Hella Hansen, el azote de los infieles


Hace unas semanas las empresas del mundo de la citricultura empezaron a recibir cartas redactadas con fría corrección germana. Eran textos sin la menor concesión a la amabilidad. Ni siquiera tenían el decoro haber sido traducidos o enviados por correo certificado. Llegaron con alevosía y por fax entre la maraña de las decenas que llegan cada día a una empresa. No se si fue a propósito, el caso es que llegó a finales de semana con una advertencia explícita de que debía ser contestado o las alegaciones realizadas antes del siguiente lunes.


El fax en cuestión mostraba el resultado particular de cada empresa del análisis realizados por la revista alemana ÖKOTEST durante varias semanas a decenas de muestras de mandarinas enviadas por los productores españoles a las grandes cadenas de supermercados alemanes. Las diferentes empresas a prisas y carreras, me consta, enviaron invitaciones para dialogar, mostrar métodos de trabajo y total transparencia. Desde su torre de Marfil Hella Hansen no se dignó a contestar ni agradecer por mínima cortesía los correos de respuesta con datos y aclaraciones.




Parece que la semana pasada Alemania se conmovió con la publicación del test en los que Frau Hansen ataviada de diosa de la juticia, todo y balanza, bendecía las mandarinas biológicas y condenaba toda naranja que tuviera el menor resto de pesticida en la piel, aún cuando hasta cierto límite estos productos son completamente legales y asumibles dentro del proceso normal de producción de alimentos. En algunos casos las cantidades estaban por el orden de un diez por ciento del máximo permitido. Dentro de la vorágine mediática alguna cadena de televisión sensata daba voz a un frutero alemán de cuarta generación que exponía una verdad de perogrullo. Claro que llevan algún tratamiento para proteger su calidad, afirmó, para añadir que las mandarinas biológicas tienen mermas importantes que inciden en el precio del producto.



Miedo. Los medios de comunicación venden muy bien el miedo. Michael Moore en su film "Bowling for Columbine" habla de cómo nos inculcan la idea del terror para tenernos quietos. Abejas asesinas, vacas locas, el virus del Ébola, la fiebre aviar... Son serpientes de verano o invierno que nos preocupan hasta el extremo de dejar de tener canarios para que no nos contagien la fiebre aviar. No niego el peligro que puedan tener pero sí la repercusión. Es mucho más probable morir de accidente de tráfico que por cualquiera de estas causas y sin embargo nadie deja de subirse al coche cada día. Por desgracia somos una raza neurótica permanentemente deseosa de estar sanos, seguros y jóvenes. Somos una sociedad que a fuerza de negar la muerte le teme mucho más de lo que reconocemos. Llevamos el deseo de la seguridad a extremos enfermizos y en este río revuelto estas noticias venden bien.




Volvamos al caso de las naranjas supuestamente envenenadas. Un breve estudio por las páginas web lleva a conclusiones inquietantes. La mayoría de medios de comunicación se limitaron a copiar el comunicado emitido por la revista sin añadir prácticamente trabajo de investigación adicional. Se puede ver una estructura casi calcada de página a página con una conclusión idéntica: Las naranjas biológicas son las únicas buenas, con bendición y certificado hanseniano. Como con un tambor de hojalata las cadenas de televisión alemanas se hicieron eco de las palabras de la inquisidora consiguiendo descensos de un tercio en la venta de mandarinas en ese país. ¿Vivimos en un mundo de opiniones únicas? Parece que el copiar y pegar del ordenador ha convertido a muchos periodistas en vagos que no se preocupan por cotejar las informaciones. Citan y se lavan las manos como Pilatos.


Mientras tanto, en el resto de Europa, ajenos a la polvareda mediática, seguían comprando las mismas mandarinas condenadas sin que se produjeran los centenares de víctimas que podía dar a entender el test. Ah, parece que nadie fue tan tonto como para recoger todas las cáscaras y comérselas.



Un segundo buceo en internet sobre la figura de Frau Hansen hacía descubrir otros tantos análisis y descubrimientos que había hecho la revista; una vez su víctima era el café y una sustancia que contenía que era cancerígena, otra las manzanas de Chile o Argentina, otra podría ser el aceite de oliva y así suma y sigue. Según uno de sus estudios el café tiene acrilamida una sustancia peligrosísima que se forma, parece ser, durante el tostado del producto. La noticia es del 2002. Me parece que he tomado demasiada acrilamida en cinco años... Mal asunto. ¡Ah! No cuezan los alimentos a más de 120 grados, que parece que también aparece. Otras veces es la mostaza, otras veces el yogourt. ¿Deberemos dejar de comer o tal vez montar una granja en el balcón de casa?



Hella Hansen, a mi modo de ver, es como fue en otros tiempos Torquemada en España. Líderes de la pureza de la fe, en este caso en la ecología, que se arrogan en el derecho a juzgar sin piedad a todo aquel que no comulgue con sus ideas. Soy el primero que desea que los alimentos nos lleguen con garantía y seguridad sanitaria. Creo que la prensa ha de jugar un papel en la defensa de los consumidores y la protección de sus derechos, pero visto, lo visto me huele más a demagogia que a objetividad periodística. Por más que el análisis pueda ser cierto.



El método utilizado es destructivo. No separa, no aclara, ni interés que tiene. Pone en un saco a todos los productores y cadenas de supermercados, los que cumplen escrupulosamente la legislación y los que no. Por otro lado, el titular es más que tendencioso: Das is Spritze (eso es jeringuilla). Y nada de matices, todo es química. Punto. Todos condenados. ¡Menos mal que no pidió también certificado de penales!



Vamos a ver. ¿No son las autoridades y las leyes que nos damos todos las que han de poner los límites legales y siempre que se cumplan a rajatabla jamás se debe dudar de la honorabilidad de decenas de empresas que se esfuerzan en cumplir con las exigencias? No todo es negocio y de eso estamos convencidos la mayoría. Si hay una oveja negra en la familia podemos estar de acuerdo en apartarla, si hay errores se deben de solucionar, pero no seamos más papistas que el propio Ratzinger. Vivimos en un mundo repleto de personas que deben ser alimentadas. De acuerdo que nos gustaría vivir en el jardín del Edén, pero si toda la producción fuera exclusivamente biológica tendríamos grandes problemas en poder mantener el nivel de producción que se requiere para alimentar con precio adecuado y calidad a la población. Hay que ir tomando conciencia de un problema global, pero dar pasos positivos y no destruir sin ofrecer alternativas viables. Siguiendo la terminología de los verdes alemanes entre realos (realistas) y fundis (fundamentalistas) me quedo con los primeros.



Hella Hansen forma parte de ese círculo de fundamentalistas que ven la paja en el ojo ajeno antes que en el propio. Cuando envió los faxes a las empresas utilizó aparatos creados con plástico y metal. Traición a los principios, debía haber usado una paloma mensajera. Cuando fue a RTL a hablar desde el púlpito debió haber ido en burro, no mejor a pie, que eso es maltrato de los animales. ¿Había focos en el estudio?¿Cómo es que le vieron en las casas? ¿Son las ondas perjudiciales? ¿Y el magnetismo de los televisores?. ¿Su revista se imprime en papel? Me temo que eso son fibras de antiguos árboles. Me pregunto si se vestirá o irá con hojas de parra, porque si lo hace con pieles o con texturas vegetales ,de algún animal o planta sacrificados para ella serán. ¿Tendrá casa? ¿Será una choza de piedras como en el neolítico?



Es ridículo e injusto ese planteamiento donde uno tiene el derecho a juzgar a los demás como depositario de la verdad. Creo que una mayoría de los ciudadanos del mundo estamos convencidos de la necesidad de ir cambiando un mundo que es insostenible. Creo que todos queremos comer alimentos sanos y que nuestros paisajes, montañas y ríos estén limpios, pero hay que empezar la casa por abajo y no ser el Robespierre de la ecología. Afortunadamente Hella Hansen es sólo una periodista, porque de inquisidora, de interrogadora de la STASI o agente de la CIA hubiera sido terrorífica.

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