Vacío II



"No te daré mucho trabajo, tengo el cuello muy fino". Con esta frase Ana Bolena, exclamada ante el verdugo que había de separar de un hachazo la cabeza de su cuerpo, cerró la historia de amor, obsesión y crimen que culminaba en el cadalso. El rey, Enrique VIII, tres años antes escribía cartas apasionadas y ciegas donde toda la responsabilidad e intereses del cargo que ostentaba cedían ante la locura de amor. Un chorro de endorfinas y el cerebro instintivo del reptil se mezclaban con un alma de artista. Enrique VIII era capaz de ser un político sagaz, un creador de obras de arte que parece que no cuadre con su instinto asesino. Sofisticación, cálculo y pasión son cócteles peligrosos.
Hace unas horas escribía un artículo sobre los desaparecidos, hablaba del caso de la muchacha Sevillana Marta del Castillo y su desaparición que todos intuíamos ocultaba una muerte violenta. A lo largo del día he comprobado que la mayoría de las fotos que se hicieron públicas fueron tomadas en el parque de Eurodisney y curiosamente muchas de ellas frente al decorado del País de Nunca Jamás. Marta estaba en la edad en la que los adolescentes van acercando su infancia al mundo de los adultos. Wendy sigue viviendo su creencia en Peter Pan, pero a la vez empieza a ser una fantasía demasiado irreal. Podemos volar si creemos en la magia pero algún día desaparece y caemos desde lo más alto. Son años difíciles en los que hemos de sortear las fantasías y los sueños de la infancia y aprender a caminar en el firme resbaladizo o incluso pantanoso de la mayoría de edad. Parece que las conexiones neuronales están en un momento de plena creación y con ello los adolescentes viven cierto gusto por el riesgo y la provocación sin ser demasiado conscientes del equilibrio y la prudencia. Por desgracia la realidad se impone a ese sentimiento de invulnerabilidad demasiadas veces.

No pretendo pontificar en una historia que sólo conozco a retazos y por lo que cuentan los periodistas, pero todo parece acabar en una triste historia de amor y desamor adolescente. Según lo que se ha filtrado a lo largo del día la joven fue asesinada con el golpe de un cenicero por el que fuera su novio. Una fuerte discusión había terminado un romance y un año de desamor posterior. La princesa no supo juzgar al príncipe del cuento de hadas. En una foto de las que se han distribuido aparece confiada en los brazos del que sería su ejecutor. En otras con la coquetería de la mujer que intuye el poder de su belleza. La seducción juvenil acabó en una mala pesadilla y un cuerpo arrojado al río. Amor, odio, violencia, desprecio, miedo... Los sentimientos que nos hacen babear en días como hoy, el de los enamorados, son la otra cara de la moneda. El mismo muchacho, supuesto criminal, es padre junto con otra muchacha de catorce años. Todo parece hablar de una personalidad precoz e irresponsable. Él mismo parece víctima de una infancia sin amor. Un ambiente con ausencia de referentes, alcoholismo, soledad... Los seres humanos como tantas veces se ha dicho son la dualidad de nuestra cara animal e instintiva y la mejor y más refinada criatura racional y pacífica.
Ahora el vacío. Hablaba antes del dolor de la ausencia sin respuesta. Ahora imagino el inmenso vacío que quedará entre sus padres. Otras preguntas sin respuesta. ¿Porqué? ¿Pude hacer algo? ¿Quien fue realmente nuestra hija? ¿Qué había tras aquella mirada inquieta? Finalmente sólo quedará una imagen que poco a poco perderá fuerza. Detrás de la imagen quedará la mentira, el mito de la interpretación y la lectura desde nuestro particular contexto y ahí estará la tragedia, habrá muerto todo cuanto lleva una vida plena y toda la íntima y secreta vida que se lleva todo aquel que nos deja.

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