Cuando los pastores son los lobos
Me eduqué como tantos otros de mi generación en un colegio religioso. En Gandía, mi ciudad, los mejores colegios eran los privados religiosos y los llamados nacionales se consideraban entre la clase media local como propios de gente modesta. En los años sesenta, setenta todavía la Iglesia Católica era un poder fáctico con fuerza y vigor, un peso abrumador en una sociedad que no tantos años atrás había disputado una guerra en la que el apoyo del catolicismo a uno de los bandos fue determinante. La religión para los poco beligerantes era como el supermercado de los rituales vitales. Cuando el niño nacía, cuando se celebraba la primera comunión o en los funerales estaba la Iglesia Católica a veces ayudando a superar el trago a veces marginar por el espíritu clasista que entonces imperaba en la institución. Con la llegada del Concilio Vaticano la Iglesia Católica española pareció despertar y mostrar una cara más humana y amable. Eran los tiempos de los curas obreros y el cardenal Tarancón...