Golpe de estado


La reunión secreta tuvo lugar en un restaurante de carretera pasado el límite provincial de Alicante, ya en Murcia y no muy lejos de Albacete. El paisaje de ocres con pequeños cabezos terrosos se perdía entre áridos campos y viñedos. Mariano González y Jose Luís Arias abandonaron sus vehículos oficiales, según acuerdo previo, unos veinte kilómetros antes de llegar al lugar de encuentro. Unos utilitarios de alquiler serían suficientes para llegar a la cita sin levantar demasiadas sospechas.
El dueño del restaurante, personaje de confianza de ambos partidos -ya se sabe, viejas recalificaciones comunes-  les había reservado un pequeño comedor decorado como viejo mesón castellano. Más allá de la ventana con mosquitos chocando torpemente contra el cristal luz asfixiante del verano de la meseta.

Nos han jodido los cabrones estos, espetó Mariano. Sí, y el caso es que me lo veía venir por lo que pasó el año pasado en Ponferrada, agregó Jose Luís. Tenemos que volver a retomar el control. ¿Qué se te ocurre? . Mmmm… rezongó Mariano. Pues como no nos inventemos otro partido…
Hacía a penas dieciocho meses que un movimiento social sin precedentes, algunos decía que salía del cabreo de los funcionarios, otros del 11M, otros que de las manifestaciones tras las sucesivas reformas que recortaron derechos sociales. Como suele suceder desde el invento del twiter y del Facebook la iniciativa salió de la nada y corrió como la pólvora por las redes sociales. Desde ese momento millones de personas se afiliaron a los partidos tradicionales y tomaron sedes locales desde donde desbancaron, en primer lugar, a todos los politiquillos locales acostumbrados a cenas opíparas y a tejemanejes de solar recalificado. Los cientos de miles de nuevos cargos, mayoría sin duda, ocuparon como ejército alienígeno los bancos de las diputaciones y parlamentos autonómicos en las elecciones de mayo. El parlamento del estado continuaba en manos de la vieja guardia pero el tiempo de los congresos de partido y las elecciones generales se acercaban a una velocidad que la vieja guardia temía.

¿Qué hacemos Mariano? Pues no se me ocurre. Podemos llamar a la banca, para que nos ayudaran a refundar un nuevo partido popular y un nuevo partido socialista… Nos tendrán más cogidos de los cojones de lo que ahora nos tienen, contestó Arias. Con los empresarios queda poco que hacer porque son clara minoría y tienen miedo de la fuerza que ahora tienen los nuevos sindicatos. Me temo que tenemos difícil gobernar otra vez. Ya te lo dije yo José Luís, contestó González, con Franco estábamos mejor. Pensábamos que teníamos atada y bien atada esta democracia de mierda, pero nos han ganado la mano. Sí, algo habrá que hacer…
Un camión pasó rápido por la carretera mientras los escoltas fumaban sentados en sendas sillas de plástico en el porche del local. Los dos viejos dirigentes con lentes oscuras salieron por puertas diferentes, se subieron prestos a los pequeños utilitarios y se perdieron en dirección norte o sur por caminos diferentes hacia Madrid. Dos rutas diferentes, un mismo fin.

Comentarios

  1. Los mismos perros con distintos collares,ja,ja.

    Muy bueno tu relato. Felicidades.

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  2. Quise hacer un juego literario en el que los que nos han vendido y por cuya culpa ahora padecemos esta crisis fueran castigados. Que se sintieran ellos y sus privilegios en peligro.

    Me temo, Ana, que visto lo visto han conseguido meter el miedo y, a pesar que somos mayoría, actuamos asustados. Ojalá las cosas cambien y podamos salir de esta con más justicia, pero si soy sincero pienso que mucho deberán cambiar las cosas.

    Un saludo

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