El pañuelo de la discordia

En plena batalla por el derecho al uso de los símbolos religiosos nos encontramos en un totum revolutum que como siempre fanatiza las posturas y lleva las cuestiones a los extremos. El sentido común se pierde y el país se revuelve en una espiral de opiniones encendidas. El debate no es sencillo puesto que ha tenido lugar en casi todos los países de Europa con diferentes resultados.

Recuerdo que hace años en el instituto donde trabajo se trató la respuesta a dar a un alumno que se empeñaba en llevar una gorra dentro de las clases. Era una cuestión de cabezonería, de rebeldía ante determinados profesores más que una cuestión ideológica, pero tuvimos que tomar una decisión. En aquel entonces convinimos que la cabeza cubierta en una clase era, según las convenciones culturales y lo que se consideraba buena educación, una falta de respeto al docente y el posible inicio de una guerra de capuchas gorros y tocados de difícil control. Evidentemente se impuso una norma  frente al supuesto derecho de cada uno a vestirse como desea.

No es esta una cuestión sencilla. Está claro que cuando la guerra se mete en las veredas de la religión, la política, las libertades individuales y los conflictos interculturales pierde toda la posible moderación de la que hubiera podido gozar. En el caso anterior, creo que de 2002, hubo el componente añadido de tratarse de un colegio religioso privado. En aquel momento se atacó directamente el componente clasista y la confesionalidad del colegio. En este caso, al tratarse de un colegio público laico y con una norma previa, las cosas ya no han estado tan claras.

Se ha hablado de las monjas y su tocado, pero deliberadamente se omite que son mujeres adultas y que existen igualmente los monjes con capucha. Por otro lado en una sociedad igualitaria como la que estamos no parece fácil aceptar que en el mundo musulman sea la mujer la que debe cubrirse y el hombre no esté obligado a mantener la misma actitud. Tampoco es que en nuestro caso, hablo del mundo occidental, seamos completamente igualitarios. Sólo hay que ir a una boda o a una playa para ver que nos vestimos o nos desnudamos de manera diferente y en esto pesa mucho el componente sociocultural.

En una de las declaraciones efectuadas por compañeras de la niña afectada decían que algunas de sus compañeras de clase vestían de forma inadecuada y nadie les ponía límites. Probablemente tenían razón. Como profesor veo a menudo que muchos alumnos acuden vestidos de una manera impropia y nadie se lo impide y cuando ésto ha ocurrido ha sido un escándalo que ha llegado a los diarios. No hace tantos años hubo varias polémicas por el uso de minifaldas en colegios y en la mayoría de los casos éstos tuvieron que tragarse la sanción y dejar correr el tema ante la polvareda desatada.

Llegados a este punto es el momento de hablar de consenso. De lo que entendemos por consensuado o consensuable y lo que no. Pienso que un sistema público tiene derecho a llegar de una manera democrática a poner límites a la vestimenta, o a la falta de ella, en un centro educativo. Todos entendemos que no se puede permitir que un alumno o un profesor vayan desnudos a su clase. Por la misma regla de tres nadie puede ir a la clase cubierto a la manera afgana o como hacen los penitentes en las procesiones de Semana Santa. Es aquí cuando tenemos que considerar lo que es entendido de manera democrática como apto para la vida social en una comunidad.

En el colegio donde la niña acudía estaba regulado de una manera general, sin distinciones raciales o religiosas, la prohibición de cubrirse la cabeza en las clases. La norma formaba parte de las reglamentación establecidad democráticamente por el centro y no se creó especificamente para el caso sino que se aplicó una vez aparecido el conflicto. Creo que todos en nuestra vida privada tenemos derecho a los límites que nosotros mismos nos impongamos pero que en la vida social tenemos que aceptar aquellos que el momento histórico y las costumbres imponen. Se que lo que digo es muy peligroso llevado al extremo, no hay más que pensar en la época de los nazis en la que la norma era perseguir al judío. Siendo sensatos hay que intentar que esos límites a su vez estén acotados por el respeto a las minorías, el derecho a las diferencias ideológicas o simplemente personales y el respeto a las creencias religiosas. La historia nos demuestra que hay un consenso para cada época y el reto es encontrar el más amplio posible.

Por mi parte mi opinión es clara. Prefiero, y es una opción personal, que hombres y mujeres podamos vestirnos sin signos que nos obliguen a marcar una obligación de modestia o recato y si así lo acordáramos que fuera para ambos sexos.

En el caso del colegio, si la norma existía con anterioridad y se aplicaba a todos los alumnos, se discrimina al resto si a ella se le permite la diferencia. Personalmente creo que los niños y las niñas deben de mimetizarse con el resto y no vestirse de manera diferente. Conociendo cómo las gastan los adolescentes es mejor ser igual entre iguales. Otra cosa es que el consenso de la comunidad llegue a la conclusión de que cubrirse o no la cabeza es una elección personal, o que específicamente se permita el hiyab, en ese caso debe ser así y todos respetar el consenso alcanzado. De democracia y respeto se trata.

PD. Me indica mi amiga Blanca lo siguiente en un comentario que muestra su excelente conocimiento de las leyes.

"El que aplica las [ normas de igualdad ] debe de acudir a criterios de equidad para mitigar el rigor legal. Y por eso es tan importante la justicia del caso concreto, que presupone que la igualdad no se basa en tratar a todos por igual, sino en la proporcionalidad, ello es:a cada uno según sus necesidades, por eso no es equiparable una gorra a un velo, ni debe serlo, en la medida que las motivaciones que llevan a un sujeto a ponerse una u otro no son coincidentes . Así una gorra no cumple ninguna funcionalidad en un aula que no sea estética . Por contra un velo tiene connotaciones relativas a la libertad religiosa que es un derecho Fundamental amparado en el art.16 de nuestra Constitución Española. Desde el punto de vista constitucional y legal este es el enfoque. En esta sensibilidad de apreciación de los matices diferenciales suelen estar las soluciones a conflictos, que en último términos son interpretativos de leyes,que en definitiva solo responden a la necesidad de disciplinar la realidad y la convivencia social."


Me parece un enfoque interesante que cambia sustancialmente la cuestión. Me imagino que el problema pasaría del ámbito educativo, caso que el colegio decidiera una cosa o la contraria y una de esas decisiones fuera considerada como contraria a sus intereses por algún sector de la comunidad educativa. Se abrirían así otros debates como pueden ser los límites de la libertad religiosa y el uso de sus símbolos, y los límites a los mismos en lugares públicos. Me da la sensación que entraríamos en una dinámica de puertas que se abren a nuevos caminos de debate. Definitivamente es difícil. ¿No?

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