Ornamento y delito Reflexiones sobre arte, política y moral.




El siglo XX fue el siglo de las torres acristaladas, de las jaulas de cristal, de Brasilia, una capital que jamás llegó a ser una ciudad viva. Es curioso cómo la imagen más icónica del principio de siglo XXI sea la de la destrucción de las torres gemelas. En la arquitectura contemporanea se pueden ver fantasías decorativas o extravagancias alejadas de aquella pureza inicial que proclamaban los arquitectos de la Bauhaus o el mismo le Corbusier. Calatrava, el arquitecto valenciano, sin ir más lejos, tiene tendencias barrocas en sus espectaculares edificios no siempre prácticos ni funcionales pero cercanos al gusto popular. Simbólicamente, en estas construcciones, parece que aquella fantasía racional de los años 20 del pasado siglo ha dejado de parecernos interesante.

En esa sucesión de estilos clásicos y estilos barrocos que caracteriza la historia del arte, parece más bien que estamos en ese segundo estado de ánimo. Los pastelones de merengue que son los edificios de los ensanches,la ópera Garnier de Paris, los edificios de Gaudí incluso, ganan con el tiempo por su fantasía y desinhibición.

En cambio, las facultades de Valencia, realizadas en los años cincuenta con el gusto del momento, parecen envejecidas y vulgares. Visitar los barrios del sur de Paris cercano a la torre Eiffel, con sus torres y sus jardines flotantes o las frías avenidas del Berlín oriental y sus torres de apartamentos de los años sesenta o setenta es entrar en un mundo desagradable, con tufillo dictatorial o gubernamental. No es extraño ver que el grafiti invade estas colmenas racionales, las estaciones del suburbano, los subterraneos o los cinturones de autopista como muestra de una rebeldía natural contra un entorno deprimente.

A pesar que el ser humano tiene tendencia a crear un hàbitat arbitrario y regulado no siempre se siente mejor en él. El orden no siempre convierte nuestro entorno en un lugar mejor para vivir y por ello se tiende a buscar más un hermosa calle con curvas y árboles, con casitas unifamiliares a ser posibles únicas, que un inmenso complejo cubicado en la mente de un planificador dotado para la geometría pero sin sensibilidad para las necesidades de las personas.

Adolf Loos, proclamaba hace ya cien años su rechazo a los excesos ornamentales en la arquitectura modernista y abría así una línea hacia la arquitectura racionalista del siglo XX. Para él el ornamento, era un signo de falta de madurez social y el tatuado poco más que un delincuente. En su artículo "Ornamento y delito" se posiciona inequívocamente en contra del ornamento como muestra de inmadurez social. Podemos leer en su texto.

“Pero el hombre de nuestro tiempo que, a causa de un impulso interior pintarrajea las paredes con símbolos eróticos, es un delincuente o un degenerado. Obvio es decir que en los retretes es donde este impulso invade, del modo más impetuoso, a las personas con tales manifestaciones de degeneración. Se puede medir el grado de civilización de un país atendiendo a la cantidad de garabatos que aparezcan en las paredes de sus retretes.

En el niño, garabatear es un fenómeno natural; su primera manifestación artística es llenar las paredes con símbolos eróticos. Pero lo que es natural en el papúa y en el niño, resulta en el hombre moderno un fenómeno de degeneración.”

En un tiempo en que el racionalismo ha muerto y todo el mundo se tatúa queda claro que el artículo de Loos es un anacronismo en lo que hace a los modernos estilos arquitectónicos y las costumbres sociales. Probablemente el venerable arquitecto se removería en su tumba viendo la moda del tatuaje, del piercing o del grafiti urbano.
Escuchando las noticias locales de hoy mismo, parece que parte de la polémica de Loos sigue viva. El Ayuntamiento de Gandía, a la vista de la cantidad de grafitis que inundan las paredes del centro histórico ha ofrecido los servicios de una empresa que limpia las huellas dejadas por los vándalos.

Una moda descontrolada que parece que surge del mismo instinto del ser humano ha invadido toda la arquitectura pública y privada en pueblos y ciudades. No es un fenómeno nuevo. Como dice Loos los niños rayan las paredes en cuanto tienen un lapiz en sus manos. En todos los momentos, la Prehistoria, Egipto, Pompeya, en las prisiones medievales, en las minas etc. se han dado muestras de la necesidad de muchos seres humanos a dejar su huella en cualquier pared disponible. Groz se inspiró en su expresionismo en los dibujos realizados anónimamente en las paredes de los urinarios. Incivismo y arte incipiente se mezclan en igual proporción.Tal vez sea una manifestación parecida a la de los animales marcando su territorio con diferentes deyecciones y que en el ser humano se ha convertido en una suerte de manifestación cultural.Quien sabe. En cualquier caso, hacer arte, dejar la marca personal, es ir más allá del presente y gritar al futuro, trascender, hacer que nuestro momento se fosilice. ¿Arte o delito? Como siempre depende del lugar, de la oportunidad, del mensaje y la calidad.

El grafiti, en su forma y estética actuales, surge como un grito en contra del urbanismo depredador, tanto como una afirmación de la personalidad del autor, en las grandes ciudades americanas y se establece como una forma de arte urbano alternativo. El grafitero civilizado es un artista del espacio urbano. De hecho de la escuela del grafiti han surgido artistas que finalmente se han consagrado en las esferas del arte de prestigio. Hay grafitis maravillosos que consiguen dar una imagen nueva a zonas degradadas, transmitiendo además preocupaciones políticas más allá del arte convencional, mucho más preocupado en hacer caja. El grafiti puede así ser una de las manifestaciones artísticas más democráticas sólo posible en ámbitos de libertad. En una dictadura estalinista el único mural posible es el realizado en el lugar oportuno y bajo la supervisión del partido. Las pocas imágenes que llegan de Corea del Norte nos muestran una capital extrañamente impoluta y fría.
En mi primer viaje a Alemania, en 1983, me sorprendió siempre la impecable limpieza en la conservadora ciudad de Múnich. La tradición alemana del orden derivada de una ideología conservadora y autoritaria seguía imponiéndose. El resultado era una ciudad limpia y muy agradable. No obstante, conforme han pasado los años, he ido viendo cómo los grafitis invadían vagones, paredes de viejas naves o el hormigón de los túneles. De la libertad artística se ha pasado sin solución de continuidad al más puro vandalismo. Como se dice en el libro “El nombre de la rosa” la línea entre la santidad y la herejía es ténue, apenas perceptible.
En España el fenómeno más parecido eran las pintadas políticas de la época de la transición, pero al menos había en ello ilusión política o al menos intención de hacer pensar al resto de ciudadanos. Con cierto retraso en la España provinciana la moda y la estética clónica del grafiti americano fue llegando asociada a corrientes y grupos musicales y ahora parece definitivamente establecida. En Gandía grandes zonas de la ciudad aparecen pintarrajeadas con miles de grafitis que van desde la simple firma al más elaborado de los murales.
¿Arte o vandalismo? Depende. Creo que hay un arte potencialmente hermoso en muchas de las obras de miles de jóvenes que se expresan, reflexionan sobre su mundo y sobre la estética de paso que renuevan en muchas ocasiones edificios en ruina o calles sórdidas. En determinados puntos de Gandía hay verdaderas muestras de arte que son renovadas de tanto en tanto y que merecen respeto por la labor de estos auténticos artistas. Me consta que en algún caso hacen su arte con la aprobación previa del propietario del muro. También hay auténticos bodrios que no pasan de tener calidad correcta y son la versión, de la versión, de la versión de los modelos originales. Incluso en este caso ayudan a crear nuevos espacios de arte alternativo y popular. Las más son puro "kitsch" con más intención y efectismo que calidad artística. El problema, como siempre, está en los segundones por no hablar de los vándalos de quinta división que no llegan ni a sospechar qué es eso de ser artista. En la cercana ermita de San Antonio se realizó una intervención que la salvó de la ruina. El ayuntamiento de Gandía iluminó y renovó todo en recinto convirtiendo un lugar perdido en un hermoso parque urbano. Pasados varios años la iluminación se ha robado ya varias veces o se ha roto, la fuente pública ha dejado de funcionar y en el tejado unos salvajes han pintado grafitis simples con espray negro.
Sinceramente, no me gusta el grafiti porque sí, como no me gusta el expresionismo o el cubismo porque sí. Las manifestaciones artísticas son tan respetables o criticables como cualquier otra obra humana. Hay que valorar de los buenos grafiteros su inquietud artística, su libertad de expresión, su respeto a las normas sociales consensuadas y el valor de sus obras pero hay que criticar el derecho de cualquiera a actuar por su cuenta en cualquier muro público. Me molesta ver paredes pintarrajeadas sin gusto ni criterio o monumentos mancillados por la obra de pandillas sin escrúpulos. El paisaje es un bien común y por ello tengo tanto derecho como ellos tienen en rayar a preferir el minimalismo frente al caos visual impuesto. No me siento ni fascista ni retrógrado por afirmar esto. La diferencia es que ellos imponen su criterio frente a la discrepancia. El hacer uso de la libertad contra las libertades de los otros no es más que una tendencia autoritaria, por más que el autor se vista con ropajes de modernidad. Reivindico la libertad artística en su forma original; edificios en ruina o lugares públicos habilitados para esos fines. El que quiera expresarse artísticamente lo puede hacer en el comedor de su casa o en su cuerpo tatuándose. Lo demás es marcar con el territorio como hacen los animales. Basura visual que define el poco criterio de sus autores. ¿Omento o delito? Definitivamente y en la mayoría de los casos delito contra el patrimonio común y el buen gusto. En un pequeño y reducido ámbito auténtico arte.

Ornament i delicte
Reflexions sobre art, política i moral.

El segle XX va ser el segle de les torres de cristall, de les gàbies de vidre, de Brasília, una capital que mai va arribar a ser una ciutat viva. És curiós com la imatge més icònica del principi de segle XXI siga la de la destrucció de les torres bessones. En l'arquitectura moderna es poden veure fantasies decoratives o extravagàncies allunyades d'aquella puresa inicial que proclamaven els arquitectes de la Bauhaus o el mateix Le Corbusier. Calatrava, l'arquitecte valencià, sense anar més lluny, té tendències barroques amb edificis espectaculars però no sempre pràctics ni funcionals. Simbòlicament sembla que aquella fantasia racional ha deixat de semblar interessant. Mentrestant, els pastissos de glòria de merenga que són els edificis dels eixamples, guanyen amb el temps per la seua fantasia i desinhibició. En canvi les facultats de València realitzades en els anys cinquanta, realitzades amb el gust del moment semblen envellides i vulgars. Visitar els barris del Paris pròxim a la torre Eiffel o les fredes avingudes del Berlín oriental amb les seues torres d'apartaments dels anys seixanta o setanta és entrar en un món desagradable, amb tuf dictatorial o governamental. L'ordre no sempre converteix el nostre hàbitat en un lloc millor per a viure i avui es tendeix a cercar més un bell carrer amb revoltes i arbres amb casetes que un immens complex cubicat a la ment d'un planificador dotat per a la geometria però sense sensibilitat per a les necessitats les persones. No és estrany veure que el grafiti envaeix aquests àmbits com a mostra d'una rebel•lia natural contra un entorn depriment.
Adolf Loos, proclamava fa ja cent anys el seu rebuig pels excessos ornamentals en l'arquitectura modernista i obria així una línia cap a l'arquitectura racionalista del segle XX. Per a ell l'ornament, era un signe de falta de maduresa social i el tatuat poc més que un delinqüent. En l'article "Ornament i delicte" es posiciona inequívocament en contra de l'ornament com a mostra d'immaduresa social. Podem llegir en el seu text.
“Però l'home del nostre temps que, a causa d'un impuls interior emplastra les parets amb símbols eròtics, és un delinqüent o un degenerat. Obvi és a dir que als excusats és on aquest impuls envaeix, del mode més impetuós, a les persones amb tals manifestacions de degeneració. Es pot mesurar el grau de civilització d'un país atenent a la quantitat de gargots que apareguen a les parets dels seus excusats.
En el xiquet, gargotejar és un fenomen natural; la seua primera manifestació artística és omplir les parets amb símbols eròtics. Però el que és natural en el Papua i en el xiquet, resulta en l'home modern un fenomen de degeneració.”
En un temps en què el racionalisme hi ha mort i tot el món es tatua queda clar que l'article de Loos és un anacronisme en el que fa als moderns estils arquitectònics i els costums socials. Probablement el venerable arquitecte es remouria a la seua tomba veient la moda del tatuatge, del pírcing o del grafiti urbà.
Escoltant les notícies locals d'avui mateix, sembla que part de la polèmica de Loos segueix viva. L'Ajuntament de Gandia, a la vista de la quantitat de grafitis que inunden les parets del centre històric ha oferit els serveis d'una empresa que neteja les empremtes deixades pels vàndals.
Una moda descontrolada que sembla que sorgeix del mateix instint del ser humà ha envaït tota l'arquitectura pública i privada en pobles i ciutats. No és un fenomen nou. Com diu Loos els xiquets ratllen les parets en quant tenen un llapis en les seues mans. En tots els moments, la Prehistòria, Egipte, Pompeia, a les presons medievals, a les mines etc. s'han donat mostres de la necessitat molts sers humans a deixar la seua empremta en qualsevol paret disponible. Groz es va inspirar en el seu expressionisme en els dibuixos realitzats anònimament a les parets dels urinaris. Incivisme i art incipient es mesclen en la mateixa proporció. Tal vegada siga una manifestació semblant a la dels animals marcant el seu territori amb diferents dejeccions i que en el ser humà s'ha convertit en una mena de manifestació cultural. Fer art, deixar la marca és transcendir el present i cridar al futur, transcendir, fer que el nostre present es fossilitze. Art o delicte? Com sempre depèn del lloc, de l'oportunitat, del missatge i la qualitat.
El grafiti sorgeix com un crit en contra de l'urbanisme depredador de les grans ciutats americanes i s'estableix com una forma d'art urbà alternatiu. El grafiter civilitzat és un artista de l'espai urbà. De fet de l'escola del grafiti han sorgit artistes que finalment s'han consagrat en les esferes de l'art de prestigi. Hi ha grafitis meravellosos que aconsegueixen donar una imatge nova a zones degradades, transmetent a més preocupacions polítiques més enllà de l'art convencional, molt més preocupat a fer caixa. El grafiti pot així ser una de les manifestacions artístiques més democràtiques només possible en àmbits de llibertat. En una dictadura stalinista l'únic mural possible és el realitzat al lloc oportú i davall la supervisió del partit. Les poques imatges que arriben de Corea del Nord ens mostren una capital estranyament impol•luta i freda.
En el meu primer viatge a Alemanya, en 1983, em va sorprendre sempre la impecable neteja en la conservadora ciutat de Munic. La tradició alemanya de l'ordre derivada d'una ideologia conservadora i autoritària seguia imposant-se. El resultat era una ciutat neta i molt agradable. No obstant això, conforme han passat els anys, he anat veient com els grafitis envaïen vagons, parets de velles naus o el formigó dels túnels. De la llibertat artística s'ha passat sense solució de continuïtat al més pur vandalisme. Com es diu en el llibre “El nom de la rosa” la línia entre la santedat i l'heretgia és tènue, a penes perceptible.
A Espanya el fenomen més semblat eren les pintades polítiques de l'època de la transició, però almenys hi havia en això il•lusió política o almenys intenció de fer pensar a la resta de ciutadans. Amb un cert retard en l'Espanya provinciana la moda i l'estètica clònica del grafiti americà va ser arribant associada a corrents i grups musicals i ara sembla definitivament establida. A Gandia grans zones de la ciutat apareixen pintades amb milers de grafitis que van des de la simple signatura al més elaborat dels murals.
Art o vandalisme? Depèn. Crec que hi ha un art potencialment bell en moltes de les obres de milers de joves que s'expressen, reflexionen sobre el seu món i sobre l'estètica de pas que renoven moltes vegades edificis en ruïna o carrers sòrdids. En determinats punts de Gandia hi ha vertaderes mostres d'art que són renovades de tant en tant i que mereixen respecte per la tasca d'aquests autèntics artistes. Em consta que en algun cas fan el seu art amb l'aprovació prèvia del propietari del mur. També hi ha d’obretes que no passen de tenir qualitat correcta i són la versió, de la versió, de la versió, dels models originals. Fins i tot en aquest cas ajuden a crear nous espais d'art alternatiu i popular. Les més són pur "kitsch" amb més intenció i efectisme que qualitat artística. El problema, com sempre, està en els pintors de segona categoria per no parlar dels vàndals de cinquena divisió que no arriben ni a sospitar què és això de ser artista. En la pròxima ermita de Sant Antoni es va realitzar una intervenció que la va salvar de la ruïna. L'ajuntament de Gandia va il•luminar i va renovar tot en recinte convertint un lloc perdut en un bell parc urbà. Passats diversos anys la il•luminació s'ha robat ja diverses vegades o s'ha trencat, la font pública ha deixat de funcionar i a la teulada uns salvatges han pintat grafitis simples amb esprai negre.
Sincerament, no m'agrada el grafiti perquè sí, com no m'agrada l'expressionisme o el cubisme perquè sí. Les manifestacions artístiques són tan respectables o criticables com qualsevol altra obra humana. Cal valorar dels bons grafiters la seua inquietud artística, la seua llibertat d'expressió, el seu respecte a les normes socials consensuades i el valor de les seues obres però cal criticar el dret de qualsevol a actuar pel seu compte en qualsevol mur públic. Em molesta veure parets emplastrades sense gust ni criteri o monuments maculats per l'obra de colles sense escrúpols. El paisatge és un bé comú i per això tinc tant de dret com ells tenen a ratllar a preferir el minimalisme enfront del caos visual imposat. No em sent ni feixista ni retrògrad per afirmar açò. La diferència és que ells imposen el seu criteri front a la discrepància. El fer ús de la llibertat contra les llibertats dels altres no és més que una tendència autoritària, per més que l'autor es vista amb robes de modernitat. Reivindique la llibertat artística en la seua forma original; edificis en ruïna o llocs públics habilitats per a aqueixos fins. El que vullga expressar-se artísticament ho pot fer en el menjador de sa casa o en el seu cos tatuant-se. En altre cas és marcar amb el territori com fan els animals. Fem visual que defineix el poc criteri dels seus autors. Oment o delicte? Definitivament i en la majoria dels casos delicte contra el patrimoni comú i el bon gust. En un xicotet i reduït àmbit autèntic art.

Comentarios

  1. He leido tu articulo, y casualidad el mismo dia 13 ,cuando nos ibamos a Villalonga pense en lo mismo.Toni y yo hablamos sobre el tema ,en general estoy de acuerdo.
    Tu hermana

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