Cuando los hijos se van

Esperábamos en el pasillo de acceso su abuela y yo. Ya se acababa el día y la niña seguía sin salir después de ya casi veinticuatro horas de tortura para su madre. Hacía un rato que la ginecóloga había decidido, nunca mejor dicho, cortar por lo sano y hacer la cesárea. Me viene ahora a la cabeza, tal vez tras unos días hablando el alemán, la palabra que ellos usan:"Kaiserschnitt"(el corte del emperador).

Sí, Mar vino al mundo feliz y relajada, por la puerta grande, sin sufrir ninguna deformación a costa de una buena cicatriz que sufrió su madre. Ahí la recuerdo, saliendo por un pasillo del quirófano, acostada boca abajo y mostrando una carita diminuta y preciosa.

Ahora mismo, desde aquí, si miro a la izquierda veo su foto: tal como fue aquella mañana de un diez de marzo de 1995.  Desde entonces he tenido la suerte de tenerla cerca, muy cerca. Padre e hija, hija y padre de acá para allá. Tuve la suerte de tener suficiente tiempo libre para compartir muchas horas con ella y bien que nos aprovechamos. Desde aquellos primeros momentos de la mañana en que oíamos su coche de juguete arrastrarse por el pasillo, ya sabíamos que el pequeño espíritu había abierto sus ojos. En los veranos tenía tal confianza conmigo que hoy por hoy no sabe lo que es aprender a nadar porque siempre supo moverse en el agua.

Criar un hijo no es fácil porque nadie te dice cómo hacerlo. Por si fuera poco, a las carencias de los padres se unen las peculiaridades de los hijos con las que tienes que lidiar. Mar siempre fue una niña extremadamente tímida, pero una máquina de relojería en su trabajo escolar: Ordenada, sistemática, responsable, quizá exageradamente responsable. Como padre sabes que la genética influye pero nunca sabes cuando debes apretar y cuando ceder en su educación.

He de decir que siempre he intentado dejarla sin dolor en el colegio aún cuando, en los primeros años, Mar representaba una tragedia griega en el momento de separarnos. Para nuestro desespero al salir todo era tranquilidad y ni una palabra de todo lo que había pasado en tantas horas. Los padres, que vivimos por la vida de nuestros hijos, hemos de aceptar, con desespero, su versión infinitamente resumida de lo que les ha pasado. Cada mañana tras los arreglos de pelo, la pobre se iba más de una vez con los torpes peinados de su padre. Su madre ya hacía rato que trabajaba en el banco y no podía. Yo la dejaba frente a la puerta del colegio o en la esquina, para que andara unos pasos en el corto trayecto entre Santa Clara y Carmelitas entre niños y madres para alcanzar la entrada al centro.

El tiempo no nos ha separado y, por aficiones y gustos comunes, siempre me ha ido consultando sus dudas en miles de cosas. Papá, una cosa... y llegaba una consulta sobre cualquier cuestión que le preocupara.

Fue ella la que decidió estudiar aquí en casa. Ha disfrutado de la comodidad de hacer su carrera sin tener que hacer viajes matutinos en tren, sin hacerse la comida o limpiar. Hace ya tiempo que la beca Erasmus sobrevolaba como posibilidad de futuro. Su madre dudaba de la necesidad de enfrentar a Mar con ese trago mientras yo siempre he estado convencido. Ella ha oscilado entre la atracción y la repulsión hasta que se decidió a seguir adelante.

Hace unos días decidimos ir en familia a Stuttgart a ayudarle a iniciar su nueva vida independiente. Aunque, en teoría, tienen un alumno tutor, un "Buddy" le llaman allí, que les atiende al llegar, Mar no había recibido comunicación alguna. De hecho desde que finalizó el curso no le había llegado más que la confirmación de la habitación y poco más. Por foros de internet supo que los procesos estaban en marcha para todos los demás y así, con la mosca detras de la oreja, nos plantamos en la oficina internacional de la Hochschule der Medien a finales de agosto para ver que todo estaba correcto. Nadie nos atendió, no había cartel que indicara cierre por vacaciones, nadie sabía de ella. Por fortuna con el alemán que aprendí hace años y que resucitó milagrosamente aquellos días, y con muchas almas bondadosas que nos ayudaron con total amabilidad, empezamos a deshacer nudos. Incluso la funcionaria de pelo corto erizado del ayuntamiento de Möhringen, que nos atendió a cara de perro al principio, le alcanzamos en su lado más tierno y sacó de un armario un kit del recién llegado con folletos, mapas e incluso un impermeable.

La pobre Mar llegó a la facultad y, pese a todas las promesas de los responsables de la oficina internacional, no tenía su carpeta con papeles y formularios ni la posibilidad te tener su tarjeta de transportes. Afortunadamente con las patadas que dimos previamente ya tenía su "Buddy" que la ayudó diligentemente, estaba empadronada, tenía su cuenta corriente y su habitación limpia como una pátena y equipada por su madre como si fuera a vivir en Marte dos años. Eso sí, con la tarjeta de transporte pendiente hasta el martes siguiente cuando todos ya la tenían.


Y así se nos marchó Mar. A los pies de los edificios de su residencia le dimos un abrazo y nos salieron las lágrimas. No sabía ni como ponerme y escondí la cara como pude para contagiarle lo menos posible. Allá se quedó saludando con los ojos vidriosos. Otra imagen que atesoraré mientras pueda recordar.

La ventaja de internet es la conexión permanente y así, de tanto en tanto, vamos sabiendo de sus andanzas. Papá, ¿Puedes ver si hay trenes nocturnos? me preguntaba ayer. Sí hija, hay bastantes, piensa que tienes billete de día y, si es más tarde de las doce, habrás de comprar uno nuevo. Tenían una quedada de estudiantes españoles en el centro de Stuttgart después de haber pasado el día por el centro con sus compañeros de carrera.

Hoy bien entrada la madrugada nos ha enviado un escueto: Buenas noches. Exactamente el mismo misterios que cuando estaba en el parvulario y no soltaba casi ni una palabra al volver. Es su vida, por más que nos cueste a los padres entender. Es el relato de una historia que ella construye día a día en su independencia.

Recuerdo un documental el que sale una especie de patos que anidan en altos acantilados. Cada cría, llegado el momento, salta al vacío con mejor o peor suerte. La vida del ser humano siempre camina hacia la independencia, que llegará más pronto o más tarde. Volar es arriesgarse, quedarse insensato. Tarea de padres es ser generosos y dejarlos ir aunque el corazón se rompa.

Se muy feliz, vuela, te voy a echar mucho de menos. Cada día. Tambíén en alemán te digo. Alles gute meine süsse.

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