Mariposa vagarosa. El poder de la poesía



El día ha amanecido plomizo. He preguntado en recepción por mi madre y me han dicho que la buscara por las salas. Una enfermera me ha dicho que subiera por el ascensor al segundo piso y allí, en una sala, aparcada entre muchos ancianos estaba en su silla. Los ancianos levantan la vista y te observan con miradas vacías.
Me ha reconocido enseguida y se le han puesto los ojos vidriosos. Hoy estaba lúcida y añoraba sin duda su casa. Con el carro hemos pasado a un salón y le he mostrado unas hojas que había impreso para ella.  Mi madre siempre fue una niña aplicada. Le gustaba el colegio, le encantaba leer y aprender incluso en un tiempo de guerra y sirenas antiaéreas o bajo las alas de la hermana Modesta en los tiempos de hambre y posguerra. Entre sus libros  del colegio estaba este poema que aprendió y que siempre recordaba.
Mariposa,
Vagarosa
Rica en tinte y en donaire
¿qué haces tú de rosa en rosa?
¿de qué vives en el aire?

Por puro mimetismo yo la sabía, aunque por la deformación de la transmisión oral cambiaba la tercera estrofa por “Rica en dientes y en donaires”. Nunca entendí que pintaba una mariposa dentada, pero bueno, tampoco me hice muchas preguntas hasta que pude tener la letra original. Siempre imaginaba a mi madre como la niña que fue, subida en una silla el día de Navidad, demostrando su memoria y su dicción delante de la familia. Mi padre algunos años mayor, también fue de esa generación donde los niños desarrollaban su memoria con el teatro o la  declamación casi siempre en funciones organizadas por la parroquia o los curas de la Congregación Mariana. En su caso su poema favorito era de Espronceda, dramático y terrible como pocos.

Me gusta ver el cielo
con negros nubarrones
y oír los aquilones
horrísonos bramar,
me gusta ver la noche
sin luna y sin estrellas,
y sólo las centellas la tierra iluminar.

Mi padre disfrutaba cuando lo decía con voz desgarrada y dramática regodeándose y actuando con cara de sátiro como si él mismo estuviera abriendo las tumbas a zarpazos.

Nuestra generación, por suerte, todavía pudo disfrutar de los poemas aprendidos y declamados, en mi caso recuerdo entre otros  la maravillosamente evocadora y romántica “Canción del Pirata” y unos versos de Verlaine que flotan en mi cerebro desde que los aprendí en francés.

Il pleure dans mon coeur

Comme il pleut sur la ville ;
Quelle est cette langueur
Qui pénètre mon coeur ?


Muchos aprendimos un poco poesía cantando con Serrat. Aprendimos el Caminante no hay camino de Machado, el Para la libertad de Miguel Hernández o el desgarro de canciones como "Te recuerdo Amanda" pura poesía hecha canción por Victor Jara.

El primer día en que visité a mi madre en la residencia tenía preparada una pequeña sorpresa. Había localizado en internet el poema de la mariposa y otro que ella todavía recordaba.

¡Que linda en la rama
la fruta se ve!
Si lanzo una piedra
tendrá que caer.

No es mío este huerto
no es mío lo sé:
más yo de esa fruta
quisiera comer.

Ese día no tendía la mente muy clara y su voz era apenas un suspiro, pero cuando me escuchó leer en voz alta desde la pantalla del teléfono se puso a recitarlo haciendo coro y se le iluminó la cara mientras su voz tomaba cuerpo. Me tienes que traer las poesías otra vez me dijo al despedirme.

Hoy llevaba ilusionado un par de hojas impresas y protegidas por una funda de plástico. Nos hemos sentado con mi tía Maruja, también ingresada en el centro, y en un extremo del porche he oído a mi madre leer con total coherencia ambos textos. Después de días de conversaciones incoherentes apenas audibles he recuperado un poquito a mi madre. La he recuperado con la belleza de la poesía que se resiste a desaparecer de su cerebro. Ha vuelto a abrirse la luz con ese poema que fue y es suyo y ahora también parte muy íntima de mí.


Mi madre hoy estaba mejor. Podía caminar y se ha acercado a despedirme a la puerta. Le he hecho un gesto con la mano que ha contestado. Un beso desde la distancia y allá la he dejado, menuda y frágil. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

No era el dia, no era la millor ruta. Penya Roja de la Serra de Corbera.

Animaladas

Andrés Mayordomo, desaparecido un día como el de hoy