No preguntes qué puede hacer tu país por ti




En estos últimos días está surgiendo con fuerza un movimiento de contestación a la ubicación de un almacén de residuos nucleares de alta actividad en España. Está claro que el asunto era polémico desde su origen. ¡A ver quien desea tener productos ponzoñosos durante siglos a unos pocos metros o bajo tierra!

Desde las altas instancias todo estaba atado, aprobado y consensuado por amplia mayoría. Se iba a ofrecer a algún municipio de España la posibilidad de albergar este almacén con compensaciones millonarias y casi trescientos puestos de trabajo. Surgieron propuestas en diversos puntos del país y pronto las discrepancias. De la lista de candidatos fueron cayendo uno tras otro por la presión popular y las disensiones entre las instancias regionales, municipales y nacionales dentro de los propios partidos.

Se ha llegado a una curiosa situación en la que los mismos partidos que lo aprueban en Madrid lo desaprueban en su región y los municipios hacen la contra a unos o a los otros. Creo que el problema nuclear es, en este caso, la anécdota y lo que subyace es un profundo sentimiento insolidario y egoista que se ha instalado en la mayoría de sociedades europeas. No se trata tanto de ir a favor o en contra de la energía nuclear. En general se acepta sin demasiados remilgos los beneficios de la energía eléctrica y no nos preguntamos mucho si ésta ha llegado por uno u otro medio.

Existe, claro está, el ciudadano concienciado que usa bicicleta en sus desplazamientos, come tofu y brotes de soja y recicla y regenera lo poco que usa. Lo que también es obvio es que son una minoría y que el resto sube y baja de aviones, o coches, consume y desecha sin mucha preocupación y no está demasiado preocupado por el final de las basura, si no es que le toca el vertedero al otro lado de la calle.

El problema se puede presentar en mil y una facetas, puede ser la instalación de una mezquita en el barrio, puede ser un centro de menores conflictivos, una cárcel, un centro de reparto de metadona. En cuanto la administración de turno plantee la ubicación del mismo surge una multitud "democrática" que con un ropaje pseudo "somos el pueblo, somos demócratas", hace manifestaciones en contra que unen a todos los vecinos, desde los niños de pañales hasta los simpáticos jubilados del barrio. Los políticos se suben al carro de la popularidad, hacen cuanta demagogia sea posible y que les beneficie. Eso sí, pero que no me envíen doscientos emigrantes de Canarias y que los envíen a otra comunidad autónoma. Es muy fácil hacer un discurso para ganar votos en un mar de intereses particulares.

La vida en las modernas democracias se ha convertido en un canto a mis derechos y una negación de las responsabilidades y obligaciones. Si le doy a un coche y nadie me ve me zafo y no pago. Si me ponen una multa porque voy a una velocidad de vértigo, recurro y hago trampas para salvarme. Si me dan una ayuda por mi padre enfermo perfecto si no me la dan a mí y se la dan a otro que se la quiten que yo no pago. Si mi niño no entra en la escuela el profesor es el culpable, yo no quiero saber nada. Si me enveneno de cáncer la culpa es de la tabaquera, yo no he estado voluntariamente treinta años fumando porque quería.

No nos engañemos, somos una sociedad profundamente insolidaria y egoísta. No quiero decir somos los españoles. Digo toda la sociedad del bienestar occidental. Queremos siempre el beneficio y nunca la carga. Lo hacemos casi desde el primero al último, hablemos del agua o de las nucleares. No nos da la gana asumir el peaje que se ha de pagar por vivir una vida tranquila y confortable. Aquello que decía Kennedy, "No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por él" es una frase sin sentido en una sociedad fortificada en el bienestar.

En fin, yo personalmente estoy en contra de la energía nuclear, creo que da más problemas que los que soluciona, sobre todo a largo plazo, pero creo que igualmente hemos de hacer una reflexión muy seria y empezar a asumir que lo que tanto valoramos tiene un precio. Vivir en democracia no supone sólo tener derechos, también asumir responsabilidades y en general nos falta mucho para llegar a eso.

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