Fin de curso
Noche de verano. Las calles del centro histórico de Gandía todavía están animadas por nómadas que de tasca en tasca combinan cañas con tapas. La temperatura agradable incita a una velada pausada. Un grupo de estudiantes de último nivel de inglés conversan en una terraza y toman unas tapas. Celebrábamos el final del curso con mejor o peor resultado. Después de meses, incluso años, compartiendo horas de clase en la Escuela de Idiomas nos sentábamos por última vez para cerrar un ciclo final. Cris anda intentando hacer carrera en la enseñanza musical, Mari Carmen con el alemán que le vio crecer, Paula con sus seguros, Lluïsa dudando se seguir con el inglés yo pensando cómo seguir sintiéndome vivo, aprendiendo...
La verdad es, con los años que ya cargo a las espaldas, que tengo una idea cabal del significado de estos encuentros. La vida y las circunstancias nos unen y de la misma manera nos separan. Siempre hay un deseo de continuidad, un "ya quedamos, ya nos vemos" casi siempre traicionado por la tozuda realidad.
En nuestro último encuentro cada cual expresó sus miedos, inquietudes, metas y su futuro. Oposiciones, nuevos cursos, nuevos proyectos que anuncian nuestras esperanzas y deseos de una vida que sea acorde con nuestras aspiraciones.
Cuando pasan los años siempre surgen aquellas pregundas de ¿Qué fue de, qué sería de...? Cada persona somos seres siempre en proceso de autorealización. Hacemos y desacemos nuestros proyectos soñando en modelos de vida que no siempre se cumplirán.
El fin de cada curso siempre tiene algo de melancolía, tanto si ha sido superado como si no. Todos sabemos que son escalones simbólicos y que son tanto finales como principios. Todos fingimos no saber que ya, de hecho, va a ser casi imposible mantener el vínculo que nos hizo estar en contacto.
El verano llega y todos nos disolvemos en el calor. Lo que fue nuestra rutina de invierno cambia de paisaje y de paisanaje. Brindamos con los amigos y cada cual se pierde tras un beso y un abrazo. Los pasos resuenan perdiéndose por los callejones que nos llevan directamente a nuestro propio futuro.
La verdad es, con los años que ya cargo a las espaldas, que tengo una idea cabal del significado de estos encuentros. La vida y las circunstancias nos unen y de la misma manera nos separan. Siempre hay un deseo de continuidad, un "ya quedamos, ya nos vemos" casi siempre traicionado por la tozuda realidad.
En nuestro último encuentro cada cual expresó sus miedos, inquietudes, metas y su futuro. Oposiciones, nuevos cursos, nuevos proyectos que anuncian nuestras esperanzas y deseos de una vida que sea acorde con nuestras aspiraciones.
Cuando pasan los años siempre surgen aquellas pregundas de ¿Qué fue de, qué sería de...? Cada persona somos seres siempre en proceso de autorealización. Hacemos y desacemos nuestros proyectos soñando en modelos de vida que no siempre se cumplirán.
El fin de cada curso siempre tiene algo de melancolía, tanto si ha sido superado como si no. Todos sabemos que son escalones simbólicos y que son tanto finales como principios. Todos fingimos no saber que ya, de hecho, va a ser casi imposible mantener el vínculo que nos hizo estar en contacto.
El verano llega y todos nos disolvemos en el calor. Lo que fue nuestra rutina de invierno cambia de paisaje y de paisanaje. Brindamos con los amigos y cada cual se pierde tras un beso y un abrazo. Los pasos resuenan perdiéndose por los callejones que nos llevan directamente a nuestro propio futuro.
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