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Mostrando entradas de diciembre, 2007

El arroyo

Ana calculó sus posibilidades con optimismo infantil. Saltó la zanja que le separaba del peral. Por muy poco no alcanzó la orilla y resbaló embadurnando rodillas y zapatos de aquella arcilla roja que teñía todo el pueblo. Un pequeño esfuerzo agarrada a dos matas y ya estaba en el huerto. Con habilidad de gato se encaramó al tronco, apoyó un pie tras otro y se sentó en una bifurcación de las ramas. Sentada en su trona arrancó una deliciosa pera de agua y la embistió a bocados. La pulpa se deshacía en jugos que acariciaban como hormigas juguetonas el dorso de su brazo. Como una pequeña reina miraba por encima de las crestas de los bancales el pueblo de casas de piedra y teja que crecían apiñadas en la base de la vieja iglesia barroca. El cielo de aquella mañana de poniente relucía nítido, como recién estrenado en el paisaje. ¿Quién te llamó? La anciana preguntó con ojos asombrados a su hijo. Fue Manuela, tú la llamaste y me telefoneó. No tardé ni diez minutos en llegar. Ataviada con una

Los buscadores

Introdujo por puro aburrimiento su número de identidad en el buscador. Sólo era la curiosidad. Una lista de webs se desparramó entre caracteres indis, chinos, listados de un ministerio canadiense y diez lugares que por desconocidos o poco interesantes no llegó a abrir. En una segunda instancia precisó que la búsqueda fuera sólo en español y entre los millones de páginas web se abrió la página de Karlita. Era una foto típica de adolescentes, nada especial, una cara demasiado demacrada por efecto del fogonazo del flash y dos o tres adolescentes más rodeándola en poses cómicas. Como vieja Lolita bien entrenada en estos asuntos, Karlita vestía una falda escueta y un escote generoso. Sonrisa descarada y presentación tan provocadora que resultaba extrañamente inocente. La web estaba redactada en esa suerte de jerigonza adolescente donde las palabras de fundían en chasquidos consonánticos más propios de la taquigrafía. Corazones y emoticonos para expresar sentimientos facilones i amores tan e

Máquina de efectos encadenados

La bandada de estorninos describe una curva cerrada sobre los tejados. Un pulmón gigantesco. Inspira y expira, se retuerce sobre sí mismo en una suerte de coreografía. Cada individuo pierde su condición para ser solo una célula de un organismo fortuito, negro, amenazador, vivo. El violeta pálido y el rosa recortan las siluetas de mañana de diciembre. En las obras la percusión de las herramientas se mezcla con anárquicas trompetas que avisan en tonos monocordes de los movimientos de las grúas. Los automóviles, todavía con la escarcha parecen dotados de voluntad propia. Un vapor blanquecino escapa al frío tembloroso. Las arterias del escenario humano empiezan a moverse como largas y pesadas anacondas de piel metálica. Si los estorninos pudieran comprender intuirían el entramado geométrico de esa otra bandada que se hace llamar humanidad. Esa geometría implícita, secreta, determinista. Coreografía precisa, visible, repetida con pequeñas variaciones cada día de lunes a viernes. Si la banda

Marzo de 1981

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La vieja bolsa de tela de nailon colgaba del brazo marcando su peso en la piel con líneas carmesí. Bufando por el esfuerzo Lola se recorría toda la calle Mayor. No podrían envenenarla, pensaba. Una sonrisa de triunfo dibujaba en su rostro el monólogo interior. Su bastón iba abriendo espacio entre los peatones como un machete en la selva mientras ella se concentraba en no tropezar. En realidad no llegaba a ver las caras de aquellos con quien se cruzaba ya que su retorcida columna hacía que su cabeza estuviera más cómoda mirando el suelo que levantando la mirada. Su forzada postura le permitía, no obstante, ser la primera en recoger los pequeños tesoros perdidos o abandonados en cualquier lugar del pavimento. El sonido de cafetera advertía de su llegada pocos segundos antes que lo hiciera el pestilente olor que despedía su cuerpo. Una vieja gabardina cubría el vestido floreado que tuvo su momento treinta años antes, cuando la comunión de su sobrino. Lola no se había lavado en mucho tiemp

Hella Hansen, el azote de los infieles

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Hace unas semanas las empresas del mundo de la citricultura empezaron a recibir cartas redactadas con fría corrección germana. Eran textos sin la menor concesión a la amabilidad. Ni siquiera tenían el decoro haber sido traducidos o enviados por correo certificado. Llegaron con alevosía y por fax entre la maraña de las decenas que llegan cada día a una empresa. No se si fue a propósito, el caso es que llegó a finales de semana con una advertencia explícita de que debía ser contestado o las alegaciones realizadas antes del siguiente lunes. El fax en cuestión mostraba el resultado particular de cada empresa del análisis realizados por la revista alemana ÖKOTEST durante varias semanas a decenas de muestras de mandarinas enviadas por los productores españoles a las grandes cadenas de supermercados alemanes. Las diferentes empresas a prisas y carreras, me consta, enviaron invitaciones para dialogar, mostrar métodos de trabajo y total transparencia. Desde su torre de Marfil Hella Hansen no se

Vals inglés

Tarde al son pausado de un vals lento. Un día cálido y hermoso de fin de otoño moría suavemente, sin estridencias, al compás de los paseantes. Cruzando el puente de diciembre miles de visitantes escapan a la par del tedio diario y de la meseta para rozar por unos días el escenario del verano. Por unos días la playa de Gandía se viste de verano y se reproduce el ceremonial del paseo junto al mar. La tribu de subsaharianos de la copia pirata juega al póker con la precisión del croupier lanzando las carátulas con profesionalidad y cierta dosis de rabia. Orden cósmico de la ruina africana, triunfo de la patera y finalmente vida de náufragos en un paseo marítimo. Corrientes, flujos y reflujos en una humanidad injusta. Tarde sin viento. El mar, apenas roto por las olas, se esforzaba en copiar el azul del cielo, consiguiendo solamente un suave reflejo de metal pulido desvaído. Sobre la arena de suaves tonos crema se distinguen siluetas errantes en ropa deportiva que proyectan sombras alargada

Negociación

Hablar con el enemigo. Qué mal suena. Dialogar con asesinos. Parece cosa de locos. Oigo las noticias de la mañana. Una manifestación de la Asociación de víctimas del terrorismo gritando consignas contra Zapatero bajo el calificativo de terrorista. No soy de ningún partido por individualista. Como dijo Groucho Marx jamás entraría en un club donde admitieran a gente como yo. Así que me considero independiente para juzgar sin tener que acatar disciplinas de partido o consignas. La manipulación tendenciosa ha encontrado eco en demasiados exaltados. Se ha dado el salto de convertir a quien tiene la obligación de buscar una salida al problema de la violencia en el propio violento. Me quedo sin palabras. Mi perro y yo tenemos una continua disputa territorial. Yo no quiero que entre en casa y todo lo más se le permite es dormir en el garaje y entrar un par de metros a la cocina. Siempre le hago sentarse junto a la puerta y él, renegando ,se sienta en el lugar que le indico. Con ojos melosos me

En la cornisa

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La vista era, a pesar de todo, hermosa. Desde la cornisa del piso dieciséis contempló la marjal y las montañas que asomaban entre las siluetas a contraluz de los edificios. El sol brillaba mortecino y frío antes de ocultarse. Pocos eran ya los huecos que habían quedado en el tramo final de la playa infestado de torres como aquella con la que había iniciado su fulgurante carrera. Una última raya de coca para darse ánimos. Aquella tarde de noviembre soplaba un húmedo viento del mar que estremecía su cuerpo sudoroso tras el esfuerzo. Una sensación amorfa y gris lo inundaba de indiferencia una vez tomada la decisión de saltar al vacío. Allá abajo el jardín, que pomposamente en la publicidad había sido llamado "El paraiso de los niños", se apiñaba entre pistas de tenis y bloques cemento. Cualquier resquicio legal había sido útil para disponer de un metro más en oferta. Apenas algunos coches circulaban por las calles en temporada baja y salvo el portero, entretenido cortando el cés

Aferrados a un salvavidas

Por la red circula una carta apócrifa de Fidel Castro a Hugo Chavez que casi con toda seguridad debe ser una falsificación burda pero no por ello menos inquietante. Describe los pasos en que anda cayendo Venezuela año tras año bajo la égida del chavismo. De todo el panfleto se me quedó una frase que me inquietó. Decía algo así como que las clases altas y medias son flojas, en cuanto ven la revolución les viene el miedo y creo que la frase andaba cargada de razón. Aquella frase famosa de la canción “Sólo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente” debía ser la oración que rezáramos con fervor cada día. Me recuerdo con veintitrés años de delegado de facultad protestando por no tener profesora de pintura, sacando con alevosía una copia en escayola de la venerable Venus de Milo a cortar el camino de Vera en Valencia y haciendo frente a los antidisturbios con pacifismo romántico de juventud. Me río para mi mismo pensando en la caricatura que hice del concejal socialista de turno vest