Fundido a negro
La película
"El hundimiento" retrata la decadencia física y moral de un Hitler
escondido en las entrañas de su bunker y tomando medidas fantásticas, por
irrealizables, en medio de un país a punto de caer a piezas. No puedo por menos
que recordar los orígenes del partido nazi y su triunfo electoral que les
permitió poco a poco ir desplazando a sus rivales políticos, mermando derechos
y acabando con las minorías.
La verdad, hoy
por hoy, envidio a Alemania y su derecha. Una derecha como la que me gustaría
que tuviéramos; razonable, civilizada y, sobre todo, honrada. En una sociedad
democrática una parte de los ciudadanos se considera mejor representada por
estas ideas y el juego legítimo del poder así queda más o menos garantizado por
elecciones que se suceden cada cierto tiempo.
Vivimos momentos
oscuros en nuestra sociedad. El partido en el poder, el Partido Popular, parece
pensar que una mayoría absoluta es una patente de corso para gobernar a golpe
de decreto sin consultar ni considerar a los ciudadanos que no les han votado. La
mecánica de los escaños y el reparto de los mismos no muestran otra realidad de
los números. La suma de los votos de todos los partidos de la oposición es de 12.049.562, mientras
que los votos del propio PP son 10.830.693. Eso quiere decir que por más que
tengan más parlamentarios no deberían forzar una ley en contra de toda la
oposición, porque así puestos de acuerdo representan una mayoría de ciudadanos
más allá de los que votaron al Partido Popular y por las cosas de los repartos
les dieron poder de hacer y deshacer a su antojo.
España es un país
con grandes diferencias regionales, por no hablar de otras sensibilidades
políticas, y olvidan que gobiernan para todos y no sólo para sus votantes. Es
razonable que intenten llevar adelante su concepción del estado pero siempre
respetando los límites de la cordura.
Hablan de la
mejora en la economía y obvian que son los grandes números los que parecen
señalar una mejora y que ha sido a base de provocar dolor y sufrimiento a la
mayoría mientras que las grandes fortunas poco o nada han contribuido al abono
de la factura. Tenemos porcentajes de paro imperdonables y se asume como parte
del pago de una deuda que se generó desde arriba y no desde abajo. Los
políticos, sin vergüenza alguna, pasan de sus puestos como ejecutores de la
política impuesta por los poderes financieros, a su cómoda butaca en una de las
empresas de las que fueron esbirros.
Esta misma noche
se ha producido el inicio de un fundido a negro en la Radio Televisión
Valenciana. Ellos la bombardearon y ahora acusando su ruina la quieren
convertir en solar aplanado por la apisonadora de las ideas. En las noticias se
deja ver, con fatalismo, que la ley Wert ha sido finalmente aprobada con todos
los votos de la oposición en contra. Es esta una ley muy escorada a un tipo de
pensamiento sesgado y discutible sin considerar que la educación ya debería ser
motivo de grandes consensos. Poco se puede decir de una ley que prima la
productividad y olvida las artes y las humanidades. Sin música este mundo sería
un error, dijo Nietzche. Sin filosofía sólo seremos ganado dominado por el
pensamiento único. Sin creatividad, sin ética, sin sensibilidad sólo seremos
una sociedad mediocre incapaz de dar el giro copernicano de las ideas que
cambian el mundo y que nos permitirán ser alguien en un mundo global.
Oigo al ministro
del interior hablar de las famosas alambradas que desgarran la carne de los
pobres desesperados que intentan escalarlas para llegar al sueño de un mundo
mejor. Son contra las mafias, dice
obviando que el que se hace pedazos es el pobre desgraciado que huye del
hambre. Se dice, por otro lado, que se han suavizado las medidas contra las
manifestaciones cercanas a edificios sensibles o casas de políticos o el filmar
a policías cometiendo excesos. Bien, la multa pasa de 600000 a 30000. Nada,
cantidades que cualquiera puede pagar. Les molesta profundamente la capacidad
de los ciudadanos de hacer política por uno de los pocos caminos que no pueden
controlar. Aplican el Santa Rita, Rita, el voto que se da ya no se quita.
Consideran que el rebaño puede escoger una vez cada cuatro años de la lista
cerrada de políticos que ni se conocen, convirtiendo así la política en un
juego de siglas vacías de sentido que prometen un programa que saben que no van
a cumplir.
La desgracia es
que el panorama general es desolador. Los partidos mayoritarios, incluso los
sindicatos, se han instalado en una suerte de estatus de inmunidad que les
permite sobrevivir a cualquier imputación a coste cero. Llega la desvergüenza a
tal nivel que se atreven a pedir el indulto a compañeros que ya han sido
condenados. Otros minimizan un delito fiscal, de magnitud considerable,
diciendo que es común entre todos los españoles, dando a entender que es lo
mismo un pellizco que una cuchillada. A otros les regalan trajes, se les oye en
las grabaciones hablar de amiguitos del alma, y salen de rositas de los
tribunales y posan en la Albufera.
No es sólo una
cuestión de derechas. Es mucho más profundo. Hablamos de la necesidad de tener
políticos de derechas o izquierdas honrados. Políticos que comprendan que hay
grandes consensos que jamás deben ser olvidados. Una sociedad sana pacta el
futuro de sus hijos en un sistema educativo. Una sociedad educada entiende que
no se puede negar la sanidad a los desfavorecidos. Una sociedad dinámica jamás
olvida la reflexión ni el papel de la ciudadanía en la política. Política, el
arte de gestionar la polis, no solo con un voto en una urna sino en el día a
día. Desde las aulas, desde los talleres y las asociaciones, desde las cocinas
de las casas, desde los foros de los medios de comunicación debemos abrir
puertas al debate y recuperar la capacidad personal de influir en política. En
algún momento lo perdimos en nuestros días de vino y rosas y dejamos que la
desidia y la mediocridad del pensamiento nos dominaran. Hasta el nuevo Papa
parece que tiene la antena más sintonizada a la realidad social que nuestros
gobernantes.
Estamos viviendo
horas muy oscuras. Estamos todavía a mitad de legislatura y parecen dispuestos
a morir matando. A restar derechos y permitir impunidades. Ocultos en sus
bunkers, cada vez más blindados, siguen con sus planes como si todo fuera a
seguir siempre así cuando algún día, aunque tengan que pasar años acabarán
perdiendo el poder. Ellos resisten como Hitler en su mundo, pensando que cuando
más y más apaguen las luces más ciegos estaremos el resto. Tal vez nos siga
faltando músculo democrático para protestar contra la injusticia incluso cuando
no nos toca directamente. Pero siempre estamos a tiempo de cambiar.
Afortunadamente
no hay más ciego que el que no quiere ver, afortunadamente sólo hay que cerrar
los ojos e imaginar cómo cambiar las cosas para un mundo mejor. Imaginar
caminos para una sociedad más humana es iniciar ya, de hecho un mundo mejor.
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