Las estaciones
Ayer escuché de un escocés que uno de los motivos por los que se habían decidido a venirse a vivir a la zona de Valencia era el cambio de estaciones. Efectivamente prefirieron en su día un clima agradable como el que tenemos pero con su ciclo estacional a posibilidades más tropicales como, por ejemplo Canarias.
Realmente no se me había ocurrido valorar esta idea como un punto positivo más a nuestra tierra. Pero es cierto, hay algo realmente hermoso en ese devenir de muertes y resurecciones que tiene esta parte del mundo. El inicio del año ha sido realmente frío. Yo creo que tras este invierno peleón y una primavera arisca tenemos más ganas de verano que nunca. Ayer hizo un día de temperatura agradable y cielos limpios, lejos del calor previsible para estas fechas, y todo el mundo salió a la calle como si un director de orquesta hubiera decidido interpretar la sinfonía del verano. En la plaza del Rey Don Jaime decenas de niños subían y bajaban por muros, toboganes y bancos. Otros se perseguían entre chillidos excitados protegidos por la mirada complacida de los adultos. El sol penetrante y cálido serpenteaba entre los edificios hasta chocar con cornisas y tejados dejando fuera de su alcance miles de sombras azulada de corte geométrico. La calle mayor era un río de personas en su ir y venir diario. Una adolescente tullida paseaba un diminuto perro blanco desde su silla de ruedas. Las jovencitas sacaban su lado más coqueto ansiosas y desafiantes. Los ancianos de cara arrugada y piel manchada por la edad caminaban a pasos cortos y vacilantes agradecidos de disfrutar de un día más de vida. Gente de los pueblos, con el uniforme del verano, se paraba aquí y allá charlando con conocidos mientras músicos de calle rellenaban el ambiente con melodías populares. Mientras recorría la calle pensaba en cuantas veces gente parecida, con la ropa de su tiempo, habrá repetido el ritual del encuentro desde que en la Edad Media el camino acabó convertido en calle.
Los seres humanos tenemos un comportamiento más previsible del que queremos reconocer, para lo bueno y para lo malo. Repetimos los rituales de la vida y la muerte, los bautizos, las comuniones y las bodas. Nacemos y disfrutamos, si tenemos suerte, de infancias felices en las que las estaciones son eternas. Si la historia es bondadosa aprovechamos cada momento de sol para gozar de ese minúsculo pedazo de vida que nos toca vivir. Realmente, si tenemos suerte, la vida no es un mal negocio.
Este año la primavera ha llegado con campanas que tocan a duelo. El país pasa por una grave crisis económica y el humor está cambiante. Por si poco faltara el fútbol no da las alegrías que se esperaba que diese y los políticos viviendo en su particular torre de marfil y en sus guerras particulares. Como siempre son los adultos los que se preocupan de hacer las cuentas ya que los niños y los adolescentes preparan con ilusión sus vacaciones. No quiero ser egoista y dejar de pensar en la gente que está pasando por momentos de dificultad y paro.. No debe ser plato de buen gusto el hecho de estar meses y meses sin ver la luz al final del tunel y esperando que el banco te quite la casa que te prometieron podrías pagar. Pero igualmente recuerdo momentos en nuestra historia donde la tensión política y económica parecían no acabarse nunca y pasaron...
Estaciones, sol, agua, nieve, frío, viento y otra vez sol. Como tantas otras veces nos queda la ilusión de un sol que volverá a salir. Del frío de la crisis saldremos valorando mejor la brisa del verano. Ya los griegos hablaban de la catarsis colectiva, de la purificación mediante la compasión y el miedo. Tal vez nos hacía falta poner los pies en el suelo.
Empieza el verano y apetece sentir la cosa más barata del mundo: un rayo de sol que nos llega estando tumbado en una hamaca, el sonido de las cigarras, el olor del salitre, el canto de las cigarras o el espectáculo de una noche llena de estrellas. Por un poquito más podemos tener hasta un buen libro y si hay suerte un poco de agua cerca. Las mejores cosas son, si no gratis, bastante baratas. Es el momento de apreciarlas. ¿No?
Les estacions
Ahir vaig escoltar d'un escocés que un dels motius pels quals s'havien decidit a vindre's a viure a la zona de València era el canvi d'estacions. Efectivament van preferir en el seu dia un clima agradable com el que tenim però amb el seu cicle estacional a possibilitats més tropicals com, per exemple Canàries.
Realment no se m'havia ocorregut valorar esta idea com un punt positiu més a la nostra terra. Però és cert, hi ha quelcom realment
en eixe esdevindre de morts i resureccions que té esta part del món. L'inici de l'any ha sigut realment fred. Jo crec que darrere d'este hivern baralladís i una primavera esquerpa tenim més ganes d'estiu que mai. Ahir va fer un dia de temperatura agradable i cels nets, lluny de la calor previsible per a estes dates, i tot el món va eixir al carrer com si un director d'orquestra haguera decidit interpretar la simfonia de l'estiu. En la plaça del Rei En Jaume desenes de xiquets pujaven i baixaven per murs, tobogans i bancs. Altres es perseguien entre crits excitats protegits per la mirada complaguda dels adults. El sol penetrant i càlid serpentejava entre els edificis fins a xocar amb cornises i teulades deixant fora del seu abast milers d'ombres blavoses d'estil geomètric. El carrer major era un riu de persones en el seu anar i vindre diari. Una adolescent tolida passejava un diminut gos blanc des de la seua cadira de rodes. Les jovenetes treien el seu costat més bufó ansioses i desafiadors. Els ancians de cara arrugada i pell tacada per l'edat caminaven a passos curts i vacil·lants agraïts de gaudir d'un dia més de vida. Gent dels pobles, amb l'uniforme de l'estiu, es parava ací i allà xarrant amb coneguts mentres músics de carrer omplien l'ambient amb melodies populars. Mentres recorria el carrer pensava en quantes vegades gent semblant, amb la roba del seu temps, haurà repetit el ritual de la trobada des que en l'Edat Mitjana el camí va acabar convertit en carrer.
Els sers humans tenim un comportament més previsible del que volem reconéixer, per a allò bo i per allò roin. Repetim els rituals de la vida i la mort, els batejos, les comunions i les bodes. Naixem i gaudim si tenim sort, d'infàncies felices en què les estacions són eternes. Si la història és bondadosa aprofitem cada moment de sol per a gaudir d'eixe minúscul tros de vida que ens toca viure. Realment, si tenim sort, la vida no és un mal negoci.
Enguany la primavera ha arribat amb campanes que toquen a dol. El país passa per una greu crisi econòmica i l'humor està canviant. Per si poc faltara el futbol no dóna les alegries que s'esperava que donara i els polítics vivint en la seua particular torre de marfil i en les seues guerres particulars. Com sempre són els adults els que es preocupen de fer els comptes ja que els xiquets i els adolescents preparen amb il·lusió les seues vacacions. No vull ser egoista i deixar de pensar en la gent que està passant per moments de dificultat i atur.. No ha de ser plat de bon gust el fet d'estar mesos i mesos sense veure la llum al final del túnel i esperant que el banc et passada la casa que et van prometre podries pagar. Però igualment recorde moments en la nostra història on la tensió política i econòmica pareixien no acabar-se mai i van passar...
Estacions, sol, aigua, neu, fred, vent i una altra vegada sol. Com tantes altres vegades ens queda la il·lusió d'un sol que tornarà a eixir. Del fred de la crisi eixirem valorant millor la brisa de l'estiu. Ja els grecs parlaven de la catarsi col·lectiva, de la purificació per mitjà de la compassió i la por. Tal vegada ens feia falta posar els peus en el sòl.
Comença l'estiu i abellix sentir la cosa més barata del món: un raig de sol que ens arriba estant tombat en una hamaca, el so de les xitxarres, l'olor del salnitre, el cant de les xitxarres o l'espectacle d'una nit plena d'estreles. Per un poquet més podem tindre fins a un bon llibre i si hi ha sort un poc d'aigua prop. Les millors coses són, si no gratis, prou barates. És el moment d'apreciar-les. No?
Realmente no se me había ocurrido valorar esta idea como un punto positivo más a nuestra tierra. Pero es cierto, hay algo realmente hermoso en ese devenir de muertes y resurecciones que tiene esta parte del mundo. El inicio del año ha sido realmente frío. Yo creo que tras este invierno peleón y una primavera arisca tenemos más ganas de verano que nunca. Ayer hizo un día de temperatura agradable y cielos limpios, lejos del calor previsible para estas fechas, y todo el mundo salió a la calle como si un director de orquesta hubiera decidido interpretar la sinfonía del verano. En la plaza del Rey Don Jaime decenas de niños subían y bajaban por muros, toboganes y bancos. Otros se perseguían entre chillidos excitados protegidos por la mirada complacida de los adultos. El sol penetrante y cálido serpenteaba entre los edificios hasta chocar con cornisas y tejados dejando fuera de su alcance miles de sombras azulada de corte geométrico. La calle mayor era un río de personas en su ir y venir diario. Una adolescente tullida paseaba un diminuto perro blanco desde su silla de ruedas. Las jovencitas sacaban su lado más coqueto ansiosas y desafiantes. Los ancianos de cara arrugada y piel manchada por la edad caminaban a pasos cortos y vacilantes agradecidos de disfrutar de un día más de vida. Gente de los pueblos, con el uniforme del verano, se paraba aquí y allá charlando con conocidos mientras músicos de calle rellenaban el ambiente con melodías populares. Mientras recorría la calle pensaba en cuantas veces gente parecida, con la ropa de su tiempo, habrá repetido el ritual del encuentro desde que en la Edad Media el camino acabó convertido en calle.
Los seres humanos tenemos un comportamiento más previsible del que queremos reconocer, para lo bueno y para lo malo. Repetimos los rituales de la vida y la muerte, los bautizos, las comuniones y las bodas. Nacemos y disfrutamos, si tenemos suerte, de infancias felices en las que las estaciones son eternas. Si la historia es bondadosa aprovechamos cada momento de sol para gozar de ese minúsculo pedazo de vida que nos toca vivir. Realmente, si tenemos suerte, la vida no es un mal negocio.
Este año la primavera ha llegado con campanas que tocan a duelo. El país pasa por una grave crisis económica y el humor está cambiante. Por si poco faltara el fútbol no da las alegrías que se esperaba que diese y los políticos viviendo en su particular torre de marfil y en sus guerras particulares. Como siempre son los adultos los que se preocupan de hacer las cuentas ya que los niños y los adolescentes preparan con ilusión sus vacaciones. No quiero ser egoista y dejar de pensar en la gente que está pasando por momentos de dificultad y paro.. No debe ser plato de buen gusto el hecho de estar meses y meses sin ver la luz al final del tunel y esperando que el banco te quite la casa que te prometieron podrías pagar. Pero igualmente recuerdo momentos en nuestra historia donde la tensión política y económica parecían no acabarse nunca y pasaron...
Estaciones, sol, agua, nieve, frío, viento y otra vez sol. Como tantas otras veces nos queda la ilusión de un sol que volverá a salir. Del frío de la crisis saldremos valorando mejor la brisa del verano. Ya los griegos hablaban de la catarsis colectiva, de la purificación mediante la compasión y el miedo. Tal vez nos hacía falta poner los pies en el suelo.
Empieza el verano y apetece sentir la cosa más barata del mundo: un rayo de sol que nos llega estando tumbado en una hamaca, el sonido de las cigarras, el olor del salitre, el canto de las cigarras o el espectáculo de una noche llena de estrellas. Por un poquito más podemos tener hasta un buen libro y si hay suerte un poco de agua cerca. Las mejores cosas son, si no gratis, bastante baratas. Es el momento de apreciarlas. ¿No?
Les estacions
Ahir vaig escoltar d'un escocés que un dels motius pels quals s'havien decidit a vindre's a viure a la zona de València era el canvi d'estacions. Efectivament van preferir en el seu dia un clima agradable com el que tenim però amb el seu cicle estacional a possibilitats més tropicals com, per exemple Canàries.
Realment no se m'havia ocorregut valorar esta idea com un punt positiu més a la nostra terra. Però és cert, hi ha quelcom realment
en eixe esdevindre de morts i resureccions que té esta part del món. L'inici de l'any ha sigut realment fred. Jo crec que darrere d'este hivern baralladís i una primavera esquerpa tenim més ganes d'estiu que mai. Ahir va fer un dia de temperatura agradable i cels nets, lluny de la calor previsible per a estes dates, i tot el món va eixir al carrer com si un director d'orquestra haguera decidit interpretar la simfonia de l'estiu. En la plaça del Rei En Jaume desenes de xiquets pujaven i baixaven per murs, tobogans i bancs. Altres es perseguien entre crits excitats protegits per la mirada complaguda dels adults. El sol penetrant i càlid serpentejava entre els edificis fins a xocar amb cornises i teulades deixant fora del seu abast milers d'ombres blavoses d'estil geomètric. El carrer major era un riu de persones en el seu anar i vindre diari. Una adolescent tolida passejava un diminut gos blanc des de la seua cadira de rodes. Les jovenetes treien el seu costat més bufó ansioses i desafiadors. Els ancians de cara arrugada i pell tacada per l'edat caminaven a passos curts i vacil·lants agraïts de gaudir d'un dia més de vida. Gent dels pobles, amb l'uniforme de l'estiu, es parava ací i allà xarrant amb coneguts mentres músics de carrer omplien l'ambient amb melodies populars. Mentres recorria el carrer pensava en quantes vegades gent semblant, amb la roba del seu temps, haurà repetit el ritual de la trobada des que en l'Edat Mitjana el camí va acabar convertit en carrer.
Els sers humans tenim un comportament més previsible del que volem reconéixer, per a allò bo i per allò roin. Repetim els rituals de la vida i la mort, els batejos, les comunions i les bodes. Naixem i gaudim si tenim sort, d'infàncies felices en què les estacions són eternes. Si la història és bondadosa aprofitem cada moment de sol per a gaudir d'eixe minúscul tros de vida que ens toca viure. Realment, si tenim sort, la vida no és un mal negoci.
Enguany la primavera ha arribat amb campanes que toquen a dol. El país passa per una greu crisi econòmica i l'humor està canviant. Per si poc faltara el futbol no dóna les alegries que s'esperava que donara i els polítics vivint en la seua particular torre de marfil i en les seues guerres particulars. Com sempre són els adults els que es preocupen de fer els comptes ja que els xiquets i els adolescents preparen amb il·lusió les seues vacacions. No vull ser egoista i deixar de pensar en la gent que està passant per moments de dificultat i atur.. No ha de ser plat de bon gust el fet d'estar mesos i mesos sense veure la llum al final del túnel i esperant que el banc et passada la casa que et van prometre podries pagar. Però igualment recorde moments en la nostra història on la tensió política i econòmica pareixien no acabar-se mai i van passar...
Estacions, sol, aigua, neu, fred, vent i una altra vegada sol. Com tantes altres vegades ens queda la il·lusió d'un sol que tornarà a eixir. Del fred de la crisi eixirem valorant millor la brisa de l'estiu. Ja els grecs parlaven de la catarsi col·lectiva, de la purificació per mitjà de la compassió i la por. Tal vegada ens feia falta posar els peus en el sòl.
Comença l'estiu i abellix sentir la cosa més barata del món: un raig de sol que ens arriba estant tombat en una hamaca, el so de les xitxarres, l'olor del salnitre, el cant de les xitxarres o l'espectacle d'una nit plena d'estreles. Per un poquet més podem tindre fins a un bon llibre i si hi ha sort un poc d'aigua prop. Les millors coses són, si no gratis, prou barates. És el moment d'apreciar-les. No?
Comentarios
Publicar un comentario