La multitud
Las naranjas se van disponiendo en filas sobre los rodillos. Como una multitud que huye tras una bomba en un estadio las filas se empujan unas a otras en una cadencia irregular pero con secreta geometría. El sonido de las máquinas, secadores, carretillas y cintas invade el espacio de un sordo mugido que se ve acompañado de latigazos que rebotan en las paredes de las naves. Del primer lavado suben y bajan enloquecidas hasta ser clasificadas como objetos y no como organismos naturales. Las naranjas en su ciega carrera saltan como poseidas para situarse en la escala social de los cítricos, primera, segunda y a la peladora. Rosana es un autómata más en el inmenso almacén. Sus manos expertas determinan la elección del montón que su trabajo mantiene en equilibrio. La caja, cumpliendo su función de horma, va llenándose de naranjas en capas ordenadas según los principios de la ancestral sensatez femenina. Trabajo de manos de madre dando sentido y orden al caos inicial. "¿Treinta y cuatro ...