Políticamente correcto y la tradicional amistad
Cuando alguien me dice que no le gusta la política o que pasa de ella tiendo a desconfiar. Política es todo, desde opinar del estado de limpieza de la calle a la charla de canfé donde se habla de la situación en España o la economía. No creo que sea sincero nadie que diga que pasa de la política. Ni podemos ni realmente lo hacemos.
Otra cosa es hablar de la política, conforme se desarrolla en España o en el mundo y de la clase política y ahí probablemente podríamos estar más de acuerdo. En la mayoría de países democráticos tenemos una nomenklatura tolerada por un electorado de barriga llena, sordo y casi mudo.
Con los años de democracia hemos ido desarrollando una clase política mezquina y miope. Está claro que generalizar siempre es equivocarse y que seguramente deben existir todavía políticos honrados con ganas de cambiar el mundo y llegar a hacerlo mejor. Se me ocurre que los activistas de muchas organizaciones no gubernamentales que luchan contra el cambio climático, los derechos de los saharauis o a favor o en contra los toros son lo mejor de la política. Al menos ellos son sinceros y apuestan claramente sin dobleces por aquello en lo que creen. La mayoría de ellos se comprometen con su causa y recogen dinero o intentan sumar voluntades sin mentir o depender del clientelismo del voto.
Mirando las noticias de estas semanas podemos encontrar con facilidad tres noticias que son pequeños símbolos del estado de la política y los políticos desde la escala local a la escala internacional. Hablo del caso de Polop y el asesinato de un alcalde por sicarios o el de Lliber en Alicante. Detrás probablemente se esconde la veta de kilómetros de profundidad de todas las corruptelas de años y años de urbanismo desaforado y que ha afectado a todos los partidos de una u otra manera.
Hablemos en segundo lugar del caso de Aminatu Haidar, un ejemplo de la hipocresía y los intereses de la política exterior española y europea. Seguimos hablando de la "tradicional amistad" con el pueblo marroquí y en realidad ni hay amistad, ni es tradicional (la generación de nuestros abuelos se pegaba tiros con los abuelos de los actuales marroquies). No hablamos de intereses y en cambio nos manifestamos amigos de un régimen que tortura y se salta a la torera los derechos humanos. Eso sí, Estados Unidos, Francia y España tragan, hasta cierto punto incómodo frente a las opiniones públicas, por la "tradicional amistad" con los fosfatos, con las ventas de productos o la producción barata o la posición geoestratégica como país musulman "moderado" control y tapón del fundamentalismo y aliado en el Magreb. Perdón, hipocresía pura. Dame pan y dime tonto.
Tercer caso, acuerdo de mínimos en el cambio climático. Seguimos mirando cómo el Titanic que es nuestro planeta se hunde y la orquesta sigue tocando el himno a la economía y a la globalización. China quiere crecer, Estados Unidos no renuncia y mientras el mundo se calienta como un motor sobreacelerado.
Hay que reconocer que la política, en la manera que se está realizando, es decepcionante y que el problema, que empieza a ser generalizado. No se vota ya nunca al mejor o al que más promete sino al que sea un mal menor. Por fortuna mientras tengamos la barriga llena la sociedad estará más o menos tranquila, pero si llega una crisis económica del calado de los años veinte o una corrupción como se ha dado históricamente en los países latinoamericanos será el momento de los caudillos y los Hitler. La historia está ahí para enseñarnos algo.
Creo en la política. En la capacidad de la democracia, de la libertad de expresión y en las luchas a vida o muerte que llevó en su día Gandhi, Mandela o ahora un Haidar. Creo en la fuerza de los votantes en cambiar las cosas y me gustaría que una revolución interna cambiara la decepcionante política contemporanea. Ojalá una nueva generación de políticos honrados llegara con nuevas ilusiones porque sin política no hay nada y detrás del fracaso de la democracia sólo está la demagogia y el caudillismo.
Otra cosa es hablar de la política, conforme se desarrolla en España o en el mundo y de la clase política y ahí probablemente podríamos estar más de acuerdo. En la mayoría de países democráticos tenemos una nomenklatura tolerada por un electorado de barriga llena, sordo y casi mudo.
Con los años de democracia hemos ido desarrollando una clase política mezquina y miope. Está claro que generalizar siempre es equivocarse y que seguramente deben existir todavía políticos honrados con ganas de cambiar el mundo y llegar a hacerlo mejor. Se me ocurre que los activistas de muchas organizaciones no gubernamentales que luchan contra el cambio climático, los derechos de los saharauis o a favor o en contra los toros son lo mejor de la política. Al menos ellos son sinceros y apuestan claramente sin dobleces por aquello en lo que creen. La mayoría de ellos se comprometen con su causa y recogen dinero o intentan sumar voluntades sin mentir o depender del clientelismo del voto.
Mirando las noticias de estas semanas podemos encontrar con facilidad tres noticias que son pequeños símbolos del estado de la política y los políticos desde la escala local a la escala internacional. Hablo del caso de Polop y el asesinato de un alcalde por sicarios o el de Lliber en Alicante. Detrás probablemente se esconde la veta de kilómetros de profundidad de todas las corruptelas de años y años de urbanismo desaforado y que ha afectado a todos los partidos de una u otra manera.
Hablemos en segundo lugar del caso de Aminatu Haidar, un ejemplo de la hipocresía y los intereses de la política exterior española y europea. Seguimos hablando de la "tradicional amistad" con el pueblo marroquí y en realidad ni hay amistad, ni es tradicional (la generación de nuestros abuelos se pegaba tiros con los abuelos de los actuales marroquies). No hablamos de intereses y en cambio nos manifestamos amigos de un régimen que tortura y se salta a la torera los derechos humanos. Eso sí, Estados Unidos, Francia y España tragan, hasta cierto punto incómodo frente a las opiniones públicas, por la "tradicional amistad" con los fosfatos, con las ventas de productos o la producción barata o la posición geoestratégica como país musulman "moderado" control y tapón del fundamentalismo y aliado en el Magreb. Perdón, hipocresía pura. Dame pan y dime tonto.
Tercer caso, acuerdo de mínimos en el cambio climático. Seguimos mirando cómo el Titanic que es nuestro planeta se hunde y la orquesta sigue tocando el himno a la economía y a la globalización. China quiere crecer, Estados Unidos no renuncia y mientras el mundo se calienta como un motor sobreacelerado.
Hay que reconocer que la política, en la manera que se está realizando, es decepcionante y que el problema, que empieza a ser generalizado. No se vota ya nunca al mejor o al que más promete sino al que sea un mal menor. Por fortuna mientras tengamos la barriga llena la sociedad estará más o menos tranquila, pero si llega una crisis económica del calado de los años veinte o una corrupción como se ha dado históricamente en los países latinoamericanos será el momento de los caudillos y los Hitler. La historia está ahí para enseñarnos algo.
Creo en la política. En la capacidad de la democracia, de la libertad de expresión y en las luchas a vida o muerte que llevó en su día Gandhi, Mandela o ahora un Haidar. Creo en la fuerza de los votantes en cambiar las cosas y me gustaría que una revolución interna cambiara la decepcionante política contemporanea. Ojalá una nueva generación de políticos honrados llegara con nuevas ilusiones porque sin política no hay nada y detrás del fracaso de la democracia sólo está la demagogia y el caudillismo.
hola Jordi.
ResponderEliminarComo te he comentado en alguna ocasión, sigo tu blog.M'agrada conéixer la teua visió de les coses.
bones festes. Carlos.