Las chicas de Derry.
Por las calles de los
alrededores de Shankill Road me encontré con un hombre de unos setenta años que
me miró con una sonrisa y me saludó. Era evidente que yo era un turista cargado
con cámara y mirando con curiosidad todo el entorno. Un habitante del barrio
iría pensativo con sus cosas sin prestar atención a las peculiaridades del barrio.
Tuvimos una conversación rápida y le dije que estaba interesado en entender la
historia de Irlanda del Norte. Él me confesó que no era de Belfast, también
estaba de visita. En mi pueblo, dijo, los años de la violencia no lo fueron
tanto. Belfast y Derry fueron las que más sufrieron esta guerra civil entre dos
comunidades culturales enfrentadas a muerte.
Después de una ruta por
carreteras rurales habíamos llegado a Derry la segunda ciudad por habitantes de
Irlanda del Norte. Por la cercanía se respiraba el ambiente normal de una
ciudad de un tamaño parecido a Cáceres o Guadalajara. Desde el otro lado del
río Foyle se veía una ciudad compacta sobre un cerro con dos torres de iglesia
con chapiteles esbeltos sobrevolando el conjunto urbano. Solo pasamos el
Carigavon Bridge vimos un monumento, en el centro de una rotonda, con dos
estatuas de dos hombres a punto de tocarse las manos sobre el que parece ser un
río. Simbólicamente representa las dos comunidades en guerra a las riberas
occidental y oriental del río. En el día de nuestra visita los sindicalistas
habían aprovechado para colgar una pancarta pidiendo apoyo para los
trabajadores aquellos días en huelga. A pocos metros una pequeña iglesia
neogótica se anunciaba como hogar de la comunidad presbiteriana. La calle,
empinado, llegaba a una de las puertas del potente bastión que cierra el centro
de Derry.
A Derry se llega por un
sistema de vias de circulación rápida que llevan en las calles que salvan la
distancia entre la ribera del río Boyle y la parte más alta del núcleo
histórico. Las calles, sin ser ninguna maravilla por lo que hace a su
arquitectura, son agradables. Las casas con fachada sencilla, con hileras de
ventanas y colores pastel discretos. Algunas son más fantasiosas con miradores
y muchas otras con ventanas al ático directamente bajo el tejado. Derry, así a
primera vista, resultaría una ciudad agradable y tranquila, donde llevar
adelante una familia y donde todavía los vecinos se conocen y se saludan.
El centro comercial del
casco histórico de Derry podría ser cualquier otro de una capital de provincia.
Incrustado entre las calles tradicionales forma un conjunto de pasillos con la
necesaria oferta comercial y gastronómica que los convierte en un punto donde
ver y ser visto. Decenas de escolares con impecables uniformes de diferentes
centros educativos con combinaciones de colores y simbología diversa iban y
volvían en grupos de tres o cuatro entrando y saliendo de los locales de comida
rápido o de helados. Derry creció en una colina junto al río y el centro
comercial se extendía por varios niveles adaptandose al terreno. El techo de
vidrio con estructura blanca dejaba pasar una luz clara que creaba un ambiente
agradable. El público era el que se puede esperar en un lugar como este,
madres, niños y adolescentes. El Mac Donald’s, serían las tres de la tarde,
estaba casi lleno de comensales de todas las edades.
En la puerta superior de
acceso, directamente frente al bastión, los coches pasaban de aquí para allá
por el cruce de calles accediendo por la puerta de la muralla al interior del
recinto. A pocos metros, en el muro de un local próximo, el Badgers Bar de
Orchars Street, se mostraba de manera bastante realista los cinco personajes
principales de la serie televisiva de Channel 4 “Derry Girls” que va muestra,
en clave de comedia, la vida de un grupo de adolescentes en los años en los
cuales se llegó a los acuerdos de paz y Bill Clinton visitó esta ciudad. Este
mural, creado por un conjunto de artistas locales, se ha convertido en un
símbolo de una nueva Derry que aspira a superar los años de lágrimas, los
malditos “troubles” por una nueva etapa. Esta ciudad que he descrito en un
instante de su vida, en contra de esta imagen cotidiana, fue foco de una
violencia inaudita que la puso en las pantallas de televisión de todo el mundo.
En un artículo de un diario un residente de Derry dice “Nuestra pequeña ciudad
pasaba desapercibida porque para los turistas todo giraba en torno a las
murallas y los disturbios. Esto es algo más positivo. Se trata de la gente de
Derry y de quién somos realmente".
¿Pero debemos decir Derry
o Londonderry?
Un símbolo de la profunda
discrepancia sobre el territorio, la pertenencia y la personalidad de las
comunidades de la ciudad está presente en el nombre. Tan solo con decir Derry o
Londonderry es ya per se una declaración de principios. Derry viene de Daire
Calgaich, la robleda de Calgaich. Cuando los colonos británicos se asentaron en
la zona más rebelde de la isla de Irlanda por allá el 1613 la bautizaron como
Derry y a continuación, en homenaje en Londres, Londonderry. Todavía es un tema
abierto y signo de una batalla cultural nunca resuelta.
Cruzando la puerta de la
muralla subimos, por el otro lado, al inmenso bastión que encierra el centro de
la ciudad. Derry es la única ciudad amurallada intacta en Irlanda y de los
mejores ejemplos en toda Europa. Las murallas fueron construidas entre 1613 y
1619 por la Honorable Sociedad Irlandesa como defensa para los colonos de
Inglaterra y Escocia de principios del siglo XVII. Las murallas, que tienen
aproximadamente 1,5 kilómetros (una milla) de circunferencia y varían en altura
y ancho entre 3,7 y 10,7 metros (12 y 35 pies), están completamente intactas y
forman una pasarela alrededor del centro de la ciudad. Es un recinto ya
preparado para los ataques con artillería. Precisamente fue Derry un punto
estratégico en las guerras de colonización británica objeto de ataques e
incluso quemada. Los colonos se hicieron fuertes con una muralla y erigieron
una ciudad planificada y preparada para la defensa. Tanto es así que la ciudad se
la conoce como la doncella porque nunca fue conquistada.
Fue el 1688 cuando las
tropas del rey Jaime II de Inglaterra, defensor del catolicismo, intentaron
tomar la ciudad. La decisiva reacción de los aprendices, cerrando la puerta de
la muralla, impidió la entrada de los enemigos y se convirtió en un símbolo de
la resistencia protestante frente a los católicos. Todavía hoy los protestantes
conmemoran este hecho que se ha convertido en un signo más de la mitología de
la comunidad protestante y motivo de desfiles y fuegos amparados por la orden
de los Apprentice Boys of Derry.
Hoy las murallas forman
un paseo elevado con unas vistas magníficas dentro y fuera de la ciudad. Los
cañones siguen apuntando en la distancia ya solo como decoración, pero a poco
que te fijes surgen los signos de la eterna rivalidad. Un grupo de casas con
una bandera británica, fuera de la muralla, pero arriba del altozano, muestran
dos murales. Uno dice, “los lealistas de la ribera occidental, todavía
asediados, no se rinden”. El segundo manifiesta “entre 1971 y 1991 la población
protestante se redujo en un 83,4% como resultado de la violencia”. Las figuras
de las estatuas de las cuales os he hablado antes aparecían separadas y una de
ellas, en lugar de dar la mano, ofrecía una maleta. No, definitivamente las
heridas no se han cerrado todavía.
Las vistas ciertamente
eran espectaculares. Algunos turistas seguían a un guía con atención. De un
colegio, en una calle junto a la muralla, salían alumnos, las madres los
esperaban a la puerta. La catedral anglicana de Saint Columbus, un imponente edificio
de estilo gótico tardío, pues se construyó el 1633 con ampliaciones y reformas los
siglos posteriores, se levanta orgullosa de su fe.
Llegando a la parte oeste
del bastión se ven los barrios católicos como una inmensa colmena de casas
repetidas una y otra vez en hilera, con la potente torre de la catedral
católica de San Eugenio destacando por encima de todas las casas. La frontera
con los condados católicos de la República de Irlanda está a poco más de un
kilómetro y medio. No es extraño que aquí casi el setenta por ciento de la
población se declare católica. En general y yo diría que simbólicamente las
poblaciones tienden a situarse en el oeste si son católicos y al este si son
protestantes tanto en cuanto a Irlanda del Norte como las poblaciones en sí
mismo.
Bajamos al barrio
católico pasando por un pub con banderas de muchos países, la irlandesa
incluida; ninguna presencia de la británica. Llegamos así al famoso Derry
Corner. “You are now entering free Derry”. Estás entrando al Derry libre. Es
este sencillo mural, tipografía negra sobre blanco, uno de los más icónicos de
toda Irlanda del Norte. En realidad, es una reinterpretación de otro que había
en la Universidad de Berkeley y es en este contexto donde tenemos que iniciar
el relato sucinto de los sucesos que iniciaron la guerra civil que zarandeó la
sociedad norirlandesa entre los finales de los años sesenta y 1998 cuando se
firmaron los acuerdos de paz del viernes santo.
Los hechos tienen raíces
remotas en la rivalidad entre las comunidades a raíz de la conquista y colonización
de Irlanda emprendida por la corona británica. La división de la isla el 1920
entre un norte de mayoría protestante y un sur católico dejó una minoría
católica y republicana abandonada a su suerte ante una mayoría protestante y
unionista. Las nuevas leyes de los seis condados del Ulster protestante,
marginaba a los católicos de los derechos y privilegios disfrutados por los
protestantes. En la práctica todas las áreas del poder, la policía, la
judicatura y las relaciones sociales eran monopolio de los unionistas protestantes,
en lo que sería una situación comparable a la de los afroamericanos en los
Estados Unidos.
La política de seguridad
social y bienestar que se expandió por Gran Bretaña después de la Segunda
Guerra Mundial propició una mayor conciencia de la discriminación y un
sentimiento reivindicativo que cuajó en la Asociación Por los Derechos Civiles
de Irlanda del Norte. Estos grupos querían reivindicar de forma pacífica,
copiando en gran medida los movimientos del mismo signo en los Estados Unidos,
la consecución de la igualdad.
Movimientos de izquierda
organizaron una marcha pacífica que uniría Belfast y Derry. Con estrechez de
miras los unionistas atacaron la comitiva a unos ocho kilómetros de Derry de
forma violenta, a pedradas, ante la pasividad de la policía formada casi en su
totalidad por protestantes.
Los disturbios ganaron en
violencia por toda la región ante la impotencia del gobierno local y de los
británicos al controlar los problemas. El ejército fue enviado para controlar
los disturbios. De hecho, fue recibido por los católicos de forma positiva
esperando que se interpusieron protegiéndolos frente a la violencia policial y
los unionistas. Más bien fue el contrario. Los soldados magnificaron la
política represora y perdieron el apoyo de los católicos que se vieron
indefensos.
La magnífica película
“Bloody Sunday” explica bien los sucesos ocurridos el treinta de enero del 1972
cuando los soldados británicos abrieron fuego contra veintiséis civiles
desarmados durante una manifestación pacífica, pero no autorizada. Murieron
catorce personas: trece murieron en el acto, mientras que la muerte de otro
hombre, cuatro meses después, se atribuyó a sus heridas. Muchas de las víctimas
recibieron disparos mientras huían de los soldados, y otros recibieron disparos
mientras intentaban ayudar a los heridos. Dos otros manifestantes resultaron
heridos por metralla, balas de goma o porras, dos fueron atropellados por
vehículos del ejército británico y algunos fueron golpeados. Todas las víctimas
eran católicas. Hay que decir que los paracaidistas ya habían estado implicados
en sucesos violentos y todavía pesaba mucho la experiencia de las guerras
coloniales entre el estamento militar.
El Bloody Sunday fue
considerado como un punto y aparte en la historia de los Troubles. Mucha gente
consideró que el pacifismo era inútil y facilitó el compromiso de mucha gente
joven con el Ejercido Republicano Irlandés, el IRA en su facción denominada
provisional.
No se había olvidado el
barrio católico de aquellos tiempos. La entrada al Bogside, la zona entonces
prohibida a las autoridades británicas, es hoy un punto cubierto de murales
reivindicativos, monumentos funerarios a los caídos del IRA, homenajes en los
muertos en las huelgas de hambre de los ochenta, niños caídos por balas de
plástico de la policía y toda la parafernalia del republicanismo irlandés. Aquí
o al otro lado del río las nuevas generaciones se crían con la presencia
constante de los mártires y los héroes de su comunidad y esto condiciona toda
una filosofía de vida.
Volvimos al centro de
Derry. Otra vez parecía volver a un sueño de paz. Calles agradables, plazas con
monumentos a los caídos en las grandes guerras y actividades culturales junto
en el ayuntamiento, el denominado Guildhall. El edificio neogótico, visitado
por Bill Clinton el 1995 y donde hizo un discurso por la paz, fue atacado
varias veces en los años del conflicto. El día de nuestra visita había público
disperso mirando un grupo de adolescentes haciendo una coreografía con
diábolos.
El sol empezaba a caer y
la luz disminuía mientras cruzábamos de vuelta el río Boyle. El puente de la
paz, de líneas modernas, comunica para ciclistas y peatones las dos riberas del
río. Sus formas sinuosas, el color blanco y la estructura elegante y diáfana lo
han convertido en uno de los símbolos de una nueva Derry que quiere la paz.
Curiosamente fue hecho con fondos europeos, antes del Brexit, como indica una
placa en su ribera oriental. Europa, un espacio común sin fronteras era
favorable a la solución de los conflictos. No tenía mucho de sentido pelearse
si finalmente se podía vivir y trabajar, viajar, comprar o vender en las dos
entidades políticas de la isla.
Tal vez las cosas han
cambiado pero un mar de fondo todavía ruge a las dos riberas del río Foyle. De
vez en cuando vuelven las exhibiciones de violencia brutal que muestran el
descontento de muchos jóvenes ante la situación de pobreza y paro que sufre la
zona. La mayoría no conocieron la época de los troubles. El distrito de
Strabane es de los más pobres de Irlanda del Norte. Más de la mitad de los
jóvenes viven en situación de privación, tienen una salud más precaria,
educación deficiente y más paro.
Exactamente veinticinco
años después de los acuerdos de paz hubo incidentes en los cuales algunos jóvenes
lanzaron cócteles molotov a la policía para celebrar el alzamiento de Pascua
del 1916. Los incidentes están provocados por hombres jóvenes y niños de las
dos comunidades. Se critica la carencia de inversión gubernamental que crea un
terreno fértil para los grupos paramilitares que no han acabado de desaparecer.
Especialmente Derry es una zona donde se concentra la violencia con el sesenta
por ciento de los atentados con bomba y el cuarenta y uno de los tiroteos.
Los protestantes viven en
la ribera oriental del río, los católicos mayoritariamente en la occidental . Todo
y los esfuerzos para simbolizar los deseos de paz esta no ha llegado a cuajar.
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