Una caja llena de cartas

Del naufragio que ha supuesto la muerte de mis padres han surgido, flotando en el mar de la vida, unos cuantos objetos del pasado almacenados durante décadas en los cajones del olvido. En mi escritorio de soltero había una caja metálica azul con motivos japoneses de Cola Cao, de las que se estilaba guardar por allá los años setenta, para meter legumbres, hilaturas y tijeras a modo de costurero o viejas cartas que se decidía conservar. Mi hija, al verla, dijo, "¡Qué guay, es vintage total!" Vintage, un eufemismo que se han inventado para darle un toque elegante a lo que es chatarra del pasado. Será que yo soy vintage.

Dentro de la caja estaban congeladas en el tiempo decenas de cartas de un "yo" adolescente escondido entre papeles. En realidad, para ser justos, el eco del que fui, ya que son las respuestas a las cartas que yo enviaba.

¡Quien lo iba a decir! Hoy las cartas y el correo de papel están tan pasados de moda que los jóvenes han inventado en término "Snail mail" (Correo caracol) para recuperar esa emoción de recibir un objeto llegado de lugares que apenas puedes imaginar por el contenido.

Han pasado muchas décadas desde aquellos años finales en el instituto y primeros en la Universidad. Saco las cartas y recobro con la fantasía de la imaginación, el vino añejo de los recuerdos y la experiencia del adulto, las vidas que se cruzaron conmigo aquellos años. He de decir que la sorpresa es muchas veces desconcertante porque descubro cosas que se habían borrado de mi memoria como si nunca las hubiera vivido. Cada carta es, en si, un pedazo de la personalidad y circunstancia de su autor, un testimonio de un tiempo no tan inocente como ahora parece. Una de mis amigas de Madrid, hija de militares me decía, "Suarez ha dimitido, pobre, a ver si sale ahora Blas Piñar". Otra carta contaba de la incertidumbre de un soldado en Cartagena el día de 23 de Febrero de 1981 en pleno golpe. Una amiga de familia de empresarios, me contaba de sus manifestaciones vestida de falangista y ondeando la bandera de España por las calles de Madrid, (He de decir que Google me ha descubierto, para mi sorpresa que está imputada en el caso Gürtel, de casta le viene al galgo). ¡Ay los amigos de Madrid de aquella época! La mayoría eran ultraderecha pija, superficial y de pose, conforme a la moda en la capital entre los niños bien de la época. Madrid siempre se ha dado fama de tolerante pero la mayoría de los que vinieron a pasar las vacaciones a Gandía aquellos años era los mismos hijos de los que se movían en las esferas del poder a unos pocos años de la muerte del dictador. No era extraño ver a los cachorros de la burguesía tomar la primera línea de la playa con sus coches en dieciocho de julio.

Eran tiempos de cambios entre el instituto y la universidad, la incertidumbre del futuro, la elección de novios, la atracción o el rechazo como lo son ahora para mis alumnos de segundo de bachillerato. En esa época se pensaba en futuro tal y como ahora mismo pensamos considerando el pasado. En gran medida de aquellas decisiones se ha desarrollado nuestra vida.

Otro de mis amigos, Milán, se manifestaba como "ecologista, pacifista y anarquista". Hoy es el director (o lo ha sido en tiempos recientes ) de la central mexicada de una conocida casa de seguros, según deja ver google. No sé nada más de él. ¿Qué queda de aquel adolescente sensible, barbudo, que me fascinó con una cámara reflex que yo no me podía permitir? ¿Seguirá inspirado por Hölderlin? Ya no se nada de ellos, ni de él ni de sus hermanos, pero en cualquier caso dejaron huella en mi vida. Creo que si hoy vivo la pasión de la fotografía es en parte por aquella semilla sembrada por el azar.

Hubo una chica que me empapelaba a cartas. Probablemente quería algo más que la amistad de la cual yo no quería pasar y se desesperaba con mi tardanza a la hora de contestar. ¡Qué terrible es querer y no ser correspondido y qué dificil mantener el equilibrio entre la cordialidad y el deseo de no pasar adelante!

Encuentro una carta mía que jamás fue enviada. ¿A quien iba dirigida? Era una chica, entiendo. Es curioso leerme serio y remilgado entre la formalidad y la inocencia. ¿Quien era yo? ¿Qué queda de mí? Llevar cinco décadas a las espaldas sobre todo conlleva experiencia, grandes momentos y dolorosas pérdidas. No puedo lamentarme, confieso, robando las palabras a Neruda, que he vivido, he viajado y he navegado en mejores mares y en otros más atormentados.

Reviso el facebook y descubro que una futura periodista en 1982, Carmina, que corría por las mañanas en la playa, es una profesional allá en Galicia. Las fotos la muestran cambiada, pero, como suele ocurrir con las mujeres, mucho menos que nosotros los hombres. En su muro se muestra casi como la recordaba, una persona con compromisos y causas. Algo debe de quedar en nosotros de aquello que fuimos. No todo se pierde por el camino.


Damián Catalá, mi mentor, mi maestro de pintura, me escribía en la Navidad de 1979 desde Montpellier. Entre líneas me regaló un poema inédito.

"Nieva.
Los cipreses hieráticos
no doblan la cabeza,
¡Pero las adelfas...!
Sus cinco monedas
de hojas alternas
reparten los rosales
cerca de la verja.
Hoy todos los rosales tienen
la misma apariencia.
Nieva
¿Sobre mi conciencia?"

El espíritu de un poeta desconocido fuera de Gandía surge con vida y se adivinan sus inquietudes vitales, sus contradicciones y sus consejos de maestro. Entonces era para mí un referente adulto y ahora soy yo el que cuenta la vida en décadas. Todavía me quedan unos años si es que le alcanzo, pero ya no tantos. En la siguiente carta me anima a escribir en la revista del instituto más allá de ser ilustrador. Pues bien, Damián, sigo haciéndolo. En sus palabras "la cultura se hace". Cuanta falta hace su espíritu anarquista en este mundo sin corazón y mercantilista.

La memoria vive también encerrada en los papeles del pasado. Finalmente es su destino. El perder el contacto también es una forma de idealizar a los desconocidos. De hecho el tiempo y la distancia nos ha hecho ya extraños. Es el día a día la gran prueba vital que descubre la fortaleza de nuestras relaciones. Como dijera Ernesto Sabato "La frase 'todo tiempo pasado fue mejor' no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que -felizmente- la gente las echa en el olvido." Vivimos encerrados en nuestro propio tunel y en ocasiones éste se conecta con ventanas en los túneles de aquellos con quien nos toca convivir. Fue Carmina la que me regaló el 1982 este libro, "El tunel". En su dedicatoria me dejó escrito con trazo firme, negro sobre blanco, "Que nunca dejemos de preguntar. Hacia un compañero". De eso se trata. ¿Quienes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?

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