La neutralidad y la docencia


Leo en el diario La Vanguardia un artículo en la que se muestra que una encuesta dice que siete de cada diez docentes piensan que se tiene que hablar del "Procés" en las aulas.

Es difícil, a veces, evitar hablar en las aulas de los temas que preocupan a una sociedad. No solo digo del "Procés", como pasa en Cataluña, sino del aborto, la inmigración, el feminismo, el cambio climático, etc., etc. Es complicado y, además, hacerlo desde la postura del profesional y no del particular.

Creo que la función de las aulas es también la de inculcar comportamientos y hábitos democráticos como, por ejemplo, el respeto, el debate, la política como herramienta digna de gestionar "la polis" o la comprensión de los derechos humanos entre otros temas que nos afectan como sociedad.

El docente tiene el deber de intentar explicar, como parte de la transversalidad de su materia, los posicionamientos sociales diversos sin convertir una clase en un mitin y sin adoctrinar, ni abusar tampoco del tiempo que se dedica al tema. Cómo se hace esto?

Desde mi punto de vista, si quieres expresar tu opinión, ha de ser desde el respeto y la humildad. Lo tienes que hacer como uno más, y no aprovechando la autoridad que tenemos frente a los alumnos porque así cruzamos la línea del adoctrinamiento. Debemos hacer todas las precisiones sobre las posturas personales añadiendo frases como "yo pienso", "y esta es mi opinión personal", etc. No hemos nunca de monopolizar la clase porque muchos niños callan por la presión del medio, mucho más si el profesor se manifiesta claramente en un sentido o el otro. Por otro lado también es función nuestra ser moderadores del debate introduciendo matices o precisiones que hay que añadir en el debate.

Lo que es cierto es que es difícil hacer un discurso neutral en determinados momentos y ante evidencias históricas o científicas que quieren ser rebatidas por alumnos determinados. Solo hay que hablar de la Teoría de la Evolución y los cristianos evangélicos o los testigos de Jehovà suelen hacer una oposición militante. Pienso que hay que evitar ofender los posicionamientos políticos o religiosos de los alumnos y sus familias siempre que sean democráticos, legítimos y pacíficos por más que pensamos que unos tienen más razón que los otros. En cambio, si hay una verdad científica o comprobable históricamente defenderla con respeto pero con determinación. En este sentido si hablamos, por ejemplo, de la evolución hay que aportar las pertinentes pruebas científicas o si se habla del genocidio de los judíos en la segunda Guerra Mundial argumentos y pruebas históricas.

En caso de duda, de pensar que no sabes hacerlo o que no quieres arriesgar, está este 30% que no se atreve a comentar determinados temas. Bien, es una postura, pero también renunciamos a enseñar democracia a nuestros niños dando una sensación aséptica que no es real y faltando a las tareas que tenemos como educadores, no solo de nuestra materia sino de la misma convivencia en sociedad en la cual, en unos años, se verán como jóvenes adultos.

Pienso que con profesionalidad, y sin dejarse llevar por la propia ideología, tan digna como la que más, se puede informar de cómo son las posturas sociales alrededor de un tema de debate. Incluso ejerciendo tú mismo de abogado del diablo ( y manifestándolo así a los alumnos) proponiendo algún argumento contrario a tus ideas para que se hagan una idea cabal de la complejidad de la sociedad y no solo de un punto de vista si es que éste no aparece de manera natural.

El otro día hablábamos a tutoría, por ejemplo de la indumentaria y como deberían venir vestidos a clase. Comparaban así el caso de Torrevieja y una alumna con ropa muy explícita según el centro con una musulmana y el pañuelo a otro de Valencia, un alumno con gorra dentro de la clase como ocurrió hace años en nuestro centro o el mismo profesor y su formalidad en la vestimenta. Mostrando la complejidad del problema, al menos, se permite al alumno construir una idea sobre él mismo y su forma de ver el mundo.

Fuera de las aulas, lejos ya de la función docente, como ciudadanos que somos, tenemos el derecho (y el deber de) de manifestarnos libremente según las normas democráticas y con nuestra propia ideología. Dentro de las aulas tenemos que ser profesionales de la enseñanza.

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