Tocando nuevamente el cielo. El Benicadell

Desde el espacio más profundo millones de partículas, los rayos cósmicos, atraviesan los planetas ensimismados en su coreografía intemporal, cruzan en un breve instante la distancia que nos separa de la Luna y penetran en la atmósfera de tonos azulados pasando a través de nubes, rocas, agua e incluso el núcleo de la Tierra para escapar veloces por el otro hemisferio, sin reparar en la vida y la muerte que bullen en forma de líquenes, plantas, animales, aves o personas. Seres que se arrastran por el barro o nadan en el pantano. Seres humanos que brindan al son del Carpe Diem mientras el carro celeste pinta azules en la umbría y baña de calor lo que sus rayos alcanzan. La carretera que lleva a Beniarrés es, y era, estrecha y curvada. Enroscándose al paisaje la pista, tanto como el propio vehículo ascendían hacia el sol de la mañana. El autobús, entonces un medio común en los desplazamientos, era metálico, ruidoso y tosco, propio de la década de los setenta en los que ...