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Mostrando entradas de agosto, 2013

Mariposa Vagarosa: El poder de la poesia

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El dia ha apuntat el dia plomós. He preguntat en recepció per ma mare i m’han dit que la buscara per les sales. Una infermera m’ha dit que pujara per l’ascensor al segon pis i allí, en una sala, aparcada entre molts ancians estava en la seua cadira. Els ancians alcen la vista i t’observen amb mirades buides. M’ha reconegut de seguida i se li han posat els ulls vidriosos. Avui estava lúcida i enyorava sens dubte sa casa. Amb el carro hem passat a un saló i li he mostrat uns fulls que hi havia imprès per a ella. Ma mare sempre va ser una xiqueta aplicada. Li agradava el col·legi, li encantava llegir i aprendre inclús en un temps de guerra i sirenes antiaèries o davall les ales de la germana Modesta en els temps de fam i postguerra. Entre els seus llibres del col·legi estava aquest poema que va aprendre i que sempre recordava. Mariposa, Vagarosa Rica en tinte y en donaire ¿qué haces tú de rosa en rosa? ¿de qué vives en el aire? Per pur mimetisme jo la sabia, encara

Mariposa vagarosa. El poder de la poesía

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El día ha amanecido plomizo. He preguntado en recepción por mi madre y me han dicho que la buscara por las salas. Una enfermera me ha dicho que subiera por el ascensor al segundo piso y allí, en una sala, aparcada entre muchos ancianos estaba en su silla. Los ancianos levantan la vista y te observan con miradas vacías. Me ha reconocido enseguida y se le han puesto los ojos vidriosos. Hoy estaba lúcida y añoraba sin duda su casa. Con el carro hemos pasado a un salón y le he mostrado unas hojas que había impreso para ella.  Mi madre siempre fue una niña aplicada. Le gustaba el colegio, le encantaba leer y aprender incluso en un tiempo de guerra y sirenas antiaéreas o bajo las alas de la hermana Modesta en los tiempos de hambre y posguerra. Entre sus libros  del colegio estaba este poema que aprendió y que siempre recordaba. Mariposa, Vagarosa Rica en tinte y en donaire ¿qué haces tú de rosa en rosa? ¿de qué vives en el aire? Por puro mimetismo yo la sabía, aunque p

Dies de platja (I)

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L’equip de socorristes d’aquells principis dels huitanta era ben diferent del que seria uns anys després. El capatàs, perquè en realitat el grup funcionava com una ramificació d’un equip d’estibadors, era un tipus d’El Grau a mitjan camí entre un cacic de barri i un esbirro del poderós de torn. S’havia guanyat la reputació i el poder a base de donar i rebre favors i per això era una figura de la barriada. El Grau mai ha sigut Gandia per més que siga legalment el seu barri mariner. El Grau era un món a banda de relacions socials sempre incopsable per als gandians. Era un lloc, es deia, per a un matriarcat fort. El mariner podia estar embarcat i en l’altra part del món o de farra en la taverna i això exigia una figura forta a casa. L’home era tot força i valentia en el mar tant com podia ser bocamolls, doner i irresponsable. Una mare, esposa i pilar de la família que podia ser al mateix temps una cuinera excel·lent, una negociant impenitent o col·laboradora en la reparació de l

Días de playa (I)

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El equipo de socorristas de aquellos principios de los ochenta era bien diferente de lo que sería unos años después. El capataz, porque en realidad el grupo funcionaba como una ramificación de un equipo de estibadores, era un tipo de El Grao a medio camino entre un cacique de barrio y un esbirro del poderoso de turno. Se había ganado la reputación y el poder a base de dar y recibir favores y por ello era una figura de la barriada. El Grao nunca ha sido Gandía por más que sea legalmente su barrio marinero. El Grao era un mundo aparte de relaciones sociales siempre inaprensible para los gandienses. Era un lugar, se decía, para un matriarcado fuerte. El marinero podía estar embarcado y en la otra parte del mundo o de farra en la taberna y ello exigía una figura fuerte en casa. El hombre era todo fuerza y valentía en el mar tanto como podía ser bocazas, mujeriego e irresponsable. Una madre, esposa y pilar de la familia que podía ser a la vez una cocinera excelente, una negociant

Univers blau

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Sure en l’aigua de la piscina en un món blau de tessel·les veient el blau pla, a penes trencat per un tènue núvol de vapor. Les orelles estan submergides i el cos ingràvid. Surar en l’aigua amb aqueix so amortit ens torna a un món marí, cel·lular, relaxant. Seria tancar els ulls i fingir que la realitat o el temps no existeixen. Aquest estiu s’assembla a una habitació sense finestres on veus la llum, però tan lluny, tan alta que és impossible tocar-la. Estic atrapat en aquesta de tempestat perfecta on temps i espai em porten a la fi de la treva sense tenir forces per al futur. Fa uns dies ja vaig anar a la residència on avui ha ingressat ma mare. Un dement mugia aquell dia com un ser boví tancat en un cos decadent. Els ancians, assentats en l’immens porxo de l’entrada romanien taciturns sestejant al so de la brisa marina. Les empleades de direcció i recepció intenten donar una imatge de personal d’hotel de platja. Hi ha una posa comuna entre el personal sanitari i ass

Universo azul

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Floto en el agua de la piscina en un mundo azul de teselas viendo el azul plano, apenas roto por una tenue nube de vapor. Los oídos estan sumergidos y el cuerpo ingrávido. Flotar en el agua con ese sonido amortiguado nos devuelve a un mundo marino, celular, relajante. Sería cerrar los ojos y fingir que la realidad o el tiempo no existen. Este verano se parece a una habitación sin ventanas donde ves la luz, pero tan lejos, tan alta que es imposible alcanzarla. Estoy atrapado en esta de tormenta perfecta donde tiempo y espacio me llevan al fin de la tregua sin tener fuerzas para el futuro. Hace unos días ya fui a la residencia donde hoy ha ingresado mi madre. Un demente mugía aquel día como un ser bovino encerrado en un cuerpo decadente. Los ancianos, sentados en el inmenso porche de la entrada permanecían taciturnos sesteando al son de la brisa marina. Las empleadas de dirección y recepción intentan dar una imagen de recepcionistas de hotel de playa. Hay una pose común en

Playacan

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La Gandía de los años sesenta y setenta era pequeña, provinciana y tranquila. El ritmo centenario de la vida gremial apenas si había afectado los hábitos de talleres, negocios y mercados. Puertas abiertas a la calle, vecinos paseando o de camino a sus ocupaciones, niños jugando por las aceras y perros, especialmente en los barrios del extraradio y los pueblos, libres y responsables de si mismo en sus paseos de exploración por el barrio. Solían ser animales serios y maduros. La independencia los hacía seguros de si mismos y les enseñaba a evitar los problemas. Se les veía como parte de la comunidad pero sin tantos aspavientos como los que ahora se hacen y que los infantilizan. Conforme fueron llegando los años ochenta los coches fueron arrebatando el espacio urbano sin apenas oposición. Fue una invasión paulatina que, como una puesta de sol, se percibe sólo si uno se fija en las diferencias pasado un tiempo. Nadie discutió jamás el derecho de los automóviles y nadie defendió el

Mitómanos

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Una barca de pesca flota en calma chicha con esas pequeñas oscilaciones que son capaces de hacer devolver las últimas papillas. La niebla es tan densa que oyendo las conversaciones de una embarcación cercana sólo se percibe un muro de denso vapor. Era una de las pocas veces en que me dejé convencer por mi padre para ir a pescar. Con las cañas instaladas no fuimos capaces de pescar nada y mi padre inició su cantinela con aquello de "Marinero nuevo mala pesca".  En realidad jamás le vi la gracia a aquello de pasar horas metido en una barca y sacar animales vivos del agua para dejarlos morir boqueando con cara de merluzo sobre la superficie de madera pintada de vivos colores. Mi padre, en cambio, ha llevado el alma de depredador hasta que su edad se lo ha impedido. En ese sentido ha vivido su pasión y fanatismo con una intensidad que yo desconozco. Ayer mi hija me llamó excitada tras un concierto de Pablo Alborán. Había tomado una foto y al subirla al twitter fue reb

El eterno retorno

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Primer domingo de agosto de 2013. Son ya varios los fines de semana en los que paso a recoger a mi madre. No se si ella se da realmente cuenta de la rutina que se ha creado por más que mi padre me insiste en que me espera con ilusión y arreglada. Sí se que mi padre está ansioso de estar un rato a solas sin ese fantasma que recorre la casa abriendo cajones e intentando reproducir antiguas rutinas de ama de casa con el criterio de una persona demente. Mi madre no ha perdido la coquetería femenina. En cuanto ve un espejo se intenta arreglar el poco pelo que le queda. Había intentado maquillarse, pero su enfermedad neuronal le había llevado a mancharse de carmín fuera de los labios y a pintarse ojeras más que la raya del ojo. Encorvada, aferrada a su bolso, me ha acompañado y hemos cargado la silla de ruedas en el coche. He pensado que le gustaría ver a su hermano que vive en La Drova. La Drova siempre ha sido un lugar recurrente en mi vida, mi particular paraíso perdido de l