Alumnos


Estoy metido en el agujero oscuro que tenemos por departamento y que se comunica con la clase con un hueco que jamás llegó a la categoría de puerta. Oigo a mi compañera peleando con uno de los terceros y como un espía privilegiado los veo trabajando, haciendo el tonto o fingiendo para que no se les note.



Trabajar con seres humanos en plena maduración es complicado y nunca sabes si es gratificante o la peor de las torturas. Esta profesión de profesor resulta en ocasiones deprimente o tal vez es que nunca fue mi vocación y sí un trabajo.



Hace unos minutos han venido dos alumnas de las más pequeñas a preguntar sus dudas. Las he recibido y les he explicado lo que querían. Así en pequeño comité y con interés por medio es gratificante. En cambio, ellas mismas ayer en el contexto de su clase resultaban indigestas mezcladas con otros compañeros interesados en reventar la clase. Intentar explicar exactamente lo mismo con un ambiente de risitas y comentarios soto voce es tan frustrante como intentar cazar moscas con pinzas. Notas que no puedes elaborar un discurso entre interrupción, riña y discusión. Es el momento en el que el automático salta y el cerebro dice. ¿Qué cojones hago yo enseñando a medir a estos inútiles que jamás llegarán a dibujantes?



Oigo los chillidos de los de tercero. Uno de ellos ha sido expulsado y un par de maleducadas chillan desaforadas llamando a mi compañera. De tanto en tanto ella detiene a los transgresores para recuperar una atmósfera de trabajo adecuada.



Cuando se dijo que trabajar sería,a partir de la expulsión del Paraiso Terrenal, un castigo, me imagino que se refería a ésto. Una actividad que no te llena y que en cambio te produce frustración. No me imagino de oficinista y reconozco que también esta profesión tiene sus buenos ratos, pero no puedo evitar que en ocasiones sea una carga pesada. Hay niños por los que no puedo evitar, pasados los años y tras conocerlos bien, una antipatía profunda más allá de los eventuales disgustos del día a día. Son personas y finalmente la química se da o no se da, sin más.



Por fortuna con el tiempo algunos alumnos te reconcilian con tu profesión. Cuando un grupito viene y te visita con cariño sin necesidad de un aprobado o ves a un alumno pasados diez años y convertido en un profesional con futuro o simplemente un trabajador de base, te saluda con un cariño ya no condicionado por la nota, te das cuenta que la enseñanza es, a pesar de todo, el único camino para forjar el futuro de las personas y de un país.

Han pasado unas horas, otra vez frente a la pantalla para rematar la entrada al blog. Al salir del centro he visto sobre la acera un folleto contra las drogas de los que entrega la consellería. Probablemente algún salvaje lo ha lanzado por la ventana después de hacerlo trizas. Allá van cincuenta céntimos dedicados a educación. Cuando no es un extintor vacío, una puerta destrozada o un interruptor....
Es ese desprecio por las cosas me vuelve a poner sobre la duda y es precisamente lo que creo que nos acaba desgastando a todos los profesores: vivir eternamente entre la esperanza y la realidad frustrante. Sabes que habrá alumnos que jamás entrarán al juego del saber y solo llegarán con suerte a malvivir sin pena ni gloria. Otros llegarán a ser la espina dorsal del mundo del futuro. Pero en el camino somos nosotros los que nos vamos consumiendo.




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