Real de Gandía: el año de la rata



Voy cruzando los largos caminos de cemento entre huertos y observo la decadencia de la que fue una de las huertas más ricas de Valencia y por ende de Europa. Desde hace siete años paseo casi a diario por este damero de parcelas donde, en mi niñez, veía pulcros naranjales cuidados como jardines. El abandono se extiende año tras año como un cáncer que va estrangulando los árboles que no se han cortado llenando los campos abandonados de un manto vegetal espeso y amenazador. Impenetrable excepto para las ratas.

Los años de la borrachera inmobiliaria llenaron este pueblo con calles destinadas al nuevo polígono industrial y de casas unifamiliares y adosados donde encontrar una vida tranquila en un entorno agradable. El sueño de prosperidad lleva camino de ser una pesadilla.

La mayor fábrica del polígono está agonizando, a punto de cerrar. Los terrenos industriales son el reino de maleza y se van cubriendo de desechos y trastos. Junto al vado del río o al final de los caminos agrícolas se acumulan muebles viejos, electrónica de consumo destrozada a pedradas, cristales y mil objetos más. Algunas parcelas agrícolas son depósitos de escombros y contenedores que acumula una constructora. Las más cuidadas se mantienen baldías y controladas a base de herbicida. Algunos cartelitos previenen de su toxicidad. El camino de la alquerieta, la entrada por el sureste de la población aparece cubierto de basura a ambos lados y es el lugar donde fugazmente se ven las ratas atravesando el asfalto entre selva y selva. Todas las tapas metálicas que cubrían depósitos y acequias han sido robadas, algunas repuestas por el ayuntamiento y es peligroso adentrarse por los caminos si no hay luz suficiente.Los servicios de limpieza han desistido de acercarse a esta zona en su batalla contra los excrementos de perro y las decenas envases abandonados en los huertos. La roña cría roña.

Las instalaciones deportivas que se crearon hace unos seis años aparecen descuidadas, rotas y llenas de grafittis que, como algún teórico afirma, son reflejo del vacío de poder. Para ahorrar en consumo eléctrico se apagan muchas de las farolas y el pueblo luce tétrico a partir de la madrugada especialmente al final de la calle Germanies. Es el año de las ratas que proliferan descontroladamente, ya no se avergüenzan de aparecer a cualquier hora del día

Cuando se reclama a los responsables municipales no se obtienen más que respuestas condescendientes y poca acción más. Visitas con buenas intenciones que acaban en poco. El ciudadano que siempre creyó en el diálogo y el ejercicio de los derechos democráticos ve cómo las negligencias se suceden y las ratas campan a sus anchas.

¿Qué hemos hecho? ¿Qué nos queda? No hay industria, no hay agricultura, el ecosistema tradicional se desmorona y el político de turno hace un poco de demagogia sin luchar contra el caos que nos invade. Todavía no es año de elecciones.

2012 Real de Gandía, año de la rata, microcosmos espejo de esta región y este estado en el que vivimos.

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