Andrés Mayordomo, desaparecido un día como el de hoy
¿Qué año fue? Pienso que sería el curso 1989 1990 cuando
trabajé un año de profesor en Pego. En aquellos tiempos el instituto estaba
ubicado en una serie de edificios, haciendo esquina, junto al campo de fútbol y
al final del paseo de Pego, con el venerable colegio de educación primaria, ya
cerrado como tal, puerta con puerta.
Cada día iba y volvía a Gandía con el Citroen AX que había comprado en mi primer año en Villena y
pasaba la mañana entre clases y ratos en el bar del instituto donde Paco, el
camarero que llevaba el local, y su mujer nos hacían unos bocadillos únicos que
todavía recuerdo. Mi compañero era Pepe, un chico de Segorbe que era un trozo
de pan, pero firme como una vara ante los alumnos.
Me hicieron tutor de un grupo de que antes se llamaba
primero de BUP y ahora sería tercero de la ESO. Como siempre, hicimos una
elección de delegado a primeros de curso. Entonces el niño o niña que le
correspondía ejercer las funciones del cargo tenía que llevar con él el que se
decía “el parte”, una hoja diaria de incidencias donde cada profesor anotaba
las faltas. Como el instituto estaba abierto y los alumnos podían salir,
incluso, a la calle muchos no volvían y se quedaban fuera dando una vuelta. Ya
después tendrían que hacer frente a las consecuencias ante los padres o
negociar una oportuna enmienda al “parte” efectuada por el delegado.
Una persona de fuerte carácter podía lidiar con la situación,
pero Andrés no. Andrés Mayordomo Bolta era un niño escuálido, fino como un cabello y poco
musculado para su edad. De carácter tímido, silencioso y reservado poco podías
intuir sobre lo que pensaba más allá de sus sonrisas vergonzosas apartando la
vista. Sus compañeros lo habían elegido para hacerlo delegado más para reírse
de él y poder tratarlo como un títere que para considerar que era el
representante que la clase necesitaba. Los alumnos siempre son así. Los
profesores pensamos quién puede ser el mejor, pero ellos eligen
sistemáticamente el más revoltoso o, como este caso, a una persona totalmente
inadecuada para hacer broma o sacar ventajas, como es el caso. No lo hacen por
malicia si no por falta de más o mejor criterio o el que es peor por insensatez.
Un día, algunas semanas después, el niño vino y me pidió no
continuar en el cargo. Parecía que los compañeros abusaban de su posición para
pedirle enmiendas a las faltas o a los comentarios de los profesores y él se
sentía completamente angustiado entre la responsabilidad y las presiones.
Todavía recuerdo su mirada huidiza, su piel morena, el cabello oscuro y como
sacó las fuerzas para venir, hablar conmigo y dimitir. No recuerdo mucho como
quedó el tema, el caso es que es el último recuerdo que tengo de él. A los
profesores los niños nos vienen a lotes de veintena y pasados los años es como
una multitud de caras que cambian y que pocas veces te dejan un recuerdo.
Yo continué mi vida, recalé en los institutos de Benissa y
Gandia e iba preparándome para casarme.
Fue tal día como hoy de 1993 que Andrés Mayordomo
desapareció. De buena mañana cogió la bicicleta y se fue al huerto que los
padres tenían cerca de Forna. Dejó la chaqueta del chándal y la bicicleta
dentro de la caseta y más nada se supo de él durante mucho de tiempo. En una
época donde los programas de desaparecidos se hicieron populares Andrés pasó a
la lista de gente que se había esfumado junto al más conocido caso de las niñas
de Alcasser. Se hicieron batidas por la zona, pero nadie supo dónde estaba. Los
días se convirtieron en semanas y estas en meses. Ningún rastro. La televisión
difundió reportajes con testimonios de gente que lo había visto en lugares
lejanos de Pego. La maledicencia popular decía que se había escapado de la
presión religiosa de la casa familiar. Parece que en su casa eran testigos de Jehová
y, además, estrictos en el cumplimiento de las normas y, según se decía, habría
huido para escapar de este ambiente. Nada más injusto para los pobres padres
que además de la desgracia de no saber nada del hijo tuvieron que escuchar lo
que no eran más que mentiras y chismorreos de pueblo. Todo eran teorías, pero
este vacío absoluto, casi como el que se da en el espacio exterior, carencia de
luz, negrura, ausencia de aire silencio, acompañó la foto de carné donde Andrés
mira el objetivo ignorante de su futuro.
Estuve a punto de finalizar el año cuando unos cazadores,
siguiendo el rastro de una perdiz, encontraron el cuerpo despeñado, sobre unas
piedras, bajo de un pino. Ahora que yo mismo frecuento la montaña, sé que la
zona donde desapareció es de las más abruptas de toda la contornada. La
comunicación entre Forna y la Llacuna, en realidad toda la zona hasta Vall de
Gallinera, es una zona de fuertes pendientes y ninguna senda. Pobre Andrés,
solitario en vida, solitario en la muerte. Durando cerca de un año yació con el
reloj marcando puntualmente la hora. Noche y día en la montaña con el dolor de
unos padres que nada sabían de él, con todo un pueblo haciéndose preguntas.
¡Quien sabe dónde iría! Tal vez quería subir alto y ver el paisaje del primer día del año como a mi me gusta hacer. La montaña es, en ocasiones, cruel pero a los que nos gusta es un lugar donde sentir la libertad..
¡Quien sabe dónde iría! Tal vez quería subir alto y ver el paisaje del primer día del año como a mi me gusta hacer. La montaña es, en ocasiones, cruel pero a los que nos gusta es un lugar donde sentir la libertad..
El reloj en realidad se paró para él aquel uno de enero. Su
recuerdo lo llevarán los compañeros de su generación que pusieron todo de su
parte para encontrarlo. Los adolescentes pueden ser igual de crueles como
generosos y solidarios cuando hace falta. Seguro que muchos te recuerdan.
Andres, te fuiste. Un
recuerdo de aprecio para ti ahora que tendrías ya cuarenta y tres años. Tal vez
ya ni te recordaría si no hubieras muerto. ¿Qué habría sido de tu vida? Moriste
allá donde yo encuentro siempre la felicidad, en las montañas, bajo un pino. El
reloj que llevabas, implacable, continuó su marcha. La vida, implacable ha seguido
adelante.
Descansa en paz.
A veces la sociedad es injusta con los débiles y se aprovechan de su bondad para exigirles cosas que a otros ni se atreverían.Quizás Andrés prefirió elegir un final prematuro ante la situación que s e le avecinaba.Nunca lo sabremos con certeza pero su adiós fue tan inesperado como tal vez premeditado.Gracias por su certero retrato de cómo era Andrés.30 años ha de su labor docente en Pego y su memoria permanece intacta con este muchacho ahora olvidado por la sociedad.DEP.
ResponderEliminarMe enterado de este suceso porque lo menciona un libro sobre el caso Alcácer.
ResponderEliminarMe he enterado de este suceso porque lo comenta un libro sobre el caso Alcácer. Ambos sucedieron por la misma época.
ResponderEliminarBonitas palabras que descubro ahora.
ResponderEliminarDescansa en paz, Andrés.