Surtido de Ibéricos I: La gran evasión.


De repente decidimos irnos. Nada que ver con el viajero teletransportado en un vuelo de Ryan Air. Más bien un término medio entre aquellos viajes que los exploradores del SEAT, la generación de algunos de nuestros padres, iniciaron cruzando la península por aquellas carreteras de mojones de piedra que pasaban por todos los pueblos y el moderno trayecto de autovías, circunvalaciones y rotondas. En esta ocasión más que un viaje parecía -y en realidad lo era- una huida de un verano mísero cargado de tensión y desesperanza.

En el asiento de atrás Mar parecía un ser conectado a un sistema de soporte vital que le permitía sobrevivir a la aburrida monotonía de las próximas siete horas de viaje alimentada por la música de unos auriculares y la conexión a internet con toda su telaraña social. No tardó en pagar el cansancio de una noche en vela en las fiestas del pueblo vecino. Recién llegados a la meseta cayó rendida y durante kilómetros durmió ajena a todos los cambios. El paisaje del principio, variado y algo más verde, cambia al pasar Almansa y desde entonces adquiere una belleza inicial que se transforma en tedio tras kilómetros de suaves ondulaciones a veces resaltadas por uno de tantos castillos o molinos que da nombre a estas tierras.

Navegar con un GPS te convierte en un niño que corre inconsciente de la mano de un adulto que en realidad es un robot inflexible a veces ignorante de los cambios introducidos en los últimos años o de pensamiento tan rígido como un alemán de hojalata. Siguiendo sus indicaciones llegamos a la fantasmagórica autopista de Ocaña. Creada cuando España era un casino de apuestas, pretendía ser el camino descongestionado hacia esa Tierra Media que los castellanos llaman "Levante" y que es un concepto descafeinado que incluye a murcianos y valencianos en un totum revolutum sin sentido histórico ni cultural. Los madrileños se construyeron una vía rápida al mar, como siempre pensada con mentalidad borbónica y hoy, en años de crisis, apenas unos pocos vehículos están dispuestos a pagar el servicio que dan esos cuatro carriles enterrados en una trinchera que no deja ver en casi todo su recorrido más que un terraplén terroso a cada lado.

Un error en un nudo repleto de paneles a todos lados nos hizo tomar el camino equivocado e hizo recalcular la ruta al GPS. Tanto por no dar la vuelta como por ignorancia le permitimos que nos hiciera recorrer un centenar de kilómetros extra, eso sí, por autovía y no por la inacabada conexión de la llamada "Autovía Extremadura Valencia". La obsesión centralista marcada en los gobernantes madrileños, apenas difuminada con estos últimos años autonómicos, casi exige pasar por el centro geográfico de la península para ir de un lado a otro de la misma. Da igual que Mérida y Valencia compartan latitud. Hay que sucumbir al poderoso influjo magnético de la capital si se desea no tocar carreteras nacionales.

Y allá vamos. Sin pretenderlo Toledo se ha convertido en un punto más en nuestra ruta. Pasamos por los barrios y los polígonos del extrarradio jugando a la montaña rusa que supone rodear decenas de rotondas. Como era hora de comer paramos en un restaurante de menús de un polígono cualquiera. Mi hija entre enfurruñada, tiene mal despertar, y adormilada no se dio cuenta de que llevaba su amado IPhone 4 en el regazo y éste sale volando para acabar estrellándose en la acera. El cristal táctil se convierte en un mosaico como los de Gaudí. El teléfono sigue funcionando pero el humor familiar ha caído al suelo con el aparato. Comida de caras largas y cálculo del coste de la reparación.

El restaurante tenía ese aire de venta castellana de pega que tienen tantos locales del centro de España. Colores tan pesados y oscuros como los muebles estilo castellano. No recuerdo si era así, pero un siniestro tonel, una cabeza de jabalí y un portalón como de fortaleza no hubieran desentonado con la decoración del local. ¿Por qué Castilla y lo castellano han dominado y dominan la concepción de España? Realmente por paisaje, por estilo, por gusto, por sentido de la cocina y por geografía en nada se parecen tantos páramos secos, los escasos pueblos desperdigados o los cortijos abandonados con el verdor de nuestros valles que se cierran con una pincelada infinita de azul turquesa. Los portugueses tendrían la respuesta.

Desde Toledo se alcanza con facilidad, por impolutas autovías de nueva planta, la antigua carretera que conectaba Madrid con Extremadura, hoy vía rápida. Por fin el sentido radial de las autopistas nos dejaba deslizarnos hacia el sur. El paisaje se hace algo más variado. El puente atirantado de Talavera de la Reina se deja ver pero nunca se alcanza. Navalmoral de la Mata, Almaraz con sus tétricas instalaciones nucleares se dejan a un lado. Los pueblos castellanos y extremeños tienen nombres recios completamente ajenos a nuestra toponimia: Romangordo, Casas de Miravete, Jaraicedo. Casi su sonoridad es un reflejo de ese paisaje duro que ha dado nombre a la región. Extremadura.

Paul Theroux, el escritor americano, critica en uno de sus libros a esos viajeros que inician la narración de sus experiencias en el lugar de destino, abruptamente, porque han llegado por aire y el vuelo peca de monotonía. Pues bien, nosotros habíamos llegado a Mérida tomando el pulso a la geografía, haciendo una auditoría visual del paisaje desde Valencia hasta una Mérida que atravesábamos en ese momento. En tiempos de crisis el coche gana fuerza de nuevo en el viaje familiar. Allí estábamos. Atasco sobre el Guadiana. A la derecha la impresionante arquería de sillares de granito rosado del puente romano. El sol empezaba a declinar entre titánicos chubascos que anunciaban tormenta por el norte. Estábamos en Extremadura.




Comentarios

  1. Como un libro de viajes...espero próximas entregas.Gracias por compartir.

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  2. Muchas gracias Ana. La verdad es que me anima mucho a seguir ver que alguien lee mis textos. Intentaré ir escribiendo estos días para que puedas compartir nuestras experiencias. En mi perfil de facebook tienes en público las fotos del viaje. Saludos

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  3. http://www.facebook.com/jgpolop Aquí podrás ver las fotos

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