La red de seguridad

Es un recuerdo que aparece difuminado entre las sombras de mi pasado. No se si las imágenes que saco del fondo de mi cerebro son realmente las reales o una recreación, un falso recuerdo. Estaba en el circo con mis padres, sentado en lo alto de unos graderíos de tablas de madera con los bajos huecos. La gran carpa era de color rojo y sobre la pista un grupo de equilibristas se desplazaban con sus bicicletas y pértigas de un lado a otro del cable tensado. De pronto un fallo en la corriente eléctrica y se hizo la oscuridad, gritos de terror y el sonido golpes y las pértigas tropezando contra el suelo. Mi padre, (¿O tal vez fue mi madre?) nos indicó que nos quedáramos quietos para evitar problemas mayores huyendo entre una avalancha humana en la oscuridad. No recuerdo si murieron del accidente alguno de los participantes. Sólo me parece recordar que la muchacha del grupo quedó con la columna lesionada. Tal como hace la aguerrida gente del circo trabajaban sin red como prueba de su valor en el afán de demostrar la autenticidad del número.

La imagen me ha venido estos días a raiz de dos desgraciados incidentes, uno el terrible accidente de aviación en Madrid y un segundo el fallecimiento del hijo de una familia muy querida, un muchacho de apenas veintisiete años. Ayer en el entierro una multitud se afanaba en abanicarse en una iglesia de barrio abarrotada. En la puerta, segun nuestra costumbre local, hombres dándo el pésame a los hombre con las palabras rituales: te acompaño en el sentimiento... Suena a frase hecha pero si hay corazón detrás de cada palabra hay un sentimiento profundo que nos une a todos como grupo humano.

Creo que las personas somos equilibristas en nuestra vida. Tenemos una ruta que recorrer, un final inevitable que a la vez es nuestra salvación, pero a mitad del camino siempre puede llegar un momento en que se apague la luz sin previo aviso y caigamos al vacío. El no depender de los demás es una ventaja, la libertad, nada más y nada menos, pero puede llegar a ser como trabajar con el duro suelo como oponente.
La red de seguridad que tenemos para este camino es ésa formada por círculos concéntricos que se inician en nuestra familia y se extienden entre nuestros amigos y conocidos. Nada puede consolar a un padre del vacío que deja un hijo muerto pero en la soledad de la muerte sólo se anestesia de alguna manera con la solidaridad de nuestros amigos. No me imagino la desolación de los padres ante una iglesia completamente vacía. El cariño de una multitud puede ser y llega a ser agobiante pero creo es igualmente una red elástica donde el golpe se difumina entre rebotes.¿Hay espectáculo más triste que un cadaver al que nadie reclama?.

La muerte siempre llega en mal momento pero si algo bueno puede llegar a tener es esa manifestación de amistad en la que el dolor, siempre inconsolable, genera al menos el cariño. Somos animales tribales, lobos que viven en un clan, perros de manada. Sin nuestra red de amigos no somos nada.

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