La familia, ese peligroso cóctel



Hace más de un año, tras aparcar mi coche en el parking de Gandía fui testigo de una discusión que me recordaba al dramatismo de sainete de las películas italianas. Era una discusión tan descarnada como histriónica. Visto desde fuera resultaba hasta cómica, desde dentro la imagino como la punta de un iceberg de desesperación. La hija, una adolescente crecidita, negándose a subir al coche e insultando con lengua viperina. La madre gritando y el padre desesperado sollozando mientras miraba al cielo preguntándose por su destino y clamando por su desgracia.

Parece deducirse por los resultados de las encuestas del CIS que la familia es un valor importante para nuestra sociedad. Creo que en parte el éxito de los anuncios de IKEA está precisamente en que ofrece el ideal de lo que nos gustaría que ésta fuera y se produce la identificación inmediata. Un mundo de pisos no muy grandes pero llenos de vida, niños saltando en los sillones, padres amables, abuelos sonrientes, cenas y comidas familiares. En definitiva el triunfo de este concepto publicitario es la loa a la imperfección amable, a la libertad en la intimidad de una familia donde sus miembros se quieren. La realidad, como tantas otras veces, no es tan amable.

Se dice que las vacaciones de verano y las Navidades son el punto de partida de muchas discusiones familiares. No es nada extraño. Nos pasamos la vida en nuestras burbujas rutinarias, el trabajo, la escuela, nuestros horarios... y no tenemos tiempo para convivir ni para lo bueno ni para lo malo.

Las películas hacen su agosto con el subgénero de la familia y sus complicadas relaciones. Son decenas las películas que abordan este tema en clave de comedia tanto en su vertiente positiva como en su negativa. En ellas a la vez muestran lo complicado o lo hermoso que puede llegar a ser el transfondo de relaciones en cualquiera de ellas o el grado de destrucción personal que pueden llegar a producir. Por citar dos de ellas "La guerra de los Rose" o "American beauty" si hablamos de la destrucción o "Qué bello es vivir" o "La vida es bella" si hablamos del amor y la solidaridad. Creo que todas ellas abordan parte de la caleidoscópica y complicada realidad de esta institución.

Como en tantas otras cosas los seres humanos somos el producto de nuestra genética. El orangután tiende a la vida solitaria, el chimpancé o el gorila a la vida familiar y éste parece ser nuestro sino. La familia es a pesar de tantas excepciones y variantes el modelo de agrupación básica que rige en la mayoría de sociedades. Es cierto que las revoluciones culturales que produjo el siglo XX y está trayendo el siglo XXI están creando modelos familiares mucho más variados y sofisticados que antaño. Es cierto, por otro lado, que un estudio de la historia produce otros tantos modelos dependiendo del contexto y el tiempo.

La familia, si funciona, es nuestro último castillo, el lugar donde nos podemos relajar y bajar la guardia y mostrarnos sin disfraces. La familia, si funciona, es el lugar de los amores incondicionales, de la comprensión y la abnegación sin límites. La familia, si funciona, es donde lo escatológico puede ser lo cotidiano en su versión divertida o en la compasiva. Una familia ayuda al débil sea viejo encamado o al bebé de pañales y es capaz de saltar las barreras del asco para mantener la dignidad de los miembros más endebles del grupo. La familia, si funciona, lo es todo...

¿Pero qué ocurre si, al contrario, la familia es un modelo fallido?

Estuve ayer leyendo los artículos escritos sobre el caso de la niña valenciana custodiada por su familia materna tanto como reclamada por el padre. Lo que fue amor se transformó en guerra sin cuartel en unos años. Del pequeño nucleo de tres con sus pequeña intimidad se ha llegado al espectáculo mediático. Morbo y solidaridad se unen probablemente en todo el interés que ha despertado el asunto. Dos páginas web informan sobre los puntos de vista de ambos excónyuges y decenas de artículos emborrachan la percepción ecuánime de las posiciones de una u otra parte. Por si fuera poco los sistemas judiciales de los dos países y probablemente los prejuicios culturales, raciales y nacionales se mezclan en este caso. La madre ha acabado encarcelada y con un deterioro evidente de su salud pero aún así prefiere mantenerse en su postura.

Por más que he intentado hacerme una idea cabal de las razones de unos y otros poco he podido concluir. A tenor de lo que dicen las páginas web creadas por uno y otro bando, uno o el otro tiene la razón absoluta y por ello si sólo se lee una versión se concluye exactamente lo contrario que si sólo se hubiera accedido a la otra. Lo único que queda claro es que la menor es el objeto de la guerra que más allá de su interés parece que se atiene a los intereses de sus progenitores.

En el fondo este caso habla mucho del contexto sociológico y cultural posmoderno. Vivimos en un mundo donde los valores han cambiado y ni siquiera son absolutos, donde hombres y mujeres tendemos a defender nuestro derecho y no subordinarlo a nada ni a nadie. Vivimos en una sociedad judicializada y donde todos somos abogados aficionados con tendencia a recurrir al tribunal supremo si nuestra economía nos lo permite. Sin mucho esfuerzo se acceden a páginas furibundas de apoyo a uno u a otro bando. Feministas y padres en pos de la custodia compartida. Todos hacen banderas del extremismo y hacen de este caso su señal de identidad. En realidad creo que muchas de las opiniones son el fruto interesado de la proyección de los intereses o frustraciones propias de muchos seres atrapados en el proceso de descomposición de una familia. Probablemente cada caso es un entramado de matices de gris que no tiene nada que ver con el blanco y negro de las versiones. Hay hombres encantadores que son brutos agresivos en la intimidad, hay mujeres aparentemente víctimas que son manipuladoras compulsivas, hombres desesperados por no tener a sus hijos cerca o víctimas maltratadas que no saben por dónde escapar de un maltratador y en medio de todo este desbarajuste personas normales que intentan desesperadadamente mantener una vida normal con los seres que son realmente las víctimas: los niños.

No es un tema sencillo ni políticamente correcto. Creo que hay prejuicios culturales implicados en la adjudicación de roles que influyen en las decisiones judiciales, en uno o en otro sentido. El tradicional reparto de los niños, la pensión y la casa para la mujer ya no es justo porque si, porque muchos hombres hoy se implican en el cuidado y la educación como nunca lo han hecho y sin más se les condena a un régimen de apartheid en el que tienen que apartarse de la que fue su casa y familia teniendo verdaderas dificultades en rehacer la vida y pagar con todo lo que les ha tocado. Creo que en justicia corresponde una reflexión mayor más allá de los automatismos sociales.

En uno de los casos que más fácilmente se puede seguir por las páginas de internet se habla de un matrimonio que tuve la ocasión de conocer desde sus años de noviazgo en el instituto. Eran una pareja aparentemente perfecta. Bien parecidos, progresistas, cultos, en una situación económica correcta: un tandem sólido y potente a todos los efectos. ¿Qué diablos pasó para que todo se fuera al traste? El padre aparece en muchos foros públicos defendiendo la custodia compartida, la madre ganó, según se deduce de una sentencia un proceso por malos tratos... He tenido la ocasión de saludarlos en diversas ocasiones y ambos siguen pareciendo personas agradables, correctas, incapaces de ser el personaje manipulador que una u otra versión ofrecen. ¿Quien miente? ¿Miente alguno de los dos? ¿A su manera los dos creen que dicen la verdad? ¿Si yo supiera la verdad de parte de quien me pondría? ¿Existe la verdad?

Habrá quien dirá que siguiendo manuales de normas y principios la familia funciona. Pero para ser sinceros los manuales de normas sirven para bien poco si las personas resultan ser incompatibles. Hay dinámicas perversas que son superiores a todo control ético. La familia es como un bombo de lotería. Estan todos los números en él pero las situaciones se nos escapan la mayoría de las veces.

La vida no la elegimos, nos viene dada, y si tenemos suerte venimos a caer en un grupo humano llamado familia que puede ser el que nos ayude y de sentido en nuestra vida, que nos hace madurar como los buenos vinos. En la mayoría de los casos todas las familias tenemos varios cadáveres escondidos en los armarios pero aún así y todo pensamos que son mucho mejor que la soledad.

Si en cambio nacemos en una familia fallida tenemos muchas probabilidades de sufrir durante toda una vida un estado de confusión permanente en el que nunca sabremos el valor auténtico de nuestros progenitores, o siempre nos sentiremos algo desamparados o pensaremos que la soledad es un mal menor comparado con el mal mayor que nos tocó vivir.

Comentarios

  1. Habrá que hacer un nuevo diccionario de palabros, frases y alocuciones emitidas por los “miembros y miembras” de este gobierno, que además está repleto de actitudes incompetentes. Más ridículos no se puede ser.
    Lo que tienen que hacer es ponerse a trabajar, en serio, en el arreglo de todos los desaguisados que existen en estos momentos.
    Vaya mi más efusiva enhorabuena para todas aquellas personas que desempeñan su trabajo como Administradores de Justicia y lo hacen responsablemente. Estas personas, son ahora presionadas por el CGPJ, entre ellas Don Francisco Serrano, porque no les interesan sus opiniones.
    Yo diría a los componentes del CGPJ que se comportasen como adultos responsables y en vez de emitir co-mu-ni-ca-di-tos, buscando protagonismo cual infante, hicieran su trabajo responsablemente.
    Aún así unas personas adultas, con una carrera de por medio y posiblemente algún master y también postgrados, patalean en público con el co-mu-ni-ca-di-to. Es lamentable que todo lo estudiado por estos señores y la experiencia que tienen, no les haya servido para aprender y continúen una vez y otra sustrayendo el afecto a los hijos menores de las parejas divorciadas y convirtiendo al hombre, por el hecho de serlo, en un delincuente por defecto, en vez de hacer justicia de verdad.
    Parecen que creyeran estar libres de todo mal y que a ellos no les puede pasar.
    En cambio, la postura adoptada por el Magistrado Serrano, manifestando libremente y responsablemente su opinión al respecto, pone de manifiesto las realidades que desde el CGPJ no hacen constar porque tirarían al traste con la injusta y discriminatoria ley de divorcio y de violencia de género.
    Se puede ser políticamente correcto, o sea hipócrita, y callar la realidad o ser como el Juez Serrano.

    La mujer que se opone a la custodia “Alternada” o “Sucesiva” aprovechando la permisión legal, priva a sus propios hijos de ser atendido por su padre con la igualdad que, por otro lado, reclama a la sociedad como mujer.

    ¿Debemos pensar que toda madre que se opone a compartir la guardia y custodia con el padre de los hijos comunes, sólo desea la implicación de aquel en la titularidad de la patria potestad junto con su ejercicio efectivo, mientras existe la relación de pareja?

    ¿La madre que se opone a que sus hijos puedan recibir de su padre el afecto, cuidados y educación de forma ecuánime con respecto a ella, estaría tomando a sus hijos como propiedad privada y al padre de estos como un mero accidente?

    ¿Es esto lo que verdaderamente guarda en su foro más interno la mujer desde el principio de la relación sentimental o es algo irracional e instintivo?

    Pedro Cruz Montesdeoca - Gran Canaria - 28 de Diciembre de 2009

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  2. Estimado Sr. Cruz. Agradezco su comentario y sus aportaciones al artículo.

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