Vals inglés


Tarde al son pausado de un vals lento. Un día cálido y hermoso de fin de otoño moría suavemente, sin estridencias, al compás de los paseantes. Cruzando el puente de diciembre miles de visitantes escapan a la par del tedio diario y de la meseta para rozar por unos días el escenario del verano. Por unos días la playa de Gandía se viste de verano y se reproduce el ceremonial del paseo junto al mar.

La tribu de subsaharianos de la copia pirata juega al póker con la precisión del croupier lanzando las carátulas con profesionalidad y cierta dosis de rabia. Orden cósmico de la ruina africana, triunfo de la patera y finalmente vida de náufragos en un paseo marítimo. Corrientes, flujos y reflujos en una humanidad injusta.
Tarde sin viento. El mar, apenas roto por las olas, se esforzaba en copiar el azul del cielo, consiguiendo solamente un suave reflejo de metal pulido desvaído. Sobre la arena de suaves tonos crema se distinguen siluetas errantes en ropa deportiva que proyectan sombras alargadas de fin de año. La fuerza de la juventud se desbordaba en los grupos que practicaban deportes de equipo entre la competición y el puro exhibicionismo. Todas las tipologías antropométricas y todos los acentos van y vienen. Una pareja de septuagenarios inmóviles en un banco acompañan con los ojos el ir y venir de los grupos. Él tenía cara de niño atemorizado, pequeño y algo desvalido. Ella, con su pañuelo de seda y sus labios dibujados en carmín, mantenía el aplomo femenino por más que el tiempo se hubiera cruzado en su camino. Como venido de otro mundo un patinador esquivaba a toda velocidad grupos y obstáculos dando a la escena el aire cosmopolita de cualquier lugar del primer mundo. Niños felices ignoran toda circunstancia y como reyes en palanquin, desde su carrito, señalan cualquier novedad con alborozo, otros, más mayores, trepan, como simios que son, en los circuitos donde ensayar sus recientes habilidades físicas. Los grupos se hacen al calor de los conocidos y las amistades. Saludos amables de día festivo. Altos, bajos, ricos, pobres, jóvenes y viejos como en un teatro donde cada uno de los roles da un sentido de conjunto al argumento. Como en un reloj todas las piezas giran con una velocidad angular, pero con diferentes funciones y sentidos conformando un organismo multicelular complejo que se extiende por toda la avenida.

En el club náutico el agua chapoteaba rompiendo su plata contra las quillas de las decenas de yates. Colores y texturas desmienten el supuesto color azul y la transparencia del agua. El espejo de los mástiles los ondula y agita como la curva gráfica de un acorde. Las líneas de centenares de embarcaciones complican la textura que se retuerce y quiebra en mil grafismos. Sobre el esmeralda de la sombra el cadáver de un pez flotaba impúdico, panza arriba, desgarrado por su vientre, bailando suavemente es su lecho de muerte. El sol penetraba exhausto entre los apartamentos para estrellarse en tonos dorados contra las rocas y las paredes de la escollera. El suave vaivén del mar parecía contagiarse a una multitud ociosa en su romería hacia el faro. Los gatos gordos y lustrosos como niños mimados toman el sol encaramados en las piedras. Ojos verdes y fríos como viejos dioses egipcios que sólo se inquietan en el peligro o en la novedad del alimento.
Desde la caseta de pescadores el agua del gran puerto se ha encendido en oros. El brillo del sol que muere ciega en su reflejo forjando en su ausencia siluetas recortadas y sombras negras. Un pescador se transmuta en contorno de teatro chinesco mientras el sol escapa por occidente. El frío se va apoderando del paisaje que se baña en una sinfonía de violetas y azules a veces roto por una última llamarada otoñal. Allá en el mar tres muchachas desafían con ardor juvenil el frío del agua y se lanzan, imagino, más por antojo que por gusto, a las gélidas aguas del Mediterráneo. Los ojos de la multitud se posan ociosos en esos pequeños espectáculos de una tarde hermosa pero anodina. En las montañas muere el día entre trazos de nubes estratosféricas de frío magenta hermoso, excesivo, decadente.

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