos en descomposición yacen al fondo de la piscina como el mismo verano que disolvió entre la lluvia.

El frío empieza a calar bajo las capas de ropa y el molesto constipado raspa la garganta como una lija . Otra vez la pastilla de la tensión ,el inhalador y a seguir camino. El tiempo no se detiene y las tiritas poco hacen para tapar la herida que causa.

Cuatro días de viaje y cuatro de trabajo han desembocado en una pereza absoluta. Todo el día en el sofá de la buhardilla zapeando al rítmo de las gotas que golpean las claraboyas. Sólo mi jefe y sus repentinas ideas me han sacado del sopor.

Se acerca el momento del paseo dominical como una ceremonia tras un sábado ocioso. Me imagino al perro corriendo desaforado entre las dunas en un paisaje de grises. Él tendrá una existencia mucho más corta. Cuando mira con sus ojos melosos inspira ternura por su ignorancia de bruto. No se si será más feliz en su ignorancia pero al no llegar ni siquiera a sospechar sus limitaciones tampoco alcanza a preocuparse por el futuro. Feliz él con sus carreras y sus juegos infantiles porque cuando le llegue la hora nada le turbará.

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