El rayo y las luces
Mi hija está preparando los exámenes de acceso a la universidad y me pidió que le ayudara haciendo esquemas de sus trabajos de de literatura. Los autores que tiene que preparar ya los conocía y más o menos los ubicaba en el espacio y el tiempo pero he de decir que esta relectura de su trayectoria vital me ha resultado especialmente conmovedora.
Cincuentón que peina canas, he tenido oportunidad de vivir suficientes años como para conocer y amar este paisaje que nos ha tocado como telón de nuestras vidas, tan parecido en mi caso al de Miguel Hernández y a la vez sentir la profunda decepción por una sociedad que ha reproducido la mediocridad que con tanta crudeza denunciara Valle Inclán.
La vida nos da lecciones de humildad y en las etapas de la vida y obra de Miguel Hernández percibimos etapas paralelas a nuestras propias vidas. No somos originales, nada se inventa por completo. El tiempo de la inocencia, el del amor, el de los ideales y el de la muerte que llega. De Valle Inclán se percibe ese amor profundo a la tierra que le vio nacer que aparece enfoscado en una crítica sin piedad de sus contemporáneos.
Mi generación se crió en décadas en las que la historia nos alejó de la guerra y de la miseria. Salimos a Europa y pensamos que éramos diferentes, pero esta maldita crisis nos ha descubierto la mediocridad que no cesa. Ese rayo que golpea una y otra vez sin piedad. Esa lluvia gris que borra y anula la cultura, el saber, el arte en un país que ve al artista como un perroflauta.
A casi cien años de Valle Inclán la bohemia malvive en un mundo paralelo y los poderosos la desprecian y consideran que nada vale más que el valor de la riqueza. Pensábamos que este país había llegado a ver la luz, pero me temo que el dolor de aquel gran poeta y la feroz crítica del dramaturgo son rabiosamente actuales.
Temo al futuro en un país que parece que va a volver a las cavernas. Como Miguel Hernández el paisaje es mi refugio ante tanto desasosiego. Somos un pueblo de bueyes?
Cincuentón que peina canas, he tenido oportunidad de vivir suficientes años como para conocer y amar este paisaje que nos ha tocado como telón de nuestras vidas, tan parecido en mi caso al de Miguel Hernández y a la vez sentir la profunda decepción por una sociedad que ha reproducido la mediocridad que con tanta crudeza denunciara Valle Inclán.
La vida nos da lecciones de humildad y en las etapas de la vida y obra de Miguel Hernández percibimos etapas paralelas a nuestras propias vidas. No somos originales, nada se inventa por completo. El tiempo de la inocencia, el del amor, el de los ideales y el de la muerte que llega. De Valle Inclán se percibe ese amor profundo a la tierra que le vio nacer que aparece enfoscado en una crítica sin piedad de sus contemporáneos.
Mi generación se crió en décadas en las que la historia nos alejó de la guerra y de la miseria. Salimos a Europa y pensamos que éramos diferentes, pero esta maldita crisis nos ha descubierto la mediocridad que no cesa. Ese rayo que golpea una y otra vez sin piedad. Esa lluvia gris que borra y anula la cultura, el saber, el arte en un país que ve al artista como un perroflauta.
A casi cien años de Valle Inclán la bohemia malvive en un mundo paralelo y los poderosos la desprecian y consideran que nada vale más que el valor de la riqueza. Pensábamos que este país había llegado a ver la luz, pero me temo que el dolor de aquel gran poeta y la feroz crítica del dramaturgo son rabiosamente actuales.
Temo al futuro en un país que parece que va a volver a las cavernas. Como Miguel Hernández el paisaje es mi refugio ante tanto desasosiego. Somos un pueblo de bueyes?
Comentarios
Publicar un comentario