Barras y estrellas



De día se los ve cruzando el cielo por el oeste o sobrevolando el mar. Sus estelas dejan finas líneas que lucen como tubos de neón a contraluz o dibujan trazos de tiza en una pizarra celeste si tienen el sol de frente. Ver un avión provocaba en mi niñez esa ilusión inmediata y misteriosa de un objeto lleno de viajeros que desafía todas las leyes de la gravedad. El nuevo siglo y sus dispositivos nos ha traído esa inmediatez de la información y basta abrir un icono en el teléfono y se dispone de un mapa lleno de pequeños aviones sobrevolando nuestras tierras. Basta con pulsar y ver el indicativo para poder contestar esa pregunta tantas veces hecha en la infancia. ¿De donde vendrá? ¿A dónde irá? ¿Quien ira dentro?

Una tarde de verano vi uno mucho más alto que los que acaban de despegar de Alicante. Origen Malabo, destino Madrid. Historias de selvas húmedas, África salvaje, países de aventura...Van quedando lejos los tiempos en que volaba con tanta frecuencia que ni siquiera me dignaba a despegar la vista del libro mientras el gran ave metálica rugía en la potencia del despegue. Fueron tiempos de tormentas amazónicas y montañas de diorama. Tuve la suerte de ver lagos y nevados, la torre Eiffel desde el aire o el Báltico bañado en oro. En otros viajes era yo mismo el que veía como al otro lado del espejo un diminuto punto blanco que reconocía como mi casa. Es el primer año en muchos en los que no he salido de España.

Vivimos un tiempo extraño en que España parece haberse convertido en una cárcel. La que fue nuestra casa es ahora una jaula que nos encierra y nos atenaza. Parece como si el destino hubiera creado una tormenta perfecta de la que no nos podemos esconder. Los sufridos ciudadanos de clase media nos reconocemos en las colas de la panadería o del supermercado, en los negociados de cualquier administración del estado y nos consolamos en la queja. Suena a frase hecha, pero la clase política parece empeñada en una competir por arruinarnos los sueños. El Partido que nos gobierna ha abrazado la política de los recortes y la revolución ultraconservadora mientras se tiran unos a otros la carroña de la corrupción. La oposición no encuentra auténtico líder de recambio o se dedica a meter la pata con tweets desafortunados. Por todos los lados se nos merma la capacidad de vivir dignamente.

Verano triste. Mucho más después de tantas vidas truncadas en un accidente simbólico. El AVE la apuesta de tantos políticos para la foto, descarrila cual TITANIC insumergible. El curso quieren alargarlo mientras recortan recursos y convierten las clases en campos de batalla entre alumnos desmotivados y profesores atacados por su retaguardia. El paro sigue todavía en niveles insostenibles y cada vez más jubilados son el soporte de su familia.

Miro al cielo obsesionado como el prisionero que sueña con el vuelo de la gaviota. Los aviones vuelan muy alto para alcanzarlos. Hay que ahorrar, hay que preparar un futuro con menos ingresos en nuestra familia. Quiero escapar de este país encerrado en rejas dibujadas por aviones de Ryan Air. Quiero salir a esas estrellas que siguen centelleando allá arriba. Quiero pensar que cada estrella es un sueño todavía posible y volar.

Noche entre naranjos. La luna flota como una gran calabaza sobre las siluetas negras. El perro olfatea entretenido rastros por los huertos. Para él nunca existe el futuro. Miro el cielo y un pequeño punto se distingue por las luces rojas de posición que se encienden y se apagan intermitentemente  Hay que volar. Es tiempo de huir de esta prisión en la que se ha convertido nuestra propia tierra aunque sea por unos días.

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